Vuelve el autocine al Rosedal

Personas que entraban escondidas en el baúl para no pagar entrada, bocinazos cuando algún contratiempo interrumpía la proyección de una película, vidrios que se empañaban sospechosamente. Todo esto formaba parte de la mística de los autocines de la Ciudad, que tuvieron su momento de auge entre los años 60 y 70. Había cuatro que, en los 80, fueron cerrando. La tradición se retomó en 2008, cuando el Gobierno porteño puso a funcionar uno cada verano, primero en Parque Centenario y más adelante en el Rosedal. Diez años después, el jueves 8 de enero vuelve el autocine gratuito a Palermo con la proyección de “Mamá se fue de viaje”.

Uno de los encantos del autocine era que no hacía falta vestirse especialmente para asistir a una función. Se trataba de un divertimento casi de entrecasa. Si hacía calor, se podía ir en short y ojotas y nadie se daba cuenta. Y los asientos del propio vehículo se convertían en las butacas para ver el espectáculo. El sonido llegaba por radio, a través de una frecuencia de onda corta.

La idea nació en los Estados Unidos. Se le ocurrió a Richard Hollingshead, que lo comenzó como un experimento en el patio de su casa. Hasta que en mayo de 1933, inauguró el primer “Drive-In Theater”en Camden, New Jersey. La entrada era de US$ 0,25 por vehículo y otro tanto por cada persona. La iniciativa fue un éxito y para 1958 había 4.063 autocines en todo Estados Unidos.

Entre los años 60 y 70, esta modalidad para ver películas bajo las estrellas llegó a Buenos Aires. Había cuatro autocines: el de la Ribera, en la Ciudad Deportiva de la Boca; el Panamericano, en Panamericana y Pelliza; el Buenos Aires, en General Paz y Constituyentes, y uno que estaba en la terraza del supermercado Todo, en Empedrado y Artigas, Villa del Parque. Hasta que fueron cerrando gradualmente, en la década de los 80.

En la zona donde hoy se ubica Tecnópolis, sobre un portón que daba a la General Paz se destacaba la carrocería de un Ford Falcon rojo. Ese era el sello de la entrada alAutocine Buenos Aires, que fue el último en cerrar, a fines de los 80. Tenía una gran pantalla hecha en chapa y apoyada sobre una estructura de hierro, para que no se volara. En verano, las funciones comenzaban a las 19.30 y en invierno a las 18. Terminaban alrededor de la medianoche.

En 2016 murió el último operador cinematográfico de este autocine, Jaime Picera. En 2008, había compartido sus recuerdos en una entrevista publicada en la revista Para Ti. Una de las cosas que contó fue que, en el Buenos Aires, tuvieron que dejar de transmitir el sonido por radio. Es que como el predio estaba junto al Batallón 601 del Ejército, se mezclaban las señales.

“Al final hubo que cablear todo el lugar y poner parlantes individuales para cada auto, que se descolgaban de un poste y entraban por la ventanilla. Después, muchos espectadores, apurados por irse, se llevaban los parlantes puestos”, relató Picera.

El operador tenía claras todas las picardías a las que apelaban los espectadores: “Desde las parejas que empañaban los vidrios, hasta los que entraban escondidos en el baúl para no pagar la entrada. Los rollos venían en tres partes y se dividían entre todas las salas. Al terminar, una moto alcanzaba la parte de la película que faltaba. Cuando el motoquero demoraba demasiado, todos empezaban a tocar la bocina, ¡cómo aturdían! Para todo se usaban los recursos del coche: como había una confitería en el lugar, para llamar al mozo se le hacían señas con las luces”.

Desde hace diez años, el Gobierno de la Ciudad revive la tradición del autocine. Al principio, lo instalaban en Parque Centenario, pero iban tantos automovilistas que pronto quedó chico. Por eso lo mudaron al Rosedal de Palermo, donde entre el 8 y 13 de este mes habrá seis funciones, que no se suspenden por lluvia.

Siempre a partir de las 20.30, en una pantalla de 15 metros por 10 proyectarán los filmes “Mamá se fue de viaje”, “Mujer maravilla”, “Mi villano favorito 3”, “Las aventuras del Capitán Calzoncillos”, “Spider-Man: De regreso a casa” y “El fútbol o yo”, todas estrenadas durante 2017. El sonido llegará a través de una frecuencia modulada de radio.

Los automovilistas podrán ingresar desde las 19 por la avenida Iraola, donde serán recibidos por los acomodadores hasta completar la capacidad de 300 vehículos del predio. Y, al igual que el año pasado, habrá food trucks para cenar al aire libre, para que la experiencia de ver cine bajo las estrellas sea completa.

Fuente: Clarín

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