Para Lanata, Moreno se parece a Lopez Rega

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Jorge Lanata se ha convertido, por su desenfado y creciente histrionismo, en el rockstar del periodismo argentino, con una novedad trascendente en los últimos tiempos: a la repercusión constante que ya venía teniendo desde hace más de un cuarto de siglo en franjas medias y altas de la población, se le ha sumado últimamente el hecho de liderar las masivas audiencias radiales y televisivas, un tema que preocupa sobremanera al Gobierno por la penetración de sus ácidos puntos de vista sobre la actualidad, también en vastos sectores populares que casi no lo conocían.

Tras la pausa por la fiesta del Martín Fierro el domingo pasado, esta noche vuelve con todo: “Vamos a hacer un programa sobre cómo se arma el casting de los tipos que hablan con Cristina y daremos la pauta de la Jefatura de Gabinete periodista por periodista, cuánto les garpan. Va a estar divertido, son un montón, muchos conocidos. Hay desde 15.000 pesos a 200 millones”.

Con veinte kilos menos, sin necesidad de hacer diálisis desde principios de año, pero sin bajar un solo cigarrillo de sus habituales dos atados diarios, Lanata habla del fenómeno que lo tiene por protagonista, en medio de una maraña de papeles y libros del escritorio de su casa.

– La omisión de tu nombre en los suplementos por el 25° aniversario de Página 12, ¿te dio pena o bronca?

-Bronca me daba antes. Me dio tristeza y también me pareció una paradoja que gente que se dedica a la identidad y a los desaparecidos, me haya desaparecido a mí. Soy el primer desaparecido de Página 12. Escribí una carta a Cristina que voy a leer en la mitad del programa. Es increíble que ellos crean que todo puede ser reescrito con impunidad, como si la gente no me hubiera leído durante diez años. El cruce por Twitter de Kiwi [su mujer] con Gabriela Cerrutti me hizo volver a ver por qué estoy casado con ella. Discutieron y mi mujer le daba datos concretos casi sin opinar: años, citas, ejemplos. Hasta que Cerrutti le dijo que parara de leer Wikipedia y Kiwi le respondió: “No necesito eso: vivo con él y hay muchas personas que pueden corroborar lo que digo”. Cerrutti se quería matar y el hash #CERRUTTIPELOTUDA fue Trending Topic al rato.

¿Te fuiste de Página porque lo compró Clarín?

-Sí. Pensaba que si Clarín lo compraba tenía que decirlo, y en ese momento hubiera perjudicado al diario. Se manejó con cierta reserva. Muchos años después, cuando hablé de esto con Magnetto, me dijo que ellos no habían pedido que me fuera.

– ¿Crítica te cansó más rápido?

-No es que me cansó. Me tuve que ir. A la semana que empezó vino Artemio Lopez a decirme que Kirchner había dicho: “A esos tipos los voy a fundir”. Me consta que De Vido llamó a Coto para que nos levantaran una campaña. Alfredo Coto me llamó para decirme que me daba la plata si yo no publicaba los avisos. Lo mandé a la mierda. Así empezó Crítica. En un momento tuve que ir a buscar a alguien que pusiera guita. Apareció [Antonio] Mata. ¿Si era el tipo que más me gustaba? No. Ahora, estaba dispuesto a poner plata. El diario empezó a perder, perder y perder. Mata siguió comprando, me entró a licuar y quedé con el 5 por ciento. Estaba dibujado y no podía seguir dirigiendo en minoría porque me pasaban por arriba. Entonces me fui un año antes de que el diario cerrara. Durante todo el tiempo que estuve se pagó en blanco y en término. Si la gente que entró a laburar conmigo pretendía que yo la adoptara y que la siguiera manteniendo durante los próximos 50 años, estaba en un error. Eran todas personas mayores, nos fue mal. A mí me fue muy mal, perdí 600 lucas, que era toda la guita que tenía. Todo bien. De eso no me quejo. Hice una apuesta y la perdí.

– Tu debut en el teatro de revistas, ¿tuvo algo que ver?

-No tuvo nada que ver. Como a mí no me gusta el fútbol, jugué al teatro. Aprendí una cosa que no conocía. Pero no lo volvería a hacer.

– ¿Asumís la veta histriónica con alegría o con un poco de vergüenza?

-Creo que el entretenimiento es un valor. Vos y yo estamos tratando de mantener una conversación entretenida porque sería un embole que la gente se aburriera. Tengo que hacer un programa entretenido porque yo mismo no vería un programa aburrido. Me harté de escuchar gente que decía que eso va a minar tu credibilidad. Es mentira. No tiene nada que ver. La gente no es idiota: sabe cuándo le hablás en serio y cuándo le estás haciendo una broma.

– ¿Cómo romper el malentendido que si hacés una cosa divertida no es seria?

-Es que ese malentendido está en la prensa y en el microclima, no en el público. El sentido del humor es parte de la inteligencia. Es una manera distinta de conocer. Y es bueno porque recrea el vínculo.

– Encarnás un cambio de época. Diarios que no te cubrían nunca, canales que no te contrataban, hoy te ponen en la cresta de la ola.

-Armé mi carrera entera con los diarios en contra. Nosotros hacíamos una denuncia y todos miraban para el otro lado y hasta que el tipo no estaba muerto en el medio de la calle, nadie decía nada. Nos pasamos la vida tratando de que la gran prensa nos levantara. Nunca pasaba.

– ¿Y qué cambió?

-Cambió la situación política. Ahora los diarios están diciendo lo mismo que lo que yo dije durante veinte años. Creo que cambiaron los diarios, no yo. Las notas de denuncia ahora se pusieron de moda.

– ¿Encarnás una superación del programa político tradicional y hacés más un show periodístico?

-El sentido del humor tiene otra ventaja: es increíblemente popular. A Menem le podías decir cualquier cosa, pero te reías de él y te quería matar. Esta gente es mucho más solemne y formal y se cree su propia mentira más que lo que se la creía Menem. O sea, que el sentido del humor los desarma mucho más. Eso también ayuda para ejercer la crítica política desde un lugar que no sea obvio. Angola fue un buen ejemplo de cómo podés mezclar humor con información. Era divertido y ameno de ver. No era un bajón.

– Mucho antes de que vos imaginaras que ibas a trabajar en Clarín, los medios K ya planteaban esa posibilidad. ¿Al final fue una profecía autocumplida?

-¿Pero en cuántos canales yo podría trabajar? Me sacaron tres veces: dos con Menem, una con Kirchner. Primera reacción: bronca; segunda reacción: tristeza, váyanse a la mierda, no vuelvo a trabajar en la televisión. Después me olvido y empiezo a hacer otras cosas. Me pide Turner una miniserie. Estoy dos años viajando, laburando como nunca en mi vida, hago Bric y 26 , un proyecto de dos palos verdes.

– Hacés algo reconocido, prestigioso e internacional y preferís volver al barro de la TV local, ¿por qué?

-Necesito el contacto con la gente acá, hablar de lo que está pasando. ¿Qué pensé? Para mí siempre lo más fácil fue volver a la radio. Hablé con Continental, pero el Gobierno me cagó el contrato. A Radio 10 no quería ir. Siempre dije que no iba a trabajar con Hadad; una cosa es la industria; otra, la mafia. Son dos cosas distintas. Yo soy un tipo de la industria. Lo fui toda la vida. Me pasé haciendo empresas privadas.

– Y así terminás en el Grupo Clarín?

-Termino en el Grupo Clarín porque, ¿a qué radio voy? En Mitre entré con fórceps, es un delirio lo que hicimos, una hora y media al mediodía. Cuando empiezo a tener relación con ellos, hablamos de la tele. Lo llamé a Alejandro Borensztein, le cuento que quiero hacer un programa de humor político y me dice que Suar hace dos años que quiere hacer algo conmigo. Después Alejandro se bajó, el programa cómico derivó en periodístico y acá estamos.

– 6,7,8 recuerda todo el tiempo las cosas duras que le dijiste a Ricardo Kirschbaum. ¿Ahora las peleas no son como antes para toda la vida?

-Yo me peleo con mucha gente y me reconcilio. Si te contara mi experiencia con el Grupo te diría que eran más los prejuicios que yo tenía con ellos que ellos conmigo. Nunca laburé con el apoyo de un canal en mi vida como ahora con El Trece. ¿Esto podrá durar? Espero que sí. Y si no dura, me iré. Sé que estoy haciendo el programa que quiero hacer. A mí nadie me da letra.

– Igual resulta poco creíble que le digas a Reynaldo Sietecase que él investigue a Electroingeniería y a Spolski, que vos vas a investigar al Grupo Clarín.

-Es una manera de decir. A Magnetto no le preguntaría por lo de los nietos [la filiación de Marcela y Felipe Noble], porque quedó claro que era mentira y aún espero alguna autocrítica del Gobierno y los organismos de derechos humanos. Le preguntaría por qué se peleó con Néstor. Es una lástima la discusión con Reynaldo porque es un tipo que quiero, a pesar de todo. Estuvo poco feliz con lo que dijo. No podés ponerte en fiscal si vos no hacés lo mismo. No puedo creer que estemos en un nivel de deterioro tan grande, que los periodistas que pedimos preguntar, tengamos que explicar. No es un problema que estés a favor o en contra. Tiene que ver con lo profesional. Es terrible que los periodistas no queramos hacer nuestro laburo.

– ¿No creés que los periodistas más cercanos al poder se reivindican en el ejemplo de Rodolfo Walsh, pero se parecen más a Bernardo Neustadt?

-Lamento que Rodolfo Walsh haya sido guerrillero. Fue uno de los mejores escritores argentinos y es una lástima que el tipo haya muerto como murió. Yo estuve toda mi vida contra la violencia política. Y a mí me parece que ahora hay una adhesión muy snob al tema. Neustadt fue un tipo talentoso e inescrupuloso. Reinventó el periodismo político en televisión y terminó siendo expulsado por los mismos que lo promovieron cuando, después de hacer todo el trabajo sucio del gobierno de Menem, Telefe le pidió firmar un contrato de rating. No creo en el periodismo militante.

– ¿Sos, como diría Mercedes Ninci, “militante de la primicia”?

-[Se ríe] Es una frase poco feliz. Creo que tenemos que contarle a la gente todo lo que sabemos y podamos probar de la manera más creativa posible. Ese es nuestro laburo. A mí me gusta pensar por mí mismo. Preguntar es desobedecer.

– Más allá de la manipulación que hace el Gobierno intentando demostrar que la prensa es diabólica, ¿no considerás que es saludable que se hable del periodismo y de los periodistas?

-Sí claro, pero está sobredimensionada la importancia del análisis del discurso. Me parece que es importante, pero no es lo único. Hoy quien dice las cosas es más importante que las cosas en sí. Si yo te digo que este grabador es robado vos preguntás primero quién lo dijo y es un error.

– Hay muchas operaciones?

-Víctor Hugo dice que de Boudou no habla porque es “un invento de Clarín”. No, no es así, hermanito. Está tal prueba, tal otra y tal otra. Hagamos periodismo, si no todo es susceptible de ser discutido. Es una locura. El periodismo se transforma en una cuestión de fe. A mí lo que me llama la atención de Víctor Hugo es la vertiginosidad de su cambio. Me parece que se exagera la importancia de Clarín. En el argumento del Gobierno, Magnetto es casi el hombre del Renacimiento: hace de todo, hace las preguntas, conspira, tira gobiernos, compra empresas, es una cosa increíble. Es una pavada toda esa discusión. Magnetto tiene las virtudes y defectos de los empresarios argentinos. ¿Será autor de algunos de los males argentinos? Probablemente, pero no de todos ni mucho menos.

– ¿No crees que la prensa tradicional también responde a moldes y a estructuras para tratar las noticias de manera particular?

-Pero seguro. Editar es elegir. Elegir quiere decir publicar algunas cosas y dejar de publicar otras. Cada uno edita con su criterio y es lógico que ese criterio exista. Pero por eso no hay un sólo diario, hay 500, 400 radios y 8000 canales. La Nacion quiere vender más diarios, más que ninguna otra cosa. El Trece quiere medir.

– Hablando de Víctor Hugo, hay gente que también ve en vos un cambio vertiginoso, o sea, que vos también serías una suerte de converso en otro sentido?

-Este no es un gobierno de izquierda, es conservador. No creo que solucione la estructura social de la Argentina el plan limosna por hijo. No hay grandes cambios. El Gobierno es muy hábil con respecto al discurso y a los medios. E instaló una cosa terrible que es la grieta cultural. Guillermo Moreno es un López Rega sin armas, con vínculos muy cercanos con barras bravas, que influye en la gestión presidencial. Ahora, yo hoy hago el mismo programa que hacía durante los gobiernos de Menem o de De la Rúa. Me he peleado con todos los gobiernos de la democracia y está bien que eso sea así. Mi obligación es no estar bien con ningún gobierno. Por eso nunca sería funcionario.

– Pero en 2007 Elisa Carrió te ofreció ser candidato a jefe de gobierno y vos te tomaste una semana para pensarlo?

-Lo único que me hizo dudar fue la gente en la calle: todos los que se me cruzaban me decía que agarrara. Hice una reunión acá con Gabriel Cavallo, [Martín] Caparrós, Margarita Peralta (mi secretaria histórica en Página), mi mujer y yo. ¿Sabés cuál fue el primer tema que salió? Mirá vos qué ridículo, pero está bueno contarlo: ¿de qué vivo? Un intendente ganaba 5, 6, 8 lucas. No vivo con esa plata. Entonces alguien dice que podemos conseguir un montón de gente que ponga plata para mí. Y ahí se paró la discusión.

– ¿El slogan “Clarín Miente” queda inutilizado por tu parodia?

-Es tan idiota todo eso. Ese argumento es de alguien que no conoce los medios. Ninguna persona que los conozca puede pensar que vos podés digitar totalmente el contenido de un medio. Yo he manejado redacciones de 300 personas. Es imposible. ¿Vos pensás que yo leía todo lo que salía? No tenés tiempo físico. Yo hacía la tapa y bastante si veía Política y a veces ni leía todo. Un medio no es una cosa unívoca. Ellos creen que es así porque son stalinistas, pero tampoco les sale porque existe el azar, la corrupción, los intereses que se pelean. No han sido capaces, con la plata que gastan, de hacer un medio que exista. Fijate que 6,7,8 mide 3 puntos; Víctor Hugo, 2. No es una cuestión de plata.

– Algunos dicen que tu programa es la contracara de 6,7,8 .

-Me parece tonto como argumento. No es un programa periodístico, es de crítica de medios, nunca tienen una puta noticia. Vi el otro día un cachito cuando estuvo Timerman, venían de 22 puntos de un partido e hicieron 3. No es comparable.

– ¿Qué pensás de tantos hijos rebeldes? Tenembaum, Zloto, María Julia Olivan, Sietecase, y siguen las firmas.

-[Se ríe] Nosotros tuvimos la suerte de poder formar una generación y hubo de todo: tipos agradecidos y desagradecidos. Igual, siempre digo que la peor manera de perder un amigo es darle trabajo. Gente nuestra hay en todos lados. Yo sigo llamándola “gente nuestra”. Es loco eso.

– ¿Qué harías con la publicidad oficial?

-Es un curro de todos los gobiernos. Son cotos de poder que influyen sobre los medios. El día que haya una ley, eso se acaba.

– ¿Irías a 6,7,8 ?

-No, no. Sinceramente no les tengo ningún respeto. La mitad de ellos trabajó conmigo y la otra mitad está por plata. A mí me encantaría tener buenos enemigos. Tengo unos enemigos de mierda. No encuentro un gran hijo de puta; son todos pequeños hijos de puta.

MANO A MANO

Lanata, durante la entrevista con LA NACION. Foto: LA NACION / Lanata, durante la entrevista con LA NACION
Es difícil definir la ideología de Lanata. “Soy un liberal de izquierda”, suele decir, pero en un rapto de sinceridad se reconoce antes que nada como “lanatista”. A su lado, ronronea Blue, que no es ninguno de esos dólares paralelos que la gente en estos días tanto quiere manotear, sino su vieja gata siamesa.
Vive en el Palacio Estrugamou, en un distinguido y amplio departamento alquilado ubicado en el corazón de Barrio Norte, donde ahora parecen quererlo más que antes. El, en cambio, cree que nada ha cambiado. “Barrio Norte -subraya- fue siempre el mayor recorrido de Página 12, pero eso es lógico. En los países de Tercer Mundo el acceso a la cultura es de la clase media. No te leen en Berazategui ni en el Bajo Flores”.

En un mes se mudará a un departamento propio ubicado a una cuadra. Será vecino de la actriz Mercedes Morán. Antes donará a los wichis de Salta su biblioteca de cinco mil libros (se quedará sólo con cien) y sus colecciones de Página 12 y Crítica, cuando los dirigía.

Siempre busca el reconocimiento de la gente. “Por eso hago un trabajo público, si no trabajaría con otro nombre y con capucha”, justifica. ¿Malas experiencias en la calle? “En los últimos diez años -responde-, algunas cada tanto, pero siempre cuando me decían algo malo terminaban con un «Viva Cristina». Entonces está todo bien, hermano.”

Fuente: La Nacion

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