El único amigo soltero del grupo llega a la reunión solo, a pesar de su promesa previa de presentar a su nueva novia. Baja del ascensor y las miradas de sus amigos buscan inútilmente a la chica; lo miran con algo de pena: ellos quieren lo mejor para él, por eso, quieren que no esté solo. Estos primeros minutos de Perfectos desconocidos -película italiana con gran repercusión- ilustran esa presión social que rodea a los solteros (principalmente, a los mayores de 30). A pesar de las frustraciones y secretos bajo la alfombra que esconde cada una de las parejas de amigos, la felicidad se supone asociada a un estado civil.
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La periodista estadounidense Kate Bolick sintió esos juicios ajenos en carne propia. En 2011 volcó sus sensaciones en un artículo en The Atlantic que se volvió viral y tiempo después vino el libro, Solterona: la construcción de una vida propia, que ya se consigue en Argentina. “Me sentí consternada por la carencia de las representaciones positivas de mujeres solteras en la literatura y los medios. Sentía que, para mi generación, el matrimonio era una opción y ya no una necesidad financiera y social, pero todos a mi alrededor estaban obsesionados con el matrimonio”, cuenta la escritora a Entremujeres/Clarín.
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Al desandar la palabra elegida para dar nombre a su trabajo, explica que es un término que se remonta al siglo XV y se usaba para referir a aquellas mujeres que cosían, la única forma “respetable” para ellas de trabajar fuera del hogar. Fue con la América colonial cuando la palabra adquirió la connotación negativa que la acompaña hasta hoy: las solteras suponían una amenaza para una sociedad que necesitaba aumentar su población. Al recorrer estereotipos que rodean la soltería de unos y otras, encontramos el “casanova” que solo busca divertirse o el “soltero codiciado” como lo fue George Clooney, hasta el extremo cliché de la mujer con un millón de gatos. Para Bolick, esta idea es la adaptación moderna de la idea de bruja: “En el fondo, la gente sabe que una mujer sola no es una amenaza, pero sigue siendo confusa”.
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Las españolas Ariadna Relea y Mariona Guiu se propusieron abordar esta problemática con Singled [Out], un proyecto documental que sigue la historia de cinco mujeres sin pareja en cuatro ciudades. Filmada en Melbourne, Shanghái, Estambul y Barcelona, la película explora la vida de estas mujeres e incluye voces de expertos que aportan un marco teórico y una visión global del fenómeno. Arrancaron el proyecto en 2013, sensibilizadas por “la incomprensión moral y el vacío a las mujeres que no tienen pareja”. “En el afán de intentar destapar el estigma de ser mujer soltera a partir de cierta edad y con la voluntad de entender cómo se vive la soltería femenina internacionalmente, la pieza es un conjunto de experiencias de mujeres que propone reflexionar sobre el lugar del amor hoy, en este mundo de relaciones por encargo en línea y donde el individualismo es el centro de la ecuación”, explican las directoras, quienes recientemente obtuvieron los 20 mil euros que necesitaban para terminar la posproducción a través de una plataforma de crowdfunding y planean estrenar antes de fin de año.
Porque, sin el extremo de ser consideradas “mujeres sobrantes” (como llaman despectivamente en China a aquellas mayores de 27 que aun no se han casado), ir a una reunión social sin un “+1” aun sigue aquejando a muchas: habrá que enfrentar cuestionamientos (“¿por qué no te arreglás un poco más? Andás siempre de entrecasa”; “sos demasiado exigente y selectiva con los hombres”; “es que sos demasiado independiente y los asustás”) así como también ¿halagos? que preguntan “qué hace una mujer tan linda sola”. Corriendo tras ese “deber ser” impuesto, Bridget Jones y Carrie Bradshaw construyeron vidas independientes, aunque obsesionadas con las citas y las parejas y organizaron toda su vida detrás de esa búsqueda.
Ni el libro de Bolick ni el documental de las catalanas (ni esto mismo) buscan convertirse en una especie de manifiesto de la “soltería para toda la vida” (“sólo una pequeña minoría de personas realmente quiere eso”, dice Kate), pero sí intentan desentrañar argumentos para poner distancia de la presión social y, claro, cuestionar el estereotipo.
Fuente: Clarín