El abandono del Mercado del Plata


Expedientes bajo el agua, goteras de vieja data, ascensores que no funcionan y ausencia de matafuegos son apenas algunas de las falencias que a simple vista se detectan en el Edifico del Plata, el centro administrativo del gobierno porteño, situado a metros del Obelisco.

Las goteras que, desde hace por lo menos un año provocan grandes charcos en el tercer subsuelo, hacen que el agua caiga en un oscuro y húmedo ambiente, sobre cientos de expedientes de permisos de obras de construcción presentados por vecinos. Las carpetas se apilan como diarios viejos y dan toda la impresión de tener un irremediable destino hacia cestos de basura.

La escandalosa imagen de los archivos en ruinas del emblemático edificio porteño, conocido durante años por ser la tradicional dependencia donde se pagaban las multas de tránsito, es sólo una parte importante del problema.

El gobierno de la ciudad pretende vender el inmueble en unos 80 millones de dólares y con ese dinero solventar la construcción de una nueva sede en el sur de la ciudad. Para muchos, ésta es la explicación para la actual falta de presupuesto, aunque oficialmente se afirma que se trabaja en un llamado a licitación para hacer las reparaciones necesarias.

Recorrer su entrañas, mucho más allá de los pasillos que están abiertos al público, sirve para corroborar el alto grado de deterioro estructural de los 9 pisos de este emblemático edificio de 11.320 m2 cubiertos, situado entre las calles Carlos Pellegrini, Sarmiento, Presidente Perón y el pasaje Carabelas.

Hoy la construcción tendría un valor estimado en unos 80 millones de dólares, o por lo menos, ése es el piso que el gobierno de la ciudad planea recaudar con su venta en una subasta pública.

Con esos fondos, a su vez, se planea construir el nuevo Centro Cívico en el Sur, tal como se aprobó en una primera lectura en la Legislatura porteña.

Roturas groseras en el piso de la terraza; conexiones eléctricas que parecen a punto de estallar; ascensores fuera de servicio y en mal estado de conservación; falta de matafuegos en sitios clave; peligrosos cables del sistema eléctrico al aire libre; la carpintería exterior deteriorada y oxidada; puertas de acceso con carteles que advierten “Peligro no apoyarse”, y un cielo raso del último piso que hace tres semanas se desplomó, conforman apenas un detalle de las falencias que LA NACION pudo ver al recorrer el edificio.

Así está hoy la construcción famosa, primero por el reloj lumínico que la corona y luego por las gigantografías de arte que adornan la fachada que da hacia la avenida 9 de Julio.

En el sitio donde de lunes a viernes miles de porteños concurren a realizar todo tipo de trámites y conviven 3500 empleados de distintas reparticiones públicas, como el Instituto de Vivienda, la Dirección de Infracciones, el Ministerio de Desarrollo Urbano, una sucursal del Banco Ciudad en la planta baja y hasta un jardín maternal para hijos de municipales, la basura se acumula en los pasillos.

Nota completa en La Nación

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