Detrás de la imagen seria y atildada que transmite desde su poltrona en la Cámara de Diputados, donde comanda los destinos del bloque del PRO, Federico Pinedo esconde un bromista incansable, una especie de alumno díscolo que con cara de “yo no hice nada” siempre se escapa de los retos de sus profesores. “Debería haber sido arquitecto. Creo que me equivoqué de profesión”, responde, pícaro, cuando se lo consulta por su destino en la vida, si no hubiera elegido el Derecho y la política.
De regreso de sus vacaciones en Villa La Angostura (Neuquén), el legislador se desentiende de las denuncias de “complot”, para lograr elecciones anticipadas, que realiza el gobierno. “No conozco a nadie que quiera desestabilizar. No sé a quién se referirán.”
Un tímido “podría ser” se convierte en la mejor evidencia de una eventual postulación para ser alcalde porteño en 2015. De todas maneras, piensa que “lo mejor es dejar que las candidaturas vayan consiguiendo sus apoyos”, y manifiesta que su respaldo “siempre” estuvo con la hoy senadora Gabriela Michetti.
A la hora de elegir entre la arena y las altas cumbres no duda. “Montaña definitivamente.” Si la pregunta es sobre la estrategia del macrismo en el Congreso para este año, tampoco vacila. “Vamos a tener una agenda propia y un equipo de respuesta para la agenda de los demás. Hay cuatro temas principales: inseguridad y narcotráfico, inflación, relación entre educación y trabajo y federalismo e infraestructura”, recita, como si estuviera buscando el pase a la final en el “repechaje” de Feliz Domingo. Pero Pinedo da nuevamente paso al humor cuando llegan las cuestiones más “distendidas”:
–¿Alguna vez se insoló?
–Sí, un par de veces.
–¿Filtro o bronceador?
–Ninguno de los dos. Por eso me insolé.
Jura que cuando termina el trabajo no hay nada que pueda truncar sus vacaciones. “Siempre están muy bien. Me desconecto en 24 horas y apago el teléfono”, confía. Aunque recuerda una ocasión, en el verano de 2002, en la que el celular quedó prendido y recibió una comunicación que interrumpió brevemente su descanso. Del otro lado estaba el hoy jefe de Gobierno y jefe político de Pinedo, Mauricio Macri. “Me llamó para decirme que iba a ser candidato a presidente.” Pocos días antes, Fernando de la Rúa, Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Caamaño habían pasado con mucha más pena que gloria por la Casa Rosada. Pero las vacaciones de Pinedo cintinuaron y pocos meses más tarde el actual alcalde capitalino terminaría por bajar su postulación.
Ajeno a las costumbres de muchos dirigentes que dedican largas horas al cuidado de su figura, como Francisco de Narváez o el mismísimo Macri, el titular del PRO en la Cámara Baja no practica ningún deporte. “Camino en las mañanas”, dice.
Cuando se le pide que opte por un músico, abre un amplio abanico. “Escucho folklore y música clásica”, comenta, en un principio. En el escalón más alto de la música popular argentina pone a Jaime Dávalos “como letrista” y a Alfredo Zitarrosa y Mercedes Sosa “como intérpretes”. Ludwig van Beethoven y Richard Wagner, “en ese orden”, ocupan el podio clásico. Si se lo consulta por algo más actual, se queda con el estadounidense JJ Cale, autor de clásicos como “Cocaine” y con el jazzista argentino Adrián Iaies. En el cine sus preferencias corren por el lado de Ingmar Bergman y François Truffaut, y no duda en calificar como “una basura” al “Lobo de Wall Street” que personificó Leonardo DiCaprio. Entre sus destinos preferidos destaca el lago Nahuel Huapi y Gandhara, en Pakistán, como un lugar sorprendente. Revela que su autor preferido es el escritor alemán Ernst Jünger y que el último libro que pasó por sus manos fue Por el Himalaya de Francis Younghusband. “Es un explorador inglés de fin del siglo XIX que se fue caminando de Pekín a la India.” Ante la pregunta sobre si le gustaría vivir una experiencia similar, cuenta que hasta el año pasado los viajes, con duraciones de diez días, por Salta y Jujuy, fueron un rumbo recurrente. Tan recurrente como las discusiones políticas en la mesa familiar. “¡Es que tengo un hermano kirchnerista!”, dice antes de soltar una carcajada. «
Fuente: Tiempo Argentino