Continua el debate por la supuesta participacion de Bergoglio durante el Proceso

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La reacción eclesiástica, reflejada en las diversas gestiones realizadas tanto por los superiores de la Orden a la que pertenecían los religiosos como por otras autoridades de la Iglesia Católica Argentina persuadieron acerca de la liberación de los secuestrados por el régimen imperante.” Así describió el Tribunal Oral que llevó adelante el primer juicio por violaciones a los Derechos Humanos en la ESMA la gestión que, entre otros, realizó el cura Jorge Bergoglio para conseguir que los sacerdotes Orlando Virgilio Yorio y Francisco Jalics, secuestrados el 23 de mayo de 1976 en el Barrio Rivadavia –donde realizaban su tarea pastoral junto a los más pobres–fueran liberados del principal centro clandestino de detención y torturas que dependía de la Marina durante la dictadura.
El propio padre Yorio, según consta en el expediente –al que tuvo acceso Tiempo Argentino– destacó la labor de Bergoglio, aunque también señaló un episodio confuso sobre el cual su visión fue crítica. La documentación muestra que Bergoglio pagó de su bolsillo el pasaje para que Yorio viajara a Roma tras recuperar la libertad.
Desde fines de 1975, Bergoglio, quien por entonces era el “provincial” jesuita y tenía ascendencia jerárquica sobre Yorio y Jalics, venía soportando “presiones”. El propio Yorio lo relató en la causa: “Reunidos los tres con el P. Bergoglio, éste nos dice que hay muchas presiones sobre él en contra de nuestra comunidad. Presiones provenientes de la Provincia, provenientes de Roma, provenientes de otros sectores de la Iglesia argentina. Que las presiones son muy fuertes, que él no puede resistirlas. Nos habla de la disolución de la comunidad… En diciembre de 1975, dado la continuación de los rumores sobre mi participación en la guerrilla, el P. Jalics volvió a hablar seriamente con el P. Bergoglio (quien) reconoció la gravedad del hecho y se comprometió a frenar los rumores dentro de la Compañía y a adelantarse a hablar con gente de las fuerzas armadas para testimoniar sobre nuestra inocencia.”
Sin embargo, Yorio fue secuestrado, “aislado e interrogado de manera intimidatoria respecto de Pinochet, Angola y sobre cierta documentación que habían hallado en ese lugar”. Cinco meses estuvieron desaparecidos, en condiciones infrahumanas, hasta que “como consecuencia de las gestiones efectuadas, entre otros, por la Orden religiosa a la cual pertenecían los damnificados y el interés demostrado por las cúpulas de la Iglesia Católica, durante la noche del 23 de octubre de 1976 fueron liberados, luego de ser drogados y trasladados en helicóptero hasta un campo ubicado en la localidad de Cañuelas, provincia de Buenos Aires”. En ese contexto Yorio relató: “Dos días después (de la liberación, el 26 de octubre de 1976) nos reunimos con el P. Bergoglio en casa de mi madre. Yo estaba sin documentos y no podía moverme. Ese día quedamos en que el P. Provincial trataría mi incardinación con Monseñor Novak. Ese día me dijo que no era necesario que yo firmara las dimisorias porque para hacer el trámite más expedito él había hecho un acta bajo testigos, con lo que quedaba clara mi salida de la compañía. Yo entendí que se había hecho en ese momento y en razón de que yo no podía salir de casa de mi madre y para acelerar mi incardinación. El provincial no me dijo que con esa acta me habían expulsado, tampoco me dijo que eso había sido el 20 de mayo (o sea tres días antes de caer preso).” El sacerdote se preguntó, en tono crítico y según consta en el expediente: “¿Cómo se explica que haya un acto ficticio en el que se me expulsa de la Compañía sin que yo lo sepa, justo tres días antes de mi prendimiento?”
Cuando declaró como testigo en el juicio, “Bergoglio relató que, una vez liberados los damnificados, lo primero que procuró fue asegurar su integridad física, para lo cual les solicitó que no dijeran adónde habían estado y los sacó del país. Respecto de esto último, recordó que informó a las autoridades, al obispo local y a Roma.” El hoy Papa Francisco “supo del secuestro el mismo día a las primeras horas de la tarde, por intermedio de un llamado telefónico de una persona del barrio, y que al tiempo supo que los responsables pertenecían a la Marina, aunque desconocía que estuvieran alojados en la ESMA”. En ese contexto, señaló que “no buscó tener contacto directo porque le pareció que era la mejor manera de proceder, ya había otra gente que se estaba ocupando del tema”.
Más allá de esa situación, que necesariamente debe leerse en el contexto histórico en que ocurrió, el sacerdote Yorio aportó un escrito al expediente en el que aclaró el rol que le cupo al hoy Sumo Pontífice en su situación personal. “El P. Bergoglio informó a monseñor Novak (Jorge, obispo de Quilmes) sobre mi persona verbalmente. Lo hizo delante de mí para que no hubiese más problemas, según dijo. Informó muy favorablemente. Dijo además que yo no salía de la Compañía por ningún problema sacerdotal, ni religioso, ni disciplinar (sic). Que el único problema era el de tensiones entre grupos humanos. El P. Bergoglio con protección de la Nunciatura hizo el trámite de mis documentos. Me facilitó mi documentación de la Compañía. Pagó mi viaje a Roma porque la diócesis no podía hacerlo. Aquí en Roma intervino para que se me recibiera en el Colegio Pío Latino y para facilitar mi ingreso en la Gregoriana. En el trámite de incardinación y de mi traslado a Roma entiendo que se comportó con mucha diligencia y corrección. Mi obispo quedó muy agradecido de ello. Pero explicaciones sobre lo ocurrido anteriormente no pudo darme ninguna. Él se adelantó a pedirme que por favor no se las pidiera porque en ese momento se sentía muy confundido y no sabría dármelas.” «

Fuente: Tiempo Argentino

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