Desde 2011, el barrio Padre Mugica tiene una oficina de la Anses, la única en todo el país que está adentro de una villa. Sin embargo, nunca estuvo gerenciada por un vecino del mismo barrio. Eso fue así hasta que el actual gobierno designó a Daniel Castillo, un referente barrial de 29 años, a cargo de la oficina que administra la seguridad social de una de las villas más grandes de la Ciudad de Buenos Aires. “Esto es un logro de todos los vecinos y sirve para que, en el día de mañana, vean que pueden tomar lugares de responsabilidad, que desde la política se pueden hacer cosas, que el Estado tiene que estar presente para acercarles derechos a todos”, reflexionó Castillo en diálogo con PáginaI12. El flamante directivo, que se contagió de coronavirus en mayo, se refirió también a la manera en la que la brecha digital afecta el acceso a las asignaciones sociales en tiempos de pandemia y habló sobre cómo es vivir en un barrio en el que el virus y la muerte están siempre presentes.
— ¿Cómo llegó a ser jefe de la oficina de la Anses en el Barrio Mugica?
— Siempre trabajé en la parte territorial. Empecé como pasante en el 2010 cuando salió la AUH y necesitaban gente para volantear para la Anses. Después participé en operativos de entrega de libretas de la seguridad social y, durante los últimos cuatro años, trabajé en la oficina que abrió (Diego) Bossio en la Villa 31 a pedido de diferentes referentes del barrio. En diciembre me ofrecieron ser jefe, no pregunté mucho el criterio, pero soy militante, vivo en el barrio de toda la vida e imagino que habrá sido en ese marco. No lo tomo como un logro personal, creo que es un logro de todos los vecinos. Y creo que sirve para que, en el día de mañana, los vecinos vean que pueden tomar lugares de responsabilidad, que vean que desde la política se pueden hacer cosas, que vean que el Estado tiene que estar presente para acercarles derechos a todos.
— ¿De qué manera llega la Anses al barrio? ¿Hubo problemas para el acceso a asignaciones o al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) durante la cuarentena?
— Que haya una oficina de la Anses en el barrio es fundamental, te da una cercanía con el vecino que es clave. Es realmente un beneficio único porque ésta es la única oficina del la Anses del país que está adentro de una villa. Pero con el IFE, por ejemplo, hubo muchos problemas al principio y pasó que se lo denegaron a mucha gente de la 31 y otras villas, en donde tenés una parte importante de población extranjera. Muchos extranjeros no tenían actualizados sus datos: pasaba que venía un vecino que vivía hace 15 años en el barrio, pero que como nunca había presentado personalmente la fotocopia del DNI, el dato no había cursado. Es importante resaltar que hay un hueco institucional en torno a los trámites virtuales, que marca una gran desigualdad. Nosotros tuvimos que empezar a hacer operativos territoriales porque había muchos que no tenían manera de cobrar el IFE porque no tenían los datos actualizados y no podían ir a ningún lado al estar todo cerrado por la pandemia. En estos operativos muchos vecinos tuvieron una segunda chance, pero ahí también fue cuando nos dimos cuenta que había todo un universo de gente que no podía ingresar a través de la atención virtual porque no tenían conocimiento de la parte digital. Y era mucha gente.
— Durante uno de esos operativos en la Capilla Cristo Obrero se contagió de coronavirus, ¿cómo fue?
–Cuando el virus te toca la puerta de tu casa lo primero que pensás es en tu mamá y tu papá, que en mi caso los dos son personas de riesgo. Yo pedí que me hicieran el test a modo de prevención después de participar de los operativos, no tenía ningún síntoma, pero como había estado expuesto a mucha gente pedí que me lo hicieran. Desde el momento en que me dieron la noticia hasta que me mandaron al hotel lo único que me pasaba por la cabeza era que, justo el día anterior, había fallecido por coronavirus el Oso Giracoy, que conocía desde hace años. Él siempre hacía locro para la fiestas patrias y la última vez que lo había visto había sido el 1 de mayo, a los pocos días quedó internado y tres días después murió. Así que durante todo el camino al hotel me imaginé de todo: que mi mamá y mi papá se iban a morir, que íbamos a terminar todos aislados en el hotel y no nos íbamos a poder ver, no nos íbamos a poder consolar.
— ¿Cómo se sintió durante los días de aislamiento en el hotel?
— El primer día que me aislaron yo todavía estaba esperando el resultado del hisopado de mi mamá y mi papá, que, al ser de riesgo, por protocolo podían pedir hacerse el test y esperar el resultado en sus casas. A la mañana siguiente, antes de conocer el resultado, prendo la televisión y me entero que se había muerto Ramona (Medina). Pasaron unas horas hasta que me enteré del resultado negativo de mi mamá y mi papá y, hasta ese momento, pasé una situación psicológicamente muy difícil. Después, el resto de los días, recibía bastantes mensajes y la verdad es que es muy importante la contención. Hasta el día de hoy me escriben para preguntarme dónde se pueden hacer el test, cuáles son los síntomas o para avisarme cuando falleció otro vecino. Esto no es nuevo, hay como una leyenda urbana de que la Anses se encarga de todo en en el barrio.
— ¿Qué análisis hace del desarrollo de la cuarentena en el barrio?
— Veo que todavía falta un poco de conciencia, algo que es general y pasa en todos lados. La verdad es que somos muchos habitantes en un lugar muy chico, pero hay mucha gente que se está ocupando de abastecerse. Después sí, tenés a los mismos de siempre que en vez de salir una vez, salen diez veces. Pero hay toda una estigmatización en los barrios populares que nos acusa de que nos contagiamos por nuestra culpa y no es así. Mientras tanto, el tema del agua sigue siendo un problema, muchos vecinos denuncian que no tienen presión, y el hacinamiento no ayuda.
— En su relato hace mucho hincapié en cómo el virus (y la muerte) los rodea a todos en el barrio, ¿le genera miedo el panorama?
— Sí, sigo teniendo miedo. Falleció la mamá de un amigo, una referenta histórica del barrio, y tengo miedo por mis papás y mi familia. Este barrio es un lugar chico, vivimos hacinados y todo, pero se pudo controlar el virus. Acá se implementó el primer Operativo Detectar del país y fuimos viendo todo el proceso de cómo fueron cambiando los protocolos. Hay que prestar atención a lo que pasó en el barrio porque a raíz de todo ese trabajo se llevaron estos protocolos al resto del país.
Fuente: Página 12