La tele es propia. La heladera es propia. El microondas es propio. También la cama, el sillón y el resto de los muebles. Pero la vivienda, no. Eso implica que, cada mes, al menos un tercio del sueldo irá a pagar el alquiler. Y que en dos años, si el dueño lo decide, habrá que llevarse todo a otro lugar, también ajeno. Así de inestable, cara y complicada es la realidad de cada vez más familias porteñas. Porque las que alquilan el techo ya son 1 de cada 3, y no consiguen ayuda financiera para salir de esa situación.
Las estadísticas muestran que en la Ciudad, a lo largo de la “década ganada”, la proporción de hogares alquilados se fue incrementando año tras año. En 2003 eran el 23,9%, en 2010 subieron al 28,5% y actualmente ya representan el 32%. Son casi un tercio del total y el promedio se acrecienta aún más en los barrios del centro y el norte. Ahora, si el foco se pone en las familias dueñas de su vivienda, hace 12 años eran el 64,4%, pero en 2010 bajaron al 59,2% y el descenso siguió hasta ubicarse ahora en 54,7%, poco más de la mitad.
La información surge de un informe de la Dirección de Estadística y Censos de la Ciudad, difundido la semana pasada y elaborado con datos de la última Encuesta Anual de Hogares. “Hay una tendencia decreciente del peso de hogares propietarios de la vivienda y el terreno, compensado por un aumento de los hogares inquilinos”, concluye el trabajo, que también detectó un alza en la proporción de viviendas con formas de tenencia “precaria”, como las que están en villas.
El problema es que no tener vivienda propia, además de ser incómodo, resulta una carga creciente para el bolsillo. El gobierno porteño informó en octubre que los precios de los alquileres subieron 34,5% en el último año, mucho más que la inflación y los sueldos. Según el relevamiento, alquilar un departamento usado en la Ciudad (de 2 o 3 ambientes y 50 metros cuadrados) ya sale en distintos barrios de $ 4.600 a $ 6.427 por mes. En promedio, $ 5.581 (o $ 186 al día).
Eso implica que las familias porteñas –con un ingreso medio de $ 16.075 mensuales, según el INDEC– necesitan trabajar los primeros diez días de cada mes sólo para pagar el techo. Recién a partir del día 11, con esa lógica, empiezan a obtener ingresos para el resto de sus necesidades. En otras palabras, ese alquiler promedio ya se lleva un 34,7% de lo que ganan en el mes, mientras que hace un año requería un 32,9% del ingreso familiar.
Según expertos consultados, la mayor causa es que las viviendas se volvieron prácticamente inaccesibles para el bolsillo de la clase media. “Por cómo se devaluó la moneda, el costo en pesos de las propiedades creció mucho más que los salarios. El crédito desapareció. Y, por otra parte, como está bloqueada la posibilidad de compra, los alquileres se encarecen fuerte y ese mercado se agranda”, analiza Germán Gómez Picasso, director de la consultora especializada Reporte Inmobiliario.
Tomás Marolda, secretario de la Cámara Inmobiliaria Argentina, describe un panorama similar: “En los últimos años, y con una alta inflación, al común de los asalariados sólo les alcanzó para alquilar. En otras épocas, comprar era posible porque la cuota de un crédito era una vez y media lo que salía alquilar, pero ahora es más de cuatro veces y casi nadie califica”.
“En estas condiciones –agregó–, la mayoría de las viviendas que se construyeron en los últimos años no fueron adquiridas por familias sin vivienda propia, sino por inversores que luego se las alquilaron a esas familias. Además, buena parte de las unidades nuevas fueron de uno o dos ambientes, que son las que dan mayor rendimiento al inversor, pero no necesariamente las que más necesita la población”.
Casi sin crédito privado, la mayoría de las familias que en los últimos años pudo acceder a una vivienda o construirla lo hicieron, previo sorteo, a través del plan oficial ProCreAr. Pero en la Ciudad, según los expertos, su incidencia fue en extremo limitada.
De todos modos, los datos oficiales muestran que los inquilinos también se multiplicaron en todo el país. A nivel nacional, entre 2001 y 2010, la cantidad de viviendas alquiladas creció un 60%: pasaron a ser el 15,9% de los hogares. Eso implica que, en una década, 674.000 familias pasaron a vivir bajo techos que no son propios.
Denuncian abusos contra inquilinos
Distintas normas protegen a los inquilinos para que no paguen más de lo que les corresponde. Pero muchas veces no se cumplen, según denuncian especialistas. Ricardo Botana, abogado y presidente de la Unión Argentina de Inquilinos, asegura que por ley las inmobiliarias sólo deberían cobrar hasta un 4,15% de comisión por la operación, pero “la mayoría no lo cumple y exigen dos meses enteros”. Otro problema común, cuenta, es que al final del contrato al inquilino no le quieran devolver el depósito, alegando que faltan o se rompieron cosas. O que el dueño se niegue a pagar los gastos de conservación, obligando a un juicio lento y costoso. Jorge Surin, experto en Derechos del Consumidor, agrega que los propietarios “no pueden exigir más de un mes de pago anticipado” y que “los depósitos o garantías no pueden superar un mes por cada año de contrato”. Afirma también que, si la propiedad resultara ser distinta a las fotos de los avisos, se puede denunciar a la inmobiliaria por “publicidad engañosa”.
Fuente: Clarín