Tres días después de las elecciones primarias, la derrota del kirchnerismo en los principales distritos del país empieza a plantear la necesidad de cambios en la gestión económica. Está claro que el modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social que engalanó los discursos de Cristina Kirchner ha pasado a ser, en realidad, un modelo de estancamiento del consumo atado únicamente a la evolución de la soja con inflación, déficit energético y caída de las reservas monetarias. Y esa ha sido la razón fundamental por la que dos tercios de la sociedad argentina el domingo castigaron con su voto a la Presidenta y a todos sus colaboradores.
Uno de los ministros más importantes del Gobierno suele decir, con una sonrisa inexplicable, que a Cristina no se le pueden llevar planes. No le gustan los planes ni se toma el tiempo para escucharlos. Por eso es que el funcionario que maneja la mayoría de los resortes de la economía es Guillermo Moreno. El secretario de Comercio Interior es el campeón del corto plazo y a él, está claro, tampoco le gustan los planes.
Sin embargo, después de su impactante triunfo de 2011 con más del 50% de los votos en el país, hubo un plan que sí escuchó la Presidenta. Fue el Cepo al Dólar. En su elaboración tuvieron que ver Moreno y el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, pero fue Axel Kicillof, el hoy alicaído viceministro de Economía, quien le aportó los conceptos más sustanciosos. Y si bien la inflación y el estancamiento son dos variables que le hacen un daño enorme a la situación económica, el cepo al dólar destruyó el mayor capital que el Gobierno había acumulado en los años de Néstor Kirchner: la credibilidad.
El cerrojo creciente que fue tendiendo el kirchnerismo sobre el ahorro y la utilización de dólares que practicaban muchos argentinos convenció a la mayoría de que el Gobierno tenía el propósito de avanzar sobre ese dinero para despojarlos en última instancia. Expertos en crisis y escépticos sobre las promesas financieras de los Lorenzo Sigaut, los Domingo Cavallo o los Eduardo Duhalde de la historia, los integrantes de las decisivas clases medias argentinas sepultaron el destino del cepo al dólar bajo la lápida de una desconfianza suprema.
Es esa razón la que lleva a muchos economistas a opinar que, en las circunstancias actuales, es imposible eliminar el cepo al dólar. Enrolado en los equipos de Sergio Massa, Miguel Peirano, opina diferente: Con criterios ordenados, se podría salir. El cepo no soluciona ningún problema. Hoy las reservas caen, hay problemas en la actividad y en las cuentas fiscales. En la misma línea se anima el economista del macrismo, candidato a diputado y presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger. Liberar el cepo al dólar sería algo sencillo que se podría hacer de un minuto para otro; pero lo tiene que hacer un gobierno con credibilidad y entrarían tantos dólares que el problema sería el exceso y no el faltante.
Acostumbrada al secreto, Cristina evalúa en soledad la posibilidad de hacer cambios o de dejar todo como está. La Presidenta tiene dos chances para cambiar el clima. Renovar equipo y políticas ahora o esperar al 27 de octubre para decidirlo luego de la derrota inevitable en las elecciones legislativas.
Fuente: El Cronista