Volar entre Madrid y Nueva York, siempre y cuando todo vaya bien, supone ahora mismo entre siete y ocho horas, pero a no tardar mucho las barreras del tiempo y el espacio podrían comprimirse y reducir ese mismo vuelo a menos de cuatro. Los viajes supersónicos en aviones que desafían la velocidad del sonido, superándola en 1,5 veces, es decir volando aproximadamente a 1837 kilómetros por hora, están a punto de hacerse realidad.
De ello saben mucho un grupo de ocho estudiantes del Departamento de Aeronáutica y Astronáutica de la Universidad de Stanford, liderado por dos profesores españoles: Juan José Alonso, docente en esta Facultad desde hace 13 años, además de director del programa de aeronáutica de la NASA durante dos años, y Francisco Palacios, que desde Madrid aterrizó en este prestigioso centro dos años atrás con ganas de expandir sus ideas.
Hace 20 meses que empezaron a trabajar en el proyecto SU2, “un programa de diseño aerodinámico para optimizar los aviones, es decir, para lograr modelos que consuman menos combustible, que causen menos gases de efecto invernadero, menor ruido y que vuelen a más velocidad y altura”, explica Alonso. “Para ello creamos modelos por ordenador y los combinamos con optimizadores para que nos digan que forma del avión es preciso cambiar con objeto de conseguir un aparato mejor que los de hoy en día en un 20 o 30%”, añade en tono pedagógico.
Los ordenadores de los que habla Alonso y que utilizan en el proyecto no son unas computadoras cualquiera, sino las del centro de investigación de la NASA, unas máquinas gigantes, apodadas “sequoia” que analizan millones de datos en cuestión de segundos y que equivalen a la potencia de 10.000 ordenadores personales juntos, con la diferencia añadida de que estos tardarían años en procesar lo que los super-ordenadores hacen en cuestión de minutos.
Ellos introducen cálculos y fórmulas en la pantalla y el ordenador los traduce en diseños optimizados, abriendo así las puertas a la realidad de aviones supersónicos, coches y barcos más eficientes y cualquier mecanismo que se mueva por los principios de la aerodinámica.
Una herramienta revolucionaria
Una de las novedades de esta herramienta que, en opinión de Francisco Palacios “va a revolucionar la aeronáutica” , es que se trata de un programa open source, es decir, de libre descarga en Internet.
Las implicaciones son enormes para el mundo de la aeronáutica, “ya que por primera vez un programa de diseño de aviones y otros aparatos se ofrece libre y gratuito, abierto a cualquier empresa, centro educativo y particular que esté interesado en descargárselo”, explica Palacios, promotor de la iniciativa. “La idea es poner el conocimiento al alcance de todos. Y, no sólo eso, abrirlo para que así quien lo desee pueda contribuir con su aportación personal a mejorar el programa y avanzar unos pasos más en su desarrollo”.
“Es la ventaja que tiene trabajar en una Universidad como Stanford”, comenta, “no en vano es un centro que se caracteriza por atraer a las mentes más brillantes del mundo, tanto profesores como estudiantes”, puntualiza Alonso. De todos es conocido que la Universidad de Stanford fue la incubadora del desarrollo de Internet y de la creación de Silicon Valley y las muy exitosas empresas tecnológicas.
En los 20 primeros meses de andadura, el programa ha tenido ya una gran acogida. Los ocho estudiantes, a punto de concluir su doctorado en Standord, muestran con entusiasmo las cerca de 50.000 visitas de internautas de 136 países que ya ha tenido su página, las 6.000 descargas del software, así como las muchas universidades y empresas que se han interesado por conocerlo, entre ellas, Ferrari, Boeing y Rolls-Royce. La guinda del pastel es la NASA, que va a financiar a través de la empresa Lockheed Martin la construcción de un avión supersónico basado en el modelo de diseño de los alumnos de Stanford.
Si los planes se llevan adelante, a no tardar mucho los aviones supersónicos comerciales serán una realidad y viajar de Madrid a San Francisco ya no supondrá quince horas o más, sino menos de seis, en un avión ecológico y poco ruidoso. Las barreras del tiempo y el espacio se habrán entonces comprimido y darse un paseo por el planeta será cuestión de horas. Una vez más Stanford estará al frente del desafío.
Fuente: El Pais