“El peronismo es una cosa hermosa”, decía un joven al observar los cuerpos transpirados gozando de los chorros de una manguera en la avenida Roca, uno de los accesos a Plaza de Mayo. En una tarde de casi 40 grados de temperatura, el pueblo se entregó a una fiesta que mezcló música de diferentes géneros –cumbia, pop, rock, folclore y tango– con los bombos de la militancia. Una fiesta inundada de aroma a choripán, que se vendía en decenas de puestos, incluso en su variante vegana. “Macri se fue”, “Ya volvimos”, coreaba la multitud, entre la emoción y la euforia, tanto en la Plaza como en sus alrededores. Había desde bebés hasta adultos mayores.
Alegría, sobre todo. Esperanza. Reconstrucción. Fin del sometimiento. Recuperación de la identidad. De la calle y de una Plaza que, sin rejas, volvió a su esencia. Estas eran las palabras que se repetían en los testimonios de algunos de los presentes. “La gente está feliz. Estaba ahogada; tenía la soga al cuello”, resumía un joven de Avellaneda que, como muchos de su generación, abrazó la militancia en tiempos del kirchnerismo para nunca soltarla. “Arranca un ciclo nuevo en la política. Tenemos que levantar el país como lo hicimos en 2003”, concluía Sebastián Díaz, rodeado de sus amigos y con una lata de cerveza en la mano.
A pesar de la fuerte presencia de sindicatos y agrupaciones políticas, eran miles los que se acercaban a la celebración “sueltos”. Llevaban banderas de Argentina, algunas wiphalas, prendedores con los rostros de Néstor y Cristina Kirchner, remeras con la cara del presidente electo o con leyendas como “El amor vence al odio” y “Los Fernández”. Abundaban los pañuelos verdes. Debido al calor se veían muchas sombrillas. Camiones de Aysa estuvieron repartiendo agua. Y en el horario más agobiante, cuando Barbi Recanati daba inicio al festival, hubo quienes se bañaron en la fuente de Plaza de Mayo. Muchos hombres circulaban con el torso desnudo; algunas mujeres con corpiños de sus bikinis.
En la avenida Roca, donde las banderas de los sindicatos adornaban el monumento al general, se habían instalado como en una feria múltiples puestos de comida y bebida. Allí se conseguían por 100 pesos pintas de la cerveza artesanal “¡Fuera gato!”. Para los vendedores ambulantes era un buen día. Uno que ofrecía bombones helados a 30 pesos decía: “Hoy me fue bien después de muchos años. Nunca vengo a vender a las marchas. La última fue cuando se murió Néstor y no vendí nada. La gente estaba re bajón. Hoy se ve que la gente no tiene un mango, pero como está contenta gasta más”. Un vendedor de choripanes festejaba el regreso de un gobierno nacional y popular porque de parte del macrismo padeció muchas persecuciones. “Ahora como no se pueden cuidar coches vendemos comida”, explicaba Matías, de la Isla Maciel.
Era una multitud tan alegre como golpeada por los últimos cuatro años de neoliberalismo puro. Entre quienes poblaban la Plaza había trabajadores que perdieron su empleo durante el macrismo, como una mujer que –contó– se desempeñó en Cablevisión durante 22 años y hace tres fue despedida. Gastón Villar, de La Matanza, cargaba un cuadro de Perón con un marco rescatado de la basura. “Lo pinté ayer para venir para acá. Perdí mi trabajo en seguridad con el macrismo. Me bajaron horas hasta que me dejaron sin trabajo, hace tres años. Sobrevivo con la pintura”, dijo. Sebastián Bonnin, ingeniero forestal de La Plata y becario del Conicet, portaba un cartel en alusión a la fuga de cerebros de sus colegas: “Fueron años durísimos. El cartel llamó la atención. Me sacan fotos. Una señora me dijo que su hija se fue a España; otra que su sobrino se acaba de ir a Alemania. Dan ganas de llorar. Alberto dijo que aguantemos, la idea es que no nos vayamos”. “A los comedores y merenderos antes venían solamente los chicos, ahora también sus papás, que perdieron el trabajo”, destacó Humberto Corvalán, militante de Barrios de Pie (Laferrere).
La sensación era que la Plaza volvía a ser lo que alguna vez fue. Presentaba el clima de los festejos del Bicentenario, con un plus de desahogo. Incluso, la alegría se combinaba con algún llanto emocionado, por ejemplo el del señor que lloró cuando Iván Noble terminó de cantar “Avanti morocha”, uno de los himnos de la fiesta. “Venimos desde la primera plaza de cuando se fue la Dictadura. De cuando ganó Cámpora”,recordaba un matrimonio de Marcos Paz que se enorgullecía de haber pisado Plaza de Mayo. Dicen que seguirán visitándola para “protestar o festejar”. Ella, Jolie Quiittar, docente jubilada, desea que sus cenizas sean esparcidas allí. El, Teddie Mc Loughlin, médico jubilado, ya retirándose, por la calle Defensa, analizaba: “Veo mucha alegría. Alegría contenida de cuatro años de resistencia, de estar mal. Es como una explosión. Un dique que se vino abajo y la gente vino a festejar”.
Fuente: Pagina 12