Merkel deberá lidiar con neonazis en el Parlamento Alemán

El desembarco de la Alternativa para Alemania (AfD) en el Parlamento alemán marca un hito porque por primera vez en décadas volverá a sentarse un partido de tendencia ultraderechista en el edificio del Reichstag de Berlín, la sede parlamentaria cargada de historia y simbolismo.

Alemania se vio sacudida por el terremoto político de AfD, que irrumpió en el Parlamento como tercera fuerza política con alrededor del 13% de los votos en las elecciones legislativas celebradas hoy.

Pero no sólo eso. En unos comicios que vieron ganar, si bien con grandes pérdidas, a la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel y hundirse a los socialdemócratas del SPD, la AfD se convirtió en el primer partido ultraderechista en sentarse en la Cámara baja de la potencia europea en más de 50 años.

«Me da miedo la idea de que, cuando regrese al Bundestag, por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 un nazi hablará ante un micrófono en el Reichstag. Es algo que hay que denunciar”, dijo el ministro alemán de Exteriores y vicejefe de Gobierno, Sigmar Gabriel, en una reciente entrevista.

“Que se vayan preparando”

El éxito electoral de la AfD le dio una lección a las formaciones tradicionales comandadas por la conservadora Merkel y el socialdemócrata Martin Schulz. En una Alemania de economía pujante, la solución no pasa por ignorar a un movimiento de académicos de discurso mordaz que surgió hace tan solo cuatro años como catalizador del descontento popular por los millonarios rescates económicos de Grecia consensuados por la Unión Europea (UE) en Bruselas.

“Que se vayan preparando para la que les espera. Vamos a recuperar nuestro país y a nuestra gente”, advertía el lenguaraz cabeza de cartel de AfD, Alexander Gauland, al futuro Gobierno nada más conocidos los primeros resultados.

Toda una declaración de intenciones que resquebraja los cimientos sobre los que tradicionalmente se ha asentado el tablero político germano.

Porque el desembarco de la AfD en el Bundestag no solo pone en riesgo la cultura del consenso que ha imperado en las últimas décadas en Alemania, ni solo amenaza la retórica parlamentaria de lo políticamente correcto, sino que aniquila el dogma que sentenciaba que la sociedad alemana estaba vacunada contra la ultraderecha por su pasado histórico.

Política migratoria

¿Cómo es posible? “La política migratoria de Angela Merkel ha cambiado Alemania”, opinó hoy el diario “Süddeutsche Zeitung”. Para muchos analistas ahí está la clave del empuje de los ultraderechistas, aunque no el único.

La llegada masiva a Alemania de inmigrantes de Cercano y Medio Oriente y de África en 2015 alimentó su legión de seguidores y le sirvió para encadenar sucesivos éxitos electorales en comicios regionales. AfD era la única formación que, desde fuera del arco parlamentario, ejercía de facto como oposición al abogar por el cierre de fronteras y promulgar a los cuatro vientos las amenazas que se cernían sobre el país con la llegada de unos 900.000 peticionarios de asilo.

Ahora seguirá marcando la agenda política del país pero desde dentro del sistema.

“Naturalmente tenemos un gran desafío ante nosotros que es la entrada de AfD en el Bundestag, y tendremos que hacer un profundo análisis”, admitió hoy la canciller Merkel. “Es un punto de inflexión y ningún demócrata puede pasar esto por alto”, dijo, por su parte, el socialdemócrata Schulz, quien calificó de alarmante el resultado obtenido por los ultranacionalistas.

AfD conectó con los miedos y las preocupaciones de la gente común. Articuló todas aquellas ideas que sobrevolaban en el imaginario colectivo pero que ninguna otra formación se atrevía a verbalizar, aquellos asuntos que partidos establecidos quizás consideraban demasiado incómodos o podían generar controversia social.

“El que rompe tabúes, AfD”, tituló en este sdentido el conservador “Frankfurter Allgemeine Zeitung”. La identidad nacional o la islamización de la sociedad occidental empezaron a erigirse como ejes centrales de su discurso.

50 años

El edificio del Reichstag fue inaugurado en 1894 junto a la Puerta de Brandeburgo. En 1918, tras el fin de la Primera Guerra Mundial y la abdicación del Emperador Guillermo I, fue proclamada desde allí la República de Weimar.

La sede del Parlamento también estuvo estrechamente ligada al fin de la República de Weimar. Un incendio provocado aparentemente por el comunista holandés Marinus van der Lubbe destruyó la sala plenaria en la noche del 27 de febrero de 1933 y con ello la efímera existencia de la república.

Adolf Hitler, elegido canciller alemán el 31 de julio de 1932 con un 37,3 por ciento de los votos, usó el incendio de excusa para lanzar una acción concertada contra sus rivales de cara a unas elecciones anticipadas previstas para una semana más tarde.

Hitler había logrado convencer al entonces presidente alemán Paul von Hindenburg de que convocase comicios para obtener más poder. Su Partido Nacionalsocialista (NSDAP)áocupaba 196 escaños en el Reichstag.

Después el incendio, líderes de la bancada comunista fueron detenidos, la prensa socialdemócrata prohibida temporalmente y fueron derogados importantes derechos fundamentales como la libertad de opinión y de asociación.

Hitler también ganó las elecciones de marzo, pero no consiguió la mayoría absoluta e impuso una ley que otorgó más competencias al Gobierno y obligó al Parlamento a aprobar otra por la cual quedaba sin poder, allanando el camino para una dictadura que sembraría el terror en Alemania y Europa y desencadenaría la Segunda Guerra Mundial.

Pero eso ya no ocurrió en el edificio del Reichstag, que no fue utilizado como sede permanente del Parlamento hasta 1999, nueve años después de la reunificación alemana y de la mudanza del Gobierno y del Parlamento de Bonn a Berlín.

Fuente: La Nación

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