Luego de 6 años, la flor se pondrá nuevamente en funcionamiento

En los primeros días de marzo, y cuando el sol del verano esté dejando a su paso las últimas huellas más resplandecientes, la monumental flor metálica de la Plaza de las Naciones Unidas, situada en la avenida Figueroa Alcorta, a metros de la Facultad de Derecho, volverá a abrir y cerrar sus pétalos como lo hizo hasta hace seis años, cuando quedó paralizada por problemas técnicos.

En principio, la fecha estipulada para la reinauguración de la Floralis Genérica es el 8 de marzo, en coincidencia con el Día Internacional de la Mujer. Otra vez, la “obra ambiental”, como la denominó quien la ideó y obsequió a la ciudad, el fallecido arquitecto argentino Eduardo Catalano, retomará su esplendor tras haber quedado inerte y, en los últimos meses, rodeada de andamios para concretar su reparación.

La escultura, que se realizó con materiales provistos por la empresa de aeronaves Lockheed Martin Aircraft Argentina, fue la primera con movimiento del país. Formalmente se inauguró en abril de 2002, pero, tal vez “inspirada” por la llegada de la primavera, comenzó a abrir y cerrar sus seis pétalos en septiembre de aquel año. Las hojas de acero y aluminio, de 23 metros de alto, se movían automáticamente conforme la intensidad de la luz del día, como si se tratara de una flor natural.

Pero, seis años atrás, una falla en el sistema hidráulico dejó a la Floralis sin “vida” y ya no pudo cerrarse. La situación se complicó al momento de repararla, sobre todo en cuanto a lo económico, porque la empresa que la construyó se fue del país sin cumplir con las garantías correspondientes y no había quien se hiciera cargo de los onerosos gastos.

“Además del daño en la ingeniería hidráulica, uno de los pétalos, el número 2, sufrió problemas en su estructura porque, al no cerrarse la flor, fue castigada por las inclemencias del tiempo”, explicó a LA NACIÓN el subsecretario de Mantenimiento del Espacio Público porteño, Rodrigo Silvosa.

MEDIDA DE SEGURIDAD

Para evitar una posible tragedia en la Plaza de las Naciones que pudiera provocar la caída del pétalo más comprometido, en septiembre de 2014 se decidió apuntalar la estructura de 3500 kilos y cercar el predio donde se encuentra como medida de seguridad.

Ése fue el puntapié inicial para volver a la vida a la Floralis. Bajo el sistema de padrinazgo, la empresa Plan Obra vació primero la fuente en la que se encuentra la escultura metálica y se hizo cargo de una reparación que demandará, aproximadamente, una inversión de cuatro millones de pesos, según estimó Silvosa.

Tras retirar las placas de aluminio más comprometidas se soldaron las estructuras principales del pétalo número 2 y se volvieron a enchapar las hojas con láminas de acero. Como el aluminio de las estructuras de las hojas tiene como característica que no puede ser soldado, se sujetaron las costuras con bulones especiales.

Cuando aún faltan dos meses para la reinauguración, se reparó además el pistón, de unos tres metros de largo, que permite el funcionamiento hidráulico: el sistema principal para que la flor se abra y se cierre de manera automática.

Por estos días se están realizando las rutinas prácticas necesarias para probar los sensores que cerrarán la imponente estructura de 18 toneladas, incluso en horario diurno, en caso de que se registren vientos de más de 30 kilómetros por hora que pongan en riesgo la estabilidad de los pétalos.

Silvosa indicó que “el anemómetro se va a agregar también a la red de sensores con los que cuenta la ciudad para controlar el avance de las tormentas”.

“La escultura va a recuperar también las luces que solía tener en la cabeza de los pistilos, en los tallos y en el piso que rodea al monumento. Serán luces de LED que no cambiarán el diseño de la flor, sólo modernizarán la tecnología”, aclaró el funcionario porteño.

La idea original de la Floralis era que se abriera todas las mañanas a las 8 y se cerrara con la puesta del sol. También estaba contemplado que cerrara sus pétalos para protegerse cuando la velocidad del viento superara los 80 kilómetros por hora. Su funcionamiento, cuando todavía se movía, tenía un costo mensual de 12.000 pesos.

En marzo próximo volverá a florecer la escultura que, en poco tiempo, se transformó en un punto de referencia para la ciudad.

Fuente: La Nación

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