Divorciados, viudos y hasta solteros sin hijos que apuestan al amor lo hacen cada vez más a través de un nuevo formato de pareja a la medida del siglo XXI: vivir en casas separadas. Se trata de la tendencia “Living Apart Together” -LAT- (viviendo en casas separadas). Son parejas que priorizan el “estar juntos, pero no revueltos”. Las más maduras, y que ya superaron la etapa de crianza de hijos, buscan el enriquecimiento personal. Los más jóvenes, mantener su independencia.
En Estados Unidos se estima que 1,7 millones de parejas casadas viven en casas separadas. En Inglaterra, otras 2.2 millones de personas viven como LAT. El Economic and Social Research Council evaluó en ese país qué parejas son las que están optando por vivir separadas. De un total de 572 encuestados LAT, el 61% correspondía a jóvenes menores de 35 años; el 5% estaba casado. Además, el 30% aseguró vivir separado de su pareja por elección, considerando que era una alternativa positiva para relaciones duraderas, sobre todo, luego de haber sufrido malas experiencias en romances anteriores.
Expertos argentinos coinciden en que la tendencia también desembarcó en el país y, entre sus beneficios, destacan la emoción de la vida propia, tener más temas de conversación con la pareja y más tiempo de hacer actividades que al otro no le gustan (por ejemplo, ver fútbol). Además, resaltan que algunas optan por vivir separados para salvar la pareja o para mantener la independencia.
“No me gusta dar explicaciones a nadie”, dice Fernando (35), divorciado, de novio hace cinco años, reacio a la convivencia y vecino de La Lucila. “Confío en la persona que tengo al lado y no le corto las alas: ella puede hacer lo que quiera.
De la misma manera que yo tengo mi libertad. Es fundamental ”, postula.
“En el consultorio, los casos aparecen cada vez más”, cuenta el médico Carlos Emilio Antar, especialista en psiquiatría de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Y agrega: “A veces, las parejas viven en hogares separados. Otros comparten el cuarto una noche sí y otra no. Quieren tener mayor independencia. Esto ocurre marcadamente en parejas jóvenes -afirma Antar-, y se da por un cambio en la mentalidad de la época, p orque la pareja se puede llevar bien y tener características de convivencia que escapan a lo tradicional”.
Eduardo Drucaroff, especialista en grupos y parejas, acuerda. “Ahora hay mucha más aceptación de la diversidad de formato, y un mayor respeto por las necesidades individuales, que dejan de ser una mala palabra. Está socialmente bien aceptado, aunque el exceso del respeto por la individualidad puede conspirar contra la pareja”.
“Me gusta necesitar del otro. Buscar distintas formas de verlo, fomentar el encuentro”, dice Martina (39), gerenta de una empresa, soltera, vecina de Belgrano. Está en pareja desde hace dos años, pero viven separados. “Me permite tener mis espacios. Y no me siento subordinada a lo que él quiera hacer. Si tengo ganas de salir a caminar o encontrarme con mis amigas, lo hago sin dar explicaciones”, relata.
La modalidad de las camas separadas, al parecer, tiene un correlato directo en la intimidad y el deseo. “Sabido es que la rutina mata al amor, o lo adormece. Vivir en estado de novios o amantes es más seductor y hasta más erótico, evitando compartir lo indeseable, escapando de la costumbre y respetando a ultranza los deseos y tiempos personales”, asegura la psicoanalista especializada en vínculos Rosalía Beatriz Alvarez. Y El sexólogo Juan Carlos Kustnetzoff, aporta: “Muchas veces mejora la sexualidad de la pareja”.
Para otro sexólogo, Patricio Gómez di Leva, este tipo de relaciones son la consecuencia de un cambio en la manera de encontrarse con el otro: “ Hace tiempo que el matrimonio tradicional está en crisis. La familia Ingalls es sólo un recuerdo. Hoy, tanto hombres como mujeres valoran su libertad y no están dispuestos a hacer algunas concesiones que hicieron sus abuelos”.
Eso sí, Gómez di Leva advierte: “ Este modelo no es apto para celosos. Para que funcione, es fundamental respetar los espacios de intimidad del otro. La confianza es fundamental”. Además, vivir separados es obviamente más costoso, porque hay que mantener dos casas.
Si bien la información no está sesgada en hogares unipersonales con pareja, la última encuesta anual de hogares de la Ciudad de Buenos Aires señala que en los últimos 30 años ese tipo de hogares casi duplicaron su participación, al pasar del 16 al 29%, en particular en las zonas norte y este donde su proporción alcanza el 35% y 37% respectivamente.
Los especialistas apuntan que esta modalidad se da, sobre todo, en parejas jóvenes y en aquellas cuyos vínculos están desgastados. En estas últimas, la elección de vivir en casas separadas es tal vez el último paso antes del divorcio. Pero, ¿se puede volver atrás? “A veces sirve”, dice Atar. “En todo caso, posterga bastante el divorcio. Y en ocasiones, sirve para que la pareja se rearme”. Así, no vivir bajo el mismo techo puede ser una manera de volver a empezar.
Fuente: Clarin