El tun tuntun tun de los “tambores en lucha” chilingueros marcó, un año más, el paso que guió, sobre la Avenida de Mayo, una nueva movilización por la Memoria, la Verdad y la Justicia. La del 39º aniversario del último golpe de Estado. “Defendemos las victorias y vamos por más democracia” fue la consigna que propusieron los organismos históricos de derechos humanos que encabezaron la primera y más nutrida marcha que llegó a la Plaza de Mayo ayer por la tarde. En el mensaje compartido sobre el escenario, señalaron la política de derechos humanos de la última década, los nietos encontrados, los genocidas juzgados, encarcelados y procesados como las victorias a defender, exigieron “juicio y castigo” para los civiles que participaron de la dictadura y que continúan “aún organizados para atacar a la democracia”, y acusaron a las “corporaciones de la prensa, la Iglesia, el Poder Judicial y las empresas” de ser “los socios de las Juntas Militares asesinas”. También condicionaron la continuidad del jefe del Ejército, César Milani, a la decisión de la Justicia. Y concluyeron: “Sabemos que queda mucho por hacer y lograr, pero también reconocemos que nunca se había llegado a tanto, y eso es irreversible, tan imposible de deshacer como pretender descoser el pañuelo blanco”.
Aunque este nuevo 24 de marzo amaneció nublado, la lluvia no llegó a convertirse en elemento unificador entre esta marcha y las dos que la precedieron en lo que va del año. El agua mojó a los manifestantes que fueron a apoyar a la presidenta Cristina Fernández durante la apertura de la sesiones ordinarias legislativas el pasado 1º de marzo y también a quienes homenajearon al fiscal Alberto Nisman a un mes de su muerte, el 18 del mes pasado. El agua ayer fue nomás una amenaza: “Somos muchos y los mismos habríamos sido si se largaba a llover. Por suerte, en eso también somos distintos al 18F”, comparó Virginia, una docente recientemente jubilada y asidua participante de las movilizaciones por el Día de la Memoria, mientras miles y miles de personas (los organizadores calcularon más de 300 mil en toda la zona céntrica) despejaban la Plaza de Mayo, hacia el final de lo que ella insiste en calificar como “fiesta”. La tarde superaba las 18.30.
La calle
La cabecera de la movilización, aferrada a la bandera que corporiza desde sus fotografías a las víctimas del último golpe de Estado que sufrió la Argentina, fueron una vez más las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Pegados a ellas, los Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas. Ernesto sostenía el trapo azul de uno de sus costados y ensayó una metáfora para este diario: “Las viejas tiran de la bandera y nos empujan a todos, lo mismo hicieron con la democracia, de ella empujaron hasta ponerla de pie”. La longitud de la bandera también servía para devolver los 30 mil que “ya no están” a lo corpóreo: se tardaba un buen rato en caminar a su lado entre uno y otro de sus extremos y si se contaban los hombres y las mujeres que se sumaban a sostenerla de alguno de sus lados, el centenar no alcanzaba. Muchos de ellos convertían ese sostén en algo simbólico. “Agarrar la bandera es como sostener un cartel, como gritar más fuerte, es comprometerse”, opinó Clara, de veintitantos. Era la cuarta vez que marchaba y la primera que se animaba a “tocar a los desaparecidos”.
Detrás de las Madres, las Abuelas y los Familiares, avanzaron los Hijos y los Nietos, con sus hijos, que son bisnietos. Siguieron las agrupaciones políticas: La Cámpora –que aseguró que “el candidato es el proyecto” en una bandera propia detrás de la que se encolumnaron los principales referentes políticos del kirchnerismo–, Peronismo Militante, Movimiento Evita, Kolina y Nuevo Encuentro, entre tantas otras. La presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, y varias integrantes de esa organización, llegaron a la Plaza a bordo de un ómnibus abierto que compartieron con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri.
El resto del espacio público lo completaron los autoconvocados. Jóvenes, adultos, viejos, niños. Familias enteras y grupos de amigos. Parejas. Solos. Algunos fueron directo a la Plaza y buscaron un “buen lugar frente al escenario”, de espaldas a la Casa Rosada. Otros se sumaron a la Avenida de Mayo por alguna de sus arterias y simplemente caminaron. Silvina llegó desde La Paternal y buscó a “la bandera de los desaparecidos” para explicarle a Anne, de Austria, de qué iba la cosa. La joven europea sabía de “las Madres, de las caminatas en ronda”, pero se sorprendió con “la muchedumbre”.
La Plaza
Frente al Cabildo y de espaldas a la Plaza, Ernesto esperaba “la columna de las Madres”. Sostenía un cartel que aseguraba que “todo juez que tenga en sus manos sangre de la dictadura nunca podrá hacer justicia en democracia”. Susana, su esposa, y él llegaron desde Lomas de Zamora, el sur del conurbano bonaerense, “como todos los años”. Como todos los autoconvocados, no llevaban banderas de ninguna agrupación política; como la mayoría de ellos, se expresaron “con Cristina, con el kirchnerismo” porque que “ellos hicieron posible estos últimos años”. En contrarreflejo, se oyó a Ricardo: portador de una de las banderas grandes de Kolina. “Nunca más, hay que gritar bien fuerte ‘nunca más’”, daba el ejemplo mientras avanzaba a paso lento hacia el corazón de la Plaza. “Todos tenemos que gritar Nunca más sin parar, eso es lo que importa por encima de La Cámpora, de Kolina, de Nuevo Encuentro”, explicaba a quien quisiera oírlo. “¿Y el año que viene qué va a pasar?”, les consultó a ambos Página/12. “Estaremos acá: para recordar que hay cosas que no van a poder repetirse, para pedir por lo que falta”, apuntó Susana. “El ‘nunca más’ no puede silenciarse”, opinó Ricardo. De candidatos no hablaron.
Sí lo hicieron los organismos de derechos humanos en el documento consensuado que leyeron, como todos los años, desde el escenario a modo de cierre de la movilización. “Ninguna corporación va a decidir al candidato que el pueblo ponga a representarnos”, advirtieron en uno de los tantos párrafos del texto que repasó las diferentes áreas que, a lo largo de tres décadas de democracia, se convirtieron en emblema de la lucha por los derechos humanos. “El partido de la impunidad tiene muchos candidatos, pero nuestro pueblo tiene mucha memoria y esa es la principal barrera ante cualquier intento de arrancarnos la democracia entera o un poco de ella. ¡Vamos a defender todas las victorias!”, continuaron y llamaron a poner “también la memoria en el sobre” que contenga la boleta electoral el próximo octubre. “Votemos futuro, elijamos qué país vamos a seguir construyendo y qué Patria vamos a seguir defendiendo”.
En esta ocasión, el manifiesto se centró en “defender la victorias” obtenidas y avanzar en pos de “más democracia”. En ese sentido, repasaron algunos de los logros –600 genocidas condenados, 900 procesados; 116 nietos recuperados, de los que el de la presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, Ignacio Guido, se llevó los más ruidosos aplausos– e insistieron en la pata civil de la última dictadura. “Tenemos un país sin genocidas por las calles, pero falta que la corporación judicial acepte que también van a ser juzgados y condenados los partícipes civiles del horror”, alzaron y denunciaron los fallos recientes que favorecieron a Héctor Magnetto y Ernestina Herrera de Noble, de Clarín, a Bartolomé Mitre, de La Nación, a Agustín Bottinelli, de revista Para Ti; a Vicente Massot, de La Nueva Provincia, y a Carlos Blaquier, dueño de Ledesma: “Son una muestra de la defensa corporativa de un sector del Poder Judicial para garantizar la impunidad para los genocidas civiles”, concluyeron.
El texto recordó algunos aniversarios especiales que sucederán este año: 60 años del bombardeo de la Plaza de Mayo por la Revolución libertadora; 30 años del juicio a las Juntas, 20 años del surgimiento de Hijos, 10 años de la aparición de los restos de Azucena Villaflor. También mencionó algunas batallas compañeras, como la de los soldados torturados de Malvinas, la que brega por la aparición de Jorge Julio López, la de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y la del gobierno de Venezuela contra los ataques “imperialistas”. Criticó a Mauricio Macri y a Sergio Berni, exigió la derogación de la ley Antiterrorista y señaló que “es el Poder Judicial el que deberá dar todas las respuestas necesarias para que César Milani sólo continúe en su cargo si no cometió ningún delito de lesa humanidad”. También festejó la plaza colmada “de compromiso, militancia, alegría y memoria”. “Nuestros seres amados están acá en cada puño en alto o dedos en ‘V’; en cada grito contra el silencio que pretende impunidad, olvido y perdón. Por eso jamás nos callamos, ¡porque el silencio es la mueca muda de los cobardes!”, aturdieron.
Fuente: Página 12