Celebridades virtuales, estrellas hechas a la medida de su público

Con una selfie y los dedos en señal de paz, Lil Miquela, la primera influencer virtual, inauguró su cuenta de Instagram el 26 de abril de 2016. Su recorrido fue el de muchas influencers: la vistieron los mejores diseñadores, dio entrevistas, se comprometió con causas sociales y lanzó su carrera musical. Aunque solo existe en la digitalidad, está creada según los gustos de su audiencia y representa una oportunidad única para las marcas porque, por primera vez, disponen plenamente de una celebridad para llegar a potenciales clientes. Es la influencer perfecta.

“Un influencer es un creador de contenido que genera empatía en un segmento específico a partir de lo que dice”, explica a Télam Faustino Carbone que fundó, junto a Tomás Odell, Somos Fans, una agencia de publicidad dedicada exclusivamente a la comunicación con creadores de contenido. “Con los influencers virtuales pero también con los reales, todo se trata del interés que generan, las marcas están ahí porque hay gente prestando atención, generan atención de potenciales clientes”.

Detrás de Lil Miquela está Brud, un estudio transmedia que desarrolla personalidades virtuales. A partir del estudio de diversos perfiles y el análisis de datos sobre conducta en redes crearon a Miquela Sousa, más conocida como Lil Miquela, una joven de 19 años brasileño-estadounidense cuya fama fue creciendo a medida que su número de seguidores iba en aumento. El proyecto comenzó como un perfil en redes sociales pero con 3 millones de seguidores en Instagram ya se convirtió en la primera influencer virtual.

Realiza sesiones de fotos para revistas de moda como Vogue, se rodea de celebridades y usa ropa y accesorios de Prada, Calvin Klein y Chanel. Posó en fotos junto a la cantante española Rosalía, entrevistó a artistas como J Balvin y lanzó su propia carrera musical con varios singles que están disponibles en Spotify. Sus creadores también desarrollaron una personalidad para ella, comprometida políticamente con diversas causas sociales como “Black Lives Matter” y la defensa de los derechos de la comunidad LGBTIQ.

Es una influencer hecha a la medida de su público pero no es la única. A principios de 2019, 1sec una compañía especializada en realidad virtual, creó a Liam Nikuro, el primer influencer virtual masculino de Japón. Liam es el resultado de lo que contestaron 30 hombres y mujeres a la pregunta “¿Qué celebridad se les hacía más atractiva?”. “Según lo que escuchamos, le dimos una forma de cara similar a la de Justin Bieber y le agregamos características de los BTS”, dice Grace Kwak, una de sus desarrolladoras.

Las primeras celebridades virtuales tienen su origen en la industria musical. En 2016, un holograma de Tupac Amaru Shakur, el rapero fallecido en 1996, se presentó en el festival Coachella, y el mismo año, una copia digital de Michael Jackson participó de la entrega de los Billboard Music Awards.

Pero hoy los hologramas quedaron en el pasado y la industria de la música comenzó a crear artistas a medida y desde cero. Tal es el caso de la estrella del J-Pop (pop japonés) Hatsune Miku, una chica de 16 años con estética manga que ya lanzó 110 mil canciones, fue telonera de Lady Gaga y tocó con Madonna. Sus vídeos tienen más de 88 millones de visitas en YouTube, y en Facebook reúne a más de 2.5 millones de seguidores. Como toda celebridad virtual, su escenario es el de la digitalidad: todas las plataformas existentes, desde videojuegos a comerciales de televisión y pantallas en conciertos.

Las celebridades virtuales están creadas con tecnologías de modelado 3D y distintas técnicas de iluminación y texturas que resultan en una imagen hiperrealista. Como sucede con otras estrategias de marketing, los estereotipos edifican la imagen de estos influencers, son lindos, jóvenes y exitosos. Crean una fantasía más inalcanzable que nunca porque son una reproducción de un ser humano real, ideada para explotar el aspecto más comercial y menos humano de los influencers.

Vane Pellizzeri es Talent Manager y trabaja con artistas que además tienen fuerte presencia en las redes sociales como la bailarina e influencer Sofi Morandi y el actor y youtuber Kevsho. “Cada vez son más, las marcas que eligen la publicidad en redes sociales porque realmente funciona, los influencers tienen un público fiel”, explica Vane en diálogo con Télam. Y agrega, “tampoco publicitan todo, sino aquello con lo que se sienten identificados, son más los `no´que los `sí´ en publicidad, los influencers son fieles a sus convicciones y sus seguidores creen en sus discursos y en lo que recomiendan”.

Por el contrario, lo que una celebridad virtual comparte en sus redes, la manera en que se ve y el entorno que los rodea, es decisión de los equipos que los producen. Y si bien es pronto para predecir el futuro de estas iniciativas, las posibilidades parecen inagotables. Por ejemplo, en plena pandemia del coronavirus, cuando las fronteras del mundo estuvieron cerradas para todos, los influencers virtuales fueron los únicos que no dejaron de viajar y generar contenido -en ese momento único- para las redes sociales.

Son los influences perfectos porque están hechos a la medida de su público, son populares y pueden ser totalmente controlados.

Fuente: Télam

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