Demora meses en tomar la decisión y, por fin, llega al consultorio del sexólogo. Supone que le va a ordenar estudios, remedios o, en el mejor de los casos, le va a pedir que mire películas eróticas. Pero el médico lo escucha y observa que no: en su caso no hay ninguna causa orgánica para la falta de deseo sexual.
Lo que tiene es estrés.
Entonces le pide que se ponga cómodo, que cierre los ojos y le enseña cómo reducirlo. Es que respirar, meditar y visualizar son las técnicas que ya usan muchos sexólogos para complementar el tratamiento para las disfunciones sexuales.
“Alrededor de un 70% de los pacientes con síndrome de estrés también tienen alteraciones en la sexualidad. Entre los hombres, especialmente impotencia y eyaculación precoz; entre las mujeres, alteraciones en el deseo y en la lubricación. Esto, porque el principal órgano sexual es el cerebro ”, explica Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés.
Alcira Camillucci, ex presidenta de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana, agrega: “Cuando la disfunción aparece por causas emocionales, les enseño ejercicios de relajación para tomar conciencia del cuerpo, técnicas de respiración para oxigenarse o de bioenergética, que son ejercicios que enseñan a accionar sin tensionarse. Incluso podemos hacer ‘sueños dirigidos’, para que aprendan a visualizar las situaciones que les producen estrés y a moverse a un estado más confortable. El efecto sobre la vida sexual no es directo pero una buena sexualidad se da en un medio saludable: físico y contextual”.
Adrián Helien, psiquiatra y sexólogo del Hospital Durand, usa las técnicas llamadas “Mindfulness” y “Terapia de aceptación y compromiso” (TAC). “ Cuando uno está estresado no tiene conciencia del cuerpo ni de sus sensaciones.
La primera técnica está basada en la meditación y ayuda a conectarse con el presente, a desactivar los pilotos automáticos. Les enseñamos ejercicios de respiración con atención plena para que logren conectarse con su cuerpo, su mente y con el presente de manera intencional. Es que si no hay conexión entre el cuerpo y la mente el deseo sexual desaparece ”, explica.
Y da un ejemplo cotidiano: “Supongamos que un hombre llega con un problema de erección. Descartadas las causas orgánicas, vemos que su circuito funciona así: un pensamiento anticipatorio negativo –‘voy a volver a fallar’– desencadena una emoción negativa –angustia o estrés–. Se descargan sustancias como la adrenalina que impiden la respuesta sexual adecuada y se cierra el circuito con más pensamientos negativos. Entonces, ¿sólo le damos algo para la disfunción eréctil o también lo ayudamos a despegarse de las experiencias que lo limitan?”.
La segunda técnica (TAC) es una terapia orientada hacia los valores: “También está basada en la meditación, pero incorpora el lenguaje. Según cómo alguien defina una situación puede ser una salida o una cárcel: ‘no puedo’, ‘no me excita’, ‘seguro que ya no le gusto’, son ejemplos de narrativas que generan disfunciones”, dice. Las dos técnicas se usan especialmente para afrontar el estrés y ansiedad en disfunciones eréctiles, orgásmicas, eyaculatorias y de lubricación.
La ginecóloga y sexóloga Sandra Magirena usa otras dos terapias como complementos del tratamiento: “Uso herramientas de una técnica llamada HeartMath: mientras el paciente respira conectado a un sensor de pulso, un software muestra cómo varía su frecuencia cardíaca en relación a las emociones, y aprende a relajarse con aquellos recuerdos o imágenes que le producen tranquilidad ”, explica.
La otra técnica, llamada EMDR, permite desensibilizar trabas emocionales a través de movimientos oculares, sonidos o golpecitos. “Esos movimientos desencadenan un mecanismo neurofisiológico que facilita la conexión entre los dos hemisferios cerebrales y permite bajarle la carga perturbadora al material emocional. Se utiliza para fobias sexuales, vaginismo y eyaculación precoz y también para optimizar los recursos emocionales en los vínculos”, completa.
Todas, aclaran, están avaladas científicamente y validadas por la experiencia clínica y estudios controlados. Existen también investigaciones con resonancias magnéticas que registran cambios concretos en el cerebro de las personas que meditan y las que se aplican EMDR. Se trata entonces, de una nueva ola de terapias que entienden que aunque el alerta la emita un órgano sexual, el cuerpo y la mente trabajan juntos.
Fuente: Clarín