El perfil de Alberto Fernández, el presidente electo

Era de madrugada, apenas habían pasado unos minutos de las cuatro cuando Alberto Ángel Fernández Pérez apareció en este mundo. Fue allá por el 2 de abril de 1959 comenzó a llorar tras recibir un par de palmadas en la cola, una costumbre que casi ya perdieron las parteras de hoy. Pasaron 60 años. De allí a la Casa Rosada, donde comenzará a buscar un camino para más de 40 millones de personas.

Con seis años cruzó por primera vez la puerta de la escuela pública Avelino Herrera. Se juntaba con una serie de chicos de su grado, todos hinchas de Argentinos Juniors. Pese a que en su casa su padre adoraba a Boca (aunque no fue fanático) Albertito sentía un admiración por los colores rojo y blanco. Nadie, en su casa, podía imaginar semejante gusto deportivo. Es más, una tía paterna, cuando su sobrino festejó los 8 años, le regaló una platea permanente de la Bombonera. No hubo caso. Lo único que no se cambia es de camiseta. Su pasión sigue intacta. Tras pasar por la secundario decidió seguir la carrera de abogado, volcada al derecho penal. No fue una decisión al azar, ya que su padre también era un hombre de las leyes. La Facultad de Derecho de la UBA lo tuvo como un alumno regular, que al recibir el diploma vio que había finalizado su carrera con un promedio de 7,80, un número apetecible para ejercer una profesión importante.

Los libros lo hicieron pensar seriamente en la política. La efervescencia universitaria lo depositó en un local del partido Justicialista de Palermo. Allí, su compañero y amigo Jorge Arguello le alcanzó una ficha de afiliación y Alberto estampó su firma. Pese a los vaivenes de la vida política, Fernández jamás dejó de ser justicialista. Entre tantas cátedras y trabajo legal, el actual presidente electo de la Nación se casó con Marcela Luchetti, madre de su hijo Estanislao, de quien habla con un babero en el cuello y admira con fervor por sus convicciones. Tardó en contarle a su heredero que en el parto, no soportó ver tanta sangre. Apenas apareció Estanislao, papá Fernández se desplomó. Se desmayó de la emoción.

No fue un matrimonio duradero, pero tampoco los conflictos del corazón fueron impedimentos en su intención de dedicarse por completo a la vida política nacional. Su muñeca dialoguista y su perfil conciliador lo llevó a ser subdirector de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía entre 1985 y 1989. Fue su amigo también quien lo contactó con un sector del radicalismo. No es casual que utilice algunas frases que empeñó el legendario ex presidente ya fallecido Raúl Alfonsín. Pero eso tampoco fue una traba para dejar al peronismo. Por eso ingresó a la legislatura porteña en 2000 y se quedó allí hasta 2003. Año en que su vida cambiaría rotundamente. Otro de sus amigos, Néstor Kirchner, lo catapultó como jefe de su campaña. El pie necesario y justo que necesitaba el ex jefe de Estado para su ingreso al territorio porteño. Después, un camino más conocido hasta su salida del gabinete de Cristina en 2008 por una serie de decisiones que no compartía. El paso del tiempo los volvió a juntar y ambos volvieron a escribir un capítulo más en la historia contemporánea del país.

Alberto Angel Fernández Pérez se colocará la banda presidencial. Para no perder su costumbre, festejará con un asado jugoso y el postre será un famoso vigilante, queso y dulce, una pasión que comparte con su amigo Sergio Massa. Fernández seguirá con su hobby, la guitarra y tocando temas de su ex profesor de música, Litto Nebbia, pero también del Flaco Spinetta y de Gustavo Santaolalla, otro de sus amigos del rock. Desde el 10 de diciembre, Alberto Fernández estará en otro lugar. Todas las miradas estarán puestas sobre él. Tendrá un trabajo importante. No es poco. Aquel chico de La Paternal lo sabe. Hoy, pasó los 60.

Fuente: Cronica

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