Los tiempos actuales proponen un dilema: mientras en la cultura sigue imperando el mandato de casarse y tener hijos, el compromiso afectivo se torna cada vez más lábil, cambian los parámetros de conquista y las formas vinculares.
“Estoy cansada de exponerme”, dice una joven con una mezcla de bronca, angustia y resignación. El desgano casi obligado por contactos amorosos que no cumplen con las expectativas está siendo una constante en muchas mujeres a partir en la década de los treinta, y aun antes. Si hasta hace unos años esta queja provenía de mujeres maduras, con ganas de salir a conquistar después de separaciones o rupturas más o menos complicadas, ahora abarca una franja etaria de menor edad, pero con las ganas de armar un proyecto de pareja. Las reglas del cortejo amoroso están cambiando, sin embargo las normativas culturales de formar una familia y tener hijos siguen imperando. Y son las mujeres las que más sufren este arrebato permanente de sus ilusiones. Si ellas se hacen cargo de su independencia, de completar una carrera o crecer en sus lugares de trabajo, en algún momento de este desarrollo personal aparece el deseo de completar el panorama vital con la llegada del amor e hijos. Y hay que hacer un esfuerzo para esquivar o tolerar las demandas externas (familia de origen, amigas, medios de comunicación, etc.) que imponen sus exigencias a manera de un subtexto tendencioso. “Todo bien con la libertad… pero si no te apuras te vas a quedar sola”.
Diferencias con los hombres
Las presiones no son las mismas para los varones. La soltería masculina goza de una mejor imagen, sobre todo si tienen una vida independiente, lejos de la casa de los padres. Por supuesto que existen hombres que quieren enamorarse y tener una relación duradera, pero también están aquellos que le encuentran el gusto a no asumir las responsabilidades que trae la vida de relación. Para estos hombres el espacio y los tiempos individuales son prioridad y no desean ceder nada de lo conseguido. También están los que viven solos a costa de la ayuda parental, pero la imagen será de autosuficiencia. “Ser solo, con auto, casa, y algo de plata (no importa el origen)” tiene más valoración social que una mujer con las mismas condiciones ya que será vista como “difícil, demasiado independiente”. Si decimos que el machismo está arraigado en la sociedad, este tipo de creencia pone en evidencia cómo los mismos datos son evaluados en forma diferente según el género.
Diferencias según la edad
Estos adultos, que fueron jóvenes una década atrás, con una libertad para pensar y aventurarse sin condiciones severas, al entrar en la adultez la normativa externa (e internalizada), se les viene encima. El peso del “deber ser“ será una condición a sortear. En las mujeres la resistencia para mantener firmes sus deseos frente a estas imposiciones se convierte en un desafío. En los hombres, la licencia que le da la biología y la valoración social al sujeto solo e independiente, marcan las diferencias. Las mujeres que desean estar en pareja o, por lo menos, encontrar una relación más sostenida que los “touch and go” se frustran al encontrarse con hombres que “están en otra”. Los problemas del cortejo están signados por esta falta de sincronía en tiempos y deseos personales. Y a pesar de los desencuentros los encuentros se producen, son necesarios, e inevitables hasta cierto punto.
Formas de encuentro
El auge de las aplicaciones acerca a las personas; se favorece el revival con compañeros de la escuela, se forman nuevos grupos de amigos; las personas se acercan y se alejan por estos medios virtuales. Ya nadie discute la importancia de las redes sociales y las aplicaciones como recurso para conocerse, coexistiendo e interactuando con nuevos lugares como gimnasios, grupos de running, meditación, cursos, lugares de trabajo, etc. La virtualidad comparte con estos espacios la autonomía, el cuidado del cuerpo, la vida social, al aire libre o las posibilidades que brinda el ámbito de trabajo.
Si varias décadas atrás los vínculos amorosos se generaban en el barrio, por “sugerencias” de los padres, en medios escolares o académicos, en el trabajo, hoy en día, estas opciones suman espacios de sociabilidad y cuidado personal. En ellos la seducción es reina y el compromiso afectivo un ingenuo mendigo que cree en las dispensas recibidas.
Si me expongo, sufro
Si la juventud trae consigo las ganas de libertad, también las decepciones se resuelven con menos sufrimiento y no afectan los nuevos contactos. “Ya está, a otra cosa”; “no fue lo que pensaba”; “quedamos como amigos” o “resultó ser un boludo, un creído, allá él”. La juventud no se enrolla ni se complica con las relaciones fallidas. Muy atrás quedó el joven Werther de Goethe, joven que decide morir antes que soportar el dolor de la pérdida de Lotte, su amor, casada ahora con un hombre once años mayor. Y si los tiempos han cambiado en los jóvenes, no ha sido tan benévolo con los adultos que quieren estar en pareja. La soledad no es buena compañera, sobre todo cuando se quiere estar con un amor y no es posible hacerlo. Existen personas solas que organizan su vida de tal manera que pueden llevarla adelante sin demasiado conflicto, no obstante la mayoría desea en algún momento cumplir con el sueño de un vínculo amoroso duradero.
Tips para la “salud emocional” en tiempos vertiginosos
• Si conocés a alguien por medio de las aplicaciones o redes sociales, tené en cuenta que la conexión es más racional que afectiva. Tomando los recaudos necesarios, intentá conocerlo “cara a cara” para saber qué te pasa y tener una idea más cabal del otro.
• La seducción es factor de enganche. Muchos hombres saben cómo desplegarla aun con promesas que después no se van a cumplir. Sé cautelosa, las relaciones requieren tiempo y conocer al otro en sus diferentes aspectos.
• No te dejes llevar por la ilusión. Criterio de realidad y tiempo son fundamentales.
• No te dejes abrumar por comentarios o demandas externas. Tu deseo es personal, único, y para nada debe cumplir con condiciones que no te pertenecen.
• Si ponés muchas expectativas en una salida y no resulta como lo deseaste, fue solo esa experiencia actual. No sumes las otras que no resultaron. De nada sirve cargar con reproches o quejas hacia los hombres por toda la historia de decepciones.
• No dejes que las preocupaciones por la falta de pareja te abrumen. Darle demasiado lugar al problema lo magnifica; además, limita los recursos para evolucionar en otras áreas.
• El humor es un buen recurso, y tomar lo sucedido con más plasticidad emocional. • Uno de los temas más tediosos en el primer encuentro (virtual o real) es todo el desarrollo formal de las presentaciones “qué hacés, dónde vivís, qué te gusta, qué querés, etc.” Esto repetido varias veces más la exposición a relaciones esporádicas agota.
• La ansiedad y el deseo muchas veces se confunden. No dejes que el deseo se convierta en una necesidad que debe ser saciada con urgencia.
• No te llenes de reproches ni de bronca porque no se da un vínculo amoroso. Existen muchos factores que actúan en la formación de un vínculo. Décadas atrás muchas relaciones se formaban por obligación, por indicación ajena, por “tener que cumplir”. Hoy tenemos la opción de elegir, de ampliar nuestros horizontes más allá de una pareja, de decidir ser madres o padres, de tener hijos solas/os, de decir “no” a los imperativos ajenos.
Fuente: Entre Mujeres