El gobierno porteño presentó en la Legislatura un proyecto que impulsa volver a incinerar la basura del área metropolitana, aunque sostiene que se hará a través de hornos controlados para lograr “la oxidación total de los residuos a altas temperaturas con múltiples sistemas de control”, y extender los plazos para llegar a la meta de basura cero hasta 2028. El defensor adjunto del Pueblo de la Ciudad, Gabriel Fuks, explicó a este diario que “hay tres ejes sobre los que primero habría que abrir un debate: por qué fracasó el proyecto de basura cero, qué va a pasar con los recolectores manuales con este nuevo modelo que se propone, y considerar la preocupación de los ambientalistas que sostienen que es un retroceso que va a generar mayor contaminación”.
El proyecto que propone que las miles de toneladas de desechos urbanos sean quemadas en “hornos apropiados”, además, establece un cambio de los plazos pautados para reducir la basura en la Ciudad que habían sido planteados en la Ley de Basura Cero (1854), sancionada en el año 2005.
La iniciativa, que lleva las firmas del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; del vicejefe, Diego Santilli, y del ministro de Ambiente y Espacio Público, Eduardo Macchiavelli, modifica seis artículos de la ley de basura cero entre las que se encuentra la prohibición de incinerar los residuos.
La norma establecía que la Ciudad adoptara como principio para la problemática de los residuos sólidos urbanos el concepto de Basura Cero, y para ello, fijó un cronograma de metas para lograr una baja de la cantidad de desechos a ser depositados en rellenos sanitarios.
En ese sentido, los plazos establecidos hace 13 años contemplaban una reducción de un 30 por ciento en la generación de basura destinada al relleno sanitario al 2010, de un 50 por ciento al 2012 y un 75 por ciento para el 2017. Y prohibía para el 2020 “la disposición final de materiales tanto reciclables como aprovechables”.
Ante el incumplimiento de las metas para reducir de forma progresiva el volumen de residuos urbano que se entierran, el gobierno decidió replantear las metas y reflotar la quema de basura.
Para Fuks, primero habría que debatir “por qué fracaso el proyecto. Por qué no se generaron las condiciones para la separación en origen pese a que se incorporaron a los recolectores manuales. Por qué no se logró penetrar en los hogares para que se genere esa separación, y por qué esa lógica tampoco logró impacto en los grandes comercios, que son los mayores productores de desechos. Y todo esto cuando en la ciudad hubo recursos vinculados a la higiene urbana, y se hizo una gran inversión en contenerización”.
El proyecto propone que las metas serán “de un 50 por ciento para el 2021, de un 65 por ciento para el 2025 y un 80 por ciento para el 2030, tomando como base los niveles enviados al Ceamse durante 2012”. En tanto que prohíbe para el 2028 “la disposición final de materiales tanto reciclables como aprovechables”.
Por otra parte, resalta la necesidad de incluir nuevas tecnologías a fin de colaborar con la reducción progresiva de la disposición final en los rellenos sanitarios e impulsa, en ese marco, la valorización energética.
Como resultado de ese método se destaca “una reducción del volumen de los residuos hasta en un 90 por ciento y la generación de cenizas que pueden ser reutilizadas en la industria de la construcción”.
Y añade que “el principal objetivo será disminuir la cantidad de residuos que son dispuestos en relleno sanitario, permitiendo así valorizar un recurso que actualmente no presenta posibilidad de recupero alguna”.
Por último, indica que “gracias a la implementación de esta tecnología se puede recuperar la energía contenida en los residuos la cual, bajo un proceso de combustión controlado, puede ser transformado en energía eléctrica e inyectada en la red para uso domiciliario”.
“Esto permite incorporar energía a parir de una fuente alternativa, entendiendo que la matriz energética de la República Argentina presenta alta dependencia al combustible fósil”, precisa.
Sostiene además que “son numerosos los países que han complementado su gestión de residuos con plantas de este tipo y que se volvieron una parte fundamental de su matriz energética, tal es el caso de Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, España, Japón, China, Estados Unidos de América, Canadá y sobre todo los países nórdicos”.
Para el defensor adjunto, la discusión deberá incluir la problemática social que se abre al dejar de lado a los recolectores manuales, por lo que es “necesario que se explicite en el nuevo modelo que se quiere implementar qué va a ocurrir con ellos, que no haya una voluntad de atentar contra los recolectores urbanos”, remarcó.
Fuente: Página 12