Internet ha generado multitud de cambios en las relaciones y cada vez más común esta práctica. Una de las partes no desea tener más encuentros con la otra y, en vez de afrontar la situación con claridad, decide cortar toda comunicación sin dar explicaciones. Esta nueva palabra fue elegida como una de las del 2015 por el diccionario británico Collins. Años antes, en 2007, el término ya había llegado a la web Urban Dictionary.
Sherry Turkle, profesora en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) especializada en relaciones sociales en entornos tecnológicos, respondió sobre qué es el ghosting en un vídeo creado por la edición estadounidense de The Huffington Post. “Se trata de algo casi único del mundo online. Te envío un mensaje y sientes que no responder nada es una posibilidad. Si habláramos cara a cara, tendrías que responder algo. Nos hemos acostumbrado a deshacernos de la gente contestando simplemente nada”, comenta.
Para la estadounidense, es un hábito especialmente peligroso en los adolescentes actuales. “Se están acostumbrando a la idea de contactar con alguien y no recibir respuestas, lo que tiene serias consecuencias, empiezan a creer que es algo normal y que podemos tratarnos a nosotros mismos y a otros como si no debiéramos tener sentimientos en este contexto. Y entonces ves que hay un descenso de empatía”, lamenta.
Simple evolución digital?
Otros expertos destacan que, aunque parezca una conducta surgida entre las nuevas generaciones, solo las herramientas utilizadas para este “efecto fantasma” lo son: “No es más que el típico ‘me voy a por tabaco’ de toda la vida. Hay antecedentes para casi todos los comportamientos digitales, solo cambian las formas”, explica a Verne el sociólogo Javier de Rivera a través del teléfono.
El abandonar todo contacto con otro sin previo aviso es un síntoma claro de “la fragilización de las relaciones sociales”, aunque, además de por las nuevas tecnologías, es una conducta que está igualmente provocada “por el desarrollo económico y el sistema social”, argumenta De Rivera. “Con la precariedad laboral y el mayor cambio de residencia se degradan los vínculos entre personas y las relaciones se hacen más fluidas. Las redes sociales casan con ese paradigma porque lo profundizan, aunque no es cierto que lo provoquen”.
Para el sociólogo, lugares como Facebook o Instagram son muy individualistas: “Estamos muy conectados pero sin establecer vínculos sólidos ni generando una verdadera sensación de comunidad. Este modelo de conducta gusta especialmente al sujeto neoliberal, para el que el llamado irse a por tabaco no es una reacción extrema”.
Una redactora del magacín digital Bustle recordaba hace unos días cómo se sufría el ghosting cuando era una adolescente, en la década de los 90. El chico con el que había tenido varias citas y con quien hablaba por teléfono a diario comenzó a espaciar el contacto. Ante la ausencia de teléfonos móviles, las llamadas se realizaban a través del teléfono fijo “hasta que comenzó a usar el truco de obligar a su madre a que contestara por él”, relata. Ella usó la misma técnica para romper con su novio de varios años.
Aunque esta actitud suele provocar remordimientos en quien lo practica y efectos negativos en la autoestima de quien lo sufre, ante la imposibilidad de dignificar el fin de una relación, en ocasiones no está mal visto y es incluso admisible, apunta De Rivera. Por ejemplo, es una buena medida cuando alguien se relaciona a compañías poco saludables o se enfrenta a una relación tóxica como el maltratador o el perverso narcisista.
Donjuanes tecnológicos
El practicar o sufrir ghosting ya surge en las terapias psicológicas, aunque casi nunca es el motivo principal para acudir a consulta, asegura a Verne Anabel Gutiérrez, del gabinete psicológico de Oviedo VIVAT: “Hay quien busca el halago y sensación de ser querido en las redes sociales y se encuentra lo contrario, lo que provoca una frustración que se suma a la ansiedad, el insomnio o un cuadro depresivo que ya sufrían con anterioridad”.
La psicóloga coincide con Javier de Rivera en que este comportamiento no es propio de una época concreto, ya que el patrón existía con anterioridad. A quien sufre el ghosting suele ocurrirle en más de una ocasión, al igual que quien lo hace. También aclara que el perfil del víctima y verdugo reincidentes son similares, ya que “ambos tienen pobre autoestima, dependencia emocional y necesidad de aprobación de los demás”.
“Es más común que sea un hombre, perpetuando esa actitud de Don Juan del ‘si te he visto, no me acuerdo’, pero se están girando las tornas y cada vez es más fácil encontrar a mujeres siendo el verdugo cuando surgen este tipo de situaciones. En la actualidad no pertenece a un género concreto”.
El asunto se ha trivializado tanto que ya existen apps que hacen el trabajo sucio. Ghostbot se creó el verano pasado para que el teléfono responda de forma automática a la persona a la que se desea evitar con excusas aleatorias, para que el receptor de los mismos capte la indirecta. La función principal de esta herramienta, según sus creadores, es la de huir de acosadores y mensajes agresivos, pero su uso también puede servir para deshacerse de todo tipo de relaciones.
Fuente: El País