Una cuestión pesada y pasada

El miércoles, cuando se supo que una mujer de 90 kilos, con 83 centímetros de cintura y 110 de cadera había sido elegida para el nuevo calendario Pirelli, los medios no sabían cómo llamarla: “grandota”, “robusta”, “gordita pero linda de cara”, se escuchó entre los conductores de televisión. Lo cierto, es que además de haber sido un efectivo golpe de efecto para promocionar el calendario, la elección de mujeres reales como modelos se inscribe en una tendencia mundial que empieza a asomarse. Una cambio de paradigma que, sin embargo, todavía es invisible en Argentina.

“En el mundo, los diseñadores más distinguidos empezaron a abandonar la estética de la mujer lánguida y esquelética, una mujer que parece que está por morirse. Los que se creen de vanguardia, sin embargo, siguen usando a esas mujeres que parecen ‘la parca’: nenas sin maquillaje ni curvas ni gracia: mujeres irreales que parecen no tener vida, salud, sexo, sensualidad, nada”, dice Roberto Piazza, el diseñador que llevó a la pasarela a una mujer obesa como Ana María Giunta. “Lamentablemente en Buenos Aires seguimos atrasados, se sigue copiando ese modelo mientras que en el mundo empieza a verse una vuelta al romanticismo: mujeres voluptuosas que aceptan su físico, que les importa más tener clase que la belleza exterior”, sigue.

El manager de modelos, Ricardo Piñeiro es escéptico: “Lo del calendario Pirelli me parece hecho para transgredir, un gancho publicitario y no un compromiso social real”, dice. Y refleja lo que pasa en Buenos Aires: “La demanda que tengo como agencia es la que bajan los diseñadores: 1.88 de altura y 88 centímetros de cadera, y siempre fue igual. El motivo es que funciona como algo aspiracional: a la mujer le gusta ver ese tipo de mujeres a quienes la ropa les queda mejor”.

“Desde los ‘60 hasta hace muy poco, la cultura de masas homogeneizaba los cuerpos. Había que ser hiper flaca porque eso estaba asociado a la juventud. En este momento, en cambio, el mundo está saliendo de ese patrón y orientándose más hacia las personas, su individualidad. Esto es respetar los biotipos de cada uno, respetar si la mujer es más flaquita o más gordita y no alterarlo ni sacrificarlo–analiza Susana Saulquin, socióloga especializada en “el vestir”–. Pero en la Argentina estamos atrasados con ese paradigma y seguimos mostrando mujeres con caras de enfermas, de zombies, con cierta tendencia a diluir su identidad. Afortunadamente esta tendencia mundial es irreversible: mujeres que puedan decir ‘acá estoy’, con su belleza, sus kilos, su identidad, su alegría y su sentido del humor”.

El diseñador Benito Fernández, concluye: “En los ‘50, el ideal de mujer era una actriz pero no sólo por su cuerpo sino por su personalidad, su mirada, su talento. Pero en los ‘90 el ideal de mujer quedó pegado al cuerpo de las modelos de alta costura. Por eso me parece muy positivo que empiecen a aparecer estos disparadores aunque aún no lleguen a ser tendencia –opina–. Se trata de distintos lugares desde donde mostrar a la mujer aparte de la modelo de pasarela de 1.80 y de 50 kilos. Eso no muestra a la verdadera mujer, solo muestra ropa”.

Fuente: Clarín

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