Cómo enseña una de las docentes argentinas nominadas entre las 50 mejores del mundo

Cuando Carolina Muñoz se enteró de que había sido seleccionada entre los 50 mejores maestros del mundo, no pensaba en otra cosa más que en abrazar a sus alumnos y celebrar con ellos. Pero la noticia llegó dos días después de que se suspendieran las clases en todo el país, el 16 de marzo pasado, y el festejo -como casi todo en medio de la pandemia del coronavirus – le “quedó atravesado”.

Junto con la docente santafesina Mariela Guadagnoli, también Carolina Muñoz fue elegida entre más de 12.000 maestros de 140 países que participaron de la última edición del Global Teacher Prize, conocido también como el “Nobel de la e ducación” por el millón de dólares que entrega a su ganador. De esos 50 quedarán en carrera solo diez, y la lista con los nombres de los finalistas se conocerá en agosto próximo. Mientras tanto, Carolina Muñoz piensa en nuevas ideas para que sus alumnos sigan aprendiendo a la distancia. Es maestra de inglés en la Escuela Primaria N° 751 Teniente General Juan Carlos Sánchez , a la que asisten unos 500 chicos de la ciudad de Bandera, a 260 kilómetros de la capital de Santiago del Estero. Sus alumnos están en séptimo grado, porque el idioma inglés es obligatorio recién en el último año de la primaria.

En Bandera, cuenta la docente, el 80 % de los chicos que va a la escuela vive en situación de vulnerabilidad . No hay agua potable, tampoco cloacas. Salvo algunas excepciones, sus alumnos no tienen computadora en sus casas, y la señal de internet, cuando hay, es mala. “Como al principio se suponía que íbamos a estar sin ir a la escuela por 15 días, adapté un libro en PDF muy cortito y le agregué algunas actividades. Pero era un parche para ese momento. Cuando vimos que la cosa iba para largo, me di cuenta de que tenía que buscar alguna alternativa, pero no sabía cómo”. Era un reto difícil. Carolina Muñoz fue seleccionada entre los mejores maestros del mundo por haber transformado un aula tradicional en una interactiva. Por enseñarles inglés a sus alumnos de una manera totalmente distinta, por capturar el interés de los chicos llevándolos de viaje virtualmente por distintas ciudades del mundo. En sus clases recorren museos y visitan los parques de países remotos y desconocidos . “Salimos de Bandera y viajamos miles de kilómetros en cada clase”, dice Muñoz.

Una mañana, hace ya dos años, la directora de la escuela le contó a la docente que tenían un carro digital que había llegado hace un tiempo, pero que nadie usaba: un proyector, una pantalla interactiva y 30 computadoras. “Esto es oro en polvo”, le dijo Muñoz, y al otro día le pidió ayuda al portero del colegio para instalar el equipo, que remplazó definitivamente al pizarrón con tizas y transformó la dinámica de sus clases.

Muñoz cuenta que a sus alumnos no les interesaba estudiar inglés. Lo veían como algo lejano, sin demasiada utilidad. No tenían ninguna motivación por aprender un idioma. “Un día hice una encuesta y les pregunté qué cosas les interesaba, y la mayoría hacía referencia a la tecnología, probar dispositivos que no había en sus casas. Había chicos que nunca habían escrito en un documento de Word”.

Un paseo virtual por el mundo
En una de las clases, estaban leyendo un capítulo del libro que hacía referencia al meridiano de Greenwich, recuerda la docente. “Los chicos estaban medio perdidos. Entonces les dije que los iba a llevar hasta allá. Y con Google Earth visitamos el Observatorio de Greenwich, en Inglaterra. Después seguimos paseando por distintos lugares de Europa. Terminamos en Disney. Fue una clase divertida, y cada vez demostraban más interés”.

Este año, Muñoz apenas tuvo cuatro clases con sus alumnos de 7° grado, un total de setenta estudiantes divididos en tres cursos. “No llegué a hacer el relevamiento de los que tienen computadora en sus casas, pero son muy pocos. El celular es la principal herramienta, y nos comunicamos por WhatsApp. De todas formas no es fácil. Hay familias en las que hay un solo celular para varios hermanos, por eso no les doy un tiempo límite para presentar las actividades”, dice la docente, que durante la cuarenta se convirtió en casi una experta de producción y edición de videos. “Tenía la necesidad de que me vieran, de estar más conectados, y de tratar de replicar algo de lo que son nuestras clases interactivas. Así comencé a grabar a videos, de repente me encontré hablándole a una cámara, trabajando en la pantalla interactiva y explicando las actividades. Sé que no es lo mismo y que un video puede ser aburrido después de unos minutos. Pero mi objetivo es que lo vean hasta el final, entonces trato de que haya algo que los sorprenda. Pongo efectos, música. Uso todas las herramientas posibles. Que sea algo dinámico”, señala la maestra, que reconoce que un video de cinco minutos puede llevarle tres horas de edición. Para que puedan acceder al material, teniendo en cuenta la escasez del paquete de datos de los celulares de sus alumnos, Muñoz sube el video a su canal de YouTube y les pasa el link por WhatsApp. “El 80 % de los alumnos me responde. Del otro 20 % la directora se ocupa de contactarlos. Son chicos que no acceden a los datos o que no tienen la asistencia de un adulto, y la ausencia de los padres en este contexto hace que el circuito se rompa”, se lamenta la docente, que también es madre de tres hijos en edad escolar.

El año pasado, Martín Salvetti, el profesor de una escuela técnica de Temperley, se convirtió en el primer argentino en quedar entre los diez finalistas. Finalmente, el keniata Peter Tabichi se quedó con el premio. Carolina Muñoz se tiene confianza, y si llegara a ganar el millón de dólares, uno de sus objetivos es impulsar nuevas aulas interactivas para los alumnos que menos recursos tienen.

El comité del Global Teacher Prize encargado de seleccionar a los candidatos se rige por distintos parámetros: buscan que los docentes empleen prácticas de enseñanza eficaces e innovadoras, que puedan replicarse y ampliarse, y que hayan obtenido resultados de aprendizaje verificables y de impacto en sus comunidades. Aun en cuarentena, el trabajo de Muñoz cumple con estos criterios.

Fuente: La Nación

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