Sin barbijo, pero respetando la distancia interpersonal, la flamante embajadora argentina ante la Santa Sede, María Fernanda Silva, presentó esta mañana cartas credenciales ante el papa Francisco. Vestida de riguroso negro, Silva, que es la primera mujer que ocupa el cargo de embajadora argentina ante la Santa Sede, se convirtió también en la primera representante diplomática en ser recibida en audiencia por Francisco después de un período de casi dos meses sin audiencias debido a la emergencia de coronavirus.
El encuentro, que tuvo lugar a en la Biblioteca del Palacio Apostólico, fue muy cálido, lleno de sonrisas y más bien parecido a un reencuentro. No sólo porque Silva ya fue número dos de la embajada ante la Santa Sede en tiempos del embajador Eduardo Valdés, entre 2014 y 2015, sino -y sobre todo- porque se conocen desde hace mucho tiempo. Siendo arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio conoció y acompañó a Silva cuando tramitó la nulidad canónica de su matrimonio con el padre de su hija, de quien se separó porque decidió ser sacerdote.
Hija de padre argentino y de madre caboverdiana, licenciada en Ciencias Políticas con especialización en Relaciones Internacionales en la Universidad Católica Argentina (UCA), con gran experiencia diplomática sobre sus espaldas, Silva es la primera afrodescendiente incorporada al Servicio Exterior de la Nación. Sucesora en el cargo del embajador Rogelio Pfirter, fue designada a fines de enero por el Gobierno y recibió el plácet del Vaticano en tiempo récord. Llegó a esta capital el 24 de abril pasado, pese a las fronteras y a los cielos cerrados debido a la pandemia, en un vuelo que repatrió a italianos varados en la Argentina.
Luego de cumplir una cuarentena obligatoria de 14 días en su residencia de la Via della Conciliazione -donde se alojó el presidente, Alberto Fernández, cuando viajó a fines de enero para ver al Papa y a autoridades de Italia-, la nueva embajadora tuvo ya altos contactos en el Vaticano. Fue recibida recientemente tanto por el sustituto de la Secretaría de Estado, el monseñor venezolano Edgar Peña Parra, como por el “canciller” del Vaticano, el arzobispo británico Paul Gallagher.
Fuente: La Nación