En las tiendas de software para smartphones hay muchas aplicaciones, y muy bajadas, pensadas para que los padres controlen a sus hijos. Están las que monitorean los movimientos de los chicos, las que limitan el uso que ellos hacen de su teléfono y otras que reúnen ambas funciones. Todas estas apps dan posibilidades múltiples. Permiten saber dónde están los niños o adolescentes a cada instante, determinar qué aplicaciones podrán usar, recibir alertas cuando abandonen una determinada zona, acceder a la cámara del teléfono y más. Sin embargo, estas herramientas tienen adherentes y detractores. La confianza en los chicos, el deseo de velar por su seguridad, el desarrollo de su autonomía y su derecho a la privacidad son algunos de los factores, a veces contrapuestos, que entran en juego a la hora de tomar una posición sobre qué tanto y de qué modo vigilar mediante los celulares.
La aplicación Kids Place, que permite controlar qué podrán hacer y qué no los chicos con su smartphone tuvo más de un millón de descargas en Google Play.
Mientras que DondeEsta Family, que avisa en tiempo real cuando los chicos llegan o salen de su casa y de la escuela, ya está en la (poco precisa) categoría de apps que se bajaron entre 100.000 y 500.000 veces.
También superó las cien mil bajadas Qustodio Control Parental, que limita el uso del teléfono y localiza a los chicos.
Cristian Borghello, especialista en seguridad informática del portal Segu-info, estima que el uso de estas aplicaciones está en crecimiento. “La ampliación del parque de smartphones y su llegada cada vez más amplia a chicos cada vez más chicos dispara, según noto en las charlas que doy, la preocupación de los padres acerca del modo en que sus hijos usan el aparato y para ponerse en contacto con quién”, señala el experto.
Sin embargo, no todos los papás se paran del mismo modo ante este te asunto. En Impacto de la Tecnología en niñas y niños de América Latina, una investigación realizada por la asociación Chicos.net, se definieron cuatro perfiles de padres en función a su postura ante la vigilancia de sus hijos.
En esa clasificación, el padre “Espía” es el que “no duda en vulnerar la intimidad de su hijo, amparado en que lo hace ‘por su bien’, sin ningún tipo de remordimiento ni intención de dejar de hacerlo”. Son los padres que no pautan reglas explícitas con sus hijos, pero luego revisan el historial o leen los chats guardados.
También están los padres “Marcadores”, que “se reconocen temerosos, sobreprotectores con sus hijos, que asumen que los niños/as son (¿y serán siempre?) inocentes, ingenuos y por ende, muy vulnerables”, dice el informe de Chicos.net.
A la vez, a los padres “Guardaespaldas” les gusta que sus hijos los consideren amigos. “El padre Guardaespalda procura controlar tímida y débilmente, sin hacer notar la ‘presión’, más por miedo a generar roces con los hijos, que por intención de no acosar”.
Finalmente, el padre “Sembrador” no pretende ser cómplice ni amigo de sus hijos, sino estar presente y poner el cuerpo a la situación en cuanto lo necesiten. Procura sembrar tempranamente en lugar de guadañar la maleza de manera reactiva. “Es respetuoso de la privacidad de sus hijos, porque tiene presente cuán importante fue cuando él mismo fue chico poder mantener algunos espacios ajenos a la injerencia de los adultos, y porque entiende que ser controlador no hace más que reforzar el ocultamiento”, señala el trabajo.
Por su parte, el especialista en temática adolescente Yordi Rosado en su libro ¡Renuncio! Tengo un hijo adolescente y no sé qué hacer da lugar a la posibilidad de que sea necesario un control secreto de las actividades online de los chicos.
Marcela Czarny, especialista en el vínculo de los chicos con la tecnología de Chicos.net, rechaza de antemano la palabra “control” cuando se está hablando de la relación padres-hijos. Ella prefiere pensar en términos de cuidado y siempre basado en acuerdos con los chicos.
“Entre el control y el cuidado hay grises, creo que el límite está en considerar siempre al chico como un ser sujeto de derechos, que piensa, siente, actúa y es autónomo; y si se está con alguien autónomo hay que ‘bancarse’ esa autonomía”, dice Czarny. Y agrega: “A los 12 o 13 años tal vez los chicos quieren dar una vuelta por un lugar sin que los padres se enteren, como lo hicimos todos cuando teníamos esa edad, y ellos deberían tener la privacidad para hacerlo”.
Fuente: Clarín