El cierre de la Linea A ya genera caos en Colectivos

Enero fue un mes atípico para los usuarios del subte porteño. El sábado 12, los centenarios vagones belgas de la línea A salieron de circulación –para ser reemplazados por nuevas unidades– y el cierre del servicio obligó a la gente a buscar otras alternativas para llegar a destino. Así la línea E y los colectivos que recorren el eje Avenida de Mayo-Rivadavia recibieron un caudal inusual de pasajeros.

“Históricamente enero es el mes más tranquilo acá abajo. Por momentos la estación puede estar casi sin gente. Pero este verano es atípico, tengo la impresión de que todos los pasajeros del A se trasladaron al E. Es terrible la cantidad de gente que hay, como si fuera junio o cualquier mes del año”, contó Carlos Pérez, que atiende el quiosco del andén de la estación Avenida La Plata. Asume que para los comerciantes, no está mal. Pero para los pasajeros es un suplicio.

En la misma estación, Fabián Aguirre le contó a Clarín que el problema son las frecuencias. “Esta línea tiene menos frecuencias que ninguna otra. Los trenes pasan cada siete minutos. Por la mañana y por la tarde, en las horas pico, es insuficiente. No me quiero imaginar cuando empiecen las clases o cuando vuelvan todos de vacaciones”, opinó el vecino.

Desde Sbase –la empresa de la Ciudad a cargo de las obras de ampliación de la red y de la renovación de la flota en la línea A– le aseguran a Clarín que solicitaron a Metrovías reforzar las frecuencias. Tanto en la E como en la línea B, en donde se estima que también recayeron usuarios derivados de la A. Pero en la empresa concesionaria no tomaron nota del pedido, porque le confirmaron a este diario que “mantienen la misma frecuencia ” que antes del cierre de la Línea A. Esto es: una formación cada 5 minutos en horas pico y una cada 6,15 minutos en horas no pico. Por ejemplo, en la D, la frecuencia en hora pico es de 2,54 minutos.

“Nos resultó inverosímil que la empresa no haya dispuesto más frecuencias. No hay nada que lo impida, solo la mala voluntad y el maltrato de siempre con los usuarios”, opinó un maquinista de Metrovías. El hombre sudaba en la cabina y tocaba una y otra vez la bocina para que la gente despeje las puertas.

El miércoles, aunque la temperatura en la Ciudad no llegaba a los 30 grados, el calor era sofocante en los túneles de la línea E. “Jamás me voy de vacaciones en enero, disfruto Buenos Aires sin gente. Pero este año me fallaron los cálculos”, contó, resignada, Elizabeth Avila. Es de Caballito y vive en Yerbal al 400, a una cuadra de la estación Acoyte de la línea A. Desde el 14 de enero se toma la línea E hasta José María Moreno y camina nueve cuadras. “No son tantas. Prefiero caminar antes que perder el tiempo en un colectivo. De última, hago ejercicio”, se conformó la mujer, que trabaja en Congreso.

Es que los colectivos que recorren el eje Avenida de Mayo y Rivadavia también sufren las consecuencias del cierre de la línea A. Por la tarde, en la hora pico, se forman colas de hasta media cuadra en las paradas de las líneas 98, 86, 64 y 105, entre otras. “Vivo a veinte metros de la estación Río de Janeiro de la línea A. Ni la B ni la E me dejan cerca y no tengo ganas de caminar, así que me tomo el colectivo y entre la espera y el recorrido estoy perdiendo casi tres horas por día”, detalló Silvana Mora, administrativa en una empresa gastronómica ubicada a metros de Plaza de Mayo.

María Marquez fue otra vecina de Caballito que también padeció las largas colas de estos días. Aunque habitualmente reemplaza el A con el E, un trámite la obligó a tomarse un colectivo por la zona de Plaza de Mayo y tuvo que esperar más de media hora para subirse a un 86. “Las colas tenían más de media cuadra”, contó.

Falta un mes para la prometida reapertura de la línea A. Los 210.000 usuarios que penaron por su ausencia esperan que a partir del 9 de marzo tantos contratiempos hayan valido la pena.

Fuente: Clarin

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