Un grupo de 13 mujeres con padecimientos mentales se levantan cada mañana temprano y recorren, la mayoría de ellas, unos doscientos metros del espacio verde donde se erige el Hospital Interzonal José Esteves, de la localidad bonaerense de Temperley, para trabajar en un bar que fue inaugurado este martes.
La estructura gris y antigua de los edificios del hospital de principios del siglo pasado contrasta con el espacio blanco, con banderines de colores y flores donde funciona desde febrero, con sus primeras pruebas, el bar que está emplazado dentro del neuropsiquiátrico.
El bar cooperativo se llama “Cruz del Sur” por iniciativa de una de sus trabajadoras, Andrea, que tiene 54 años, y a quien adulan sus compañeras por su especialidad: el café y el jugo exprimido de naranja que prepara.
“La cruz del sur es algo que todas conocemos y que nos guía”, dijo a Télam Andrea, que también es una de las 470 mujeres internadas en el Hospital Esteves.
Esta propuesta es “una alternativa concreta como parte de la tarea de recuperación de las mujeres. Tiene que ver con garantizar derechos y uno de los derechos que se pierden en la internación es el derecho a la inclusión laboral”, explicó la psicóloga Nadia Percovic, que forma parte del equipo interdisciplinario de apoyo a los emprendimientos del hospital.
En este punto, el trabajo es parte de la recuperación “porque por un lado está la cuestión de la actividad, es algo que estructura el tiempo y, por otro, permite aprender cosas, además de generar un ingreso”.
“Me gusta trabajar, es lindo. Tengo mi platita. Me compro comida, pago lo que debo. Me gusta porque cuando estoy trabajando no pienso en otras cosas. Este es mi lugar favorito del hospital”, expresó a Télam Máxima, una mujer de 30 años que se siente cómoda para hablar con las personas que llegan al bar, donde se desempeña atendiendo al público.
El grupo está conformado por 13 mujeres, la mayoría internadas en el hospital y una externada, de las cuales ocho se dedican a tareas de producción en la cocina y las restantes atienden al público.
Los primeros días de febrero comenzaron con el proyecto abriendo el espacio dos veces por semana y con una producción acotada -café y alfajores-, y en marzo, a partir del pedido de las trabajadoras, empezaron a abrir de 9 a 13 de lunes a viernes.
“La preapertura fue un ensayo general que nos sirvió un montón. Este martes la inauguración fue como una fiesta porque ya estábamos más cancheras”, describió Percovic.
Ese día se acercaron alrededor de 100 personas al bar que degustaron pizzas, alfajores, budines, empanadas y bebidas en una jornada que fue un “desafío” para las trabajadoras.
La enfermera Sandra Marano, una de las integrantes del emprendimiento, consideró que el proyecto “viene bien y vamos cumpliendo las expectativas de a poquito, con el desarrollo personal de cada una”.
“Por ahora a veces tienen miedo a equivocarse, a que se les caigan cosas. A medida que vamos trabajando van teniendo confianza, que es lo que les cuesta un poco: ver que progresan, que pueden. Ganas les sobran”, desarrolló a Télam.
El emprendimiento se lleva adelante en el marco del programa Buenos Aires Sin Manicomios, que puso en marcha el gobierno de Axel Kicillof.
Además, tiene su razón de ser en la Ley de Salud Mental (N° 26.657), sancionada en noviembre de 2010, que en sus artículos 11 y 36 insta a implementar “acciones de inclusión social, laboral y de atención en salud mental comunitaria” y a desarrollar “planes específicos de inserción socio-laboral para personas con padecimiento mental”.
“La Ley de Salud Mental es fundamental porque restituye derechos a una población que históricamente ha visto vulnerados sus derechos”, afirmó la terapeuta ocupacional y parte del equipo de apoyo, María Victoria Araujo.
“Uno de los ejes principales que tiene la ley es la atención comunitaria y la intersectorialidad. Esto quiere decir que distintos sectores del Estado tienen que trabajar en conjunto para lograr, en primer lugar, la externación de estas mujeres. Pero, a su vez, que ciertos dispositivos y espacios sean productores y promotores de salud”, detalló.
En ese sentido, sumó, potenciar el trabajo es “clave”.
“Es lo que posibilita en primera instancia circular nuevamente en la trama social, además de funcionar como generador de un dinero que se necesita para la vida cotidiana en el afuera. También como una ocupación primordial en la vida de cualquier persona, que permite reencontrarnos con habilidades, destrezas laborales, pautas y tareas precisas”, agregó Araujo.
Muchas de las mujeres que hoy trabajan en el bar vivieron la mayoría de sus años productivos estando internadas.
Tanto Andrea como Norma son usuarias de los servicios de salud mental que anteriormente trabajaron de camareras y bacheras por lo que tienen una mayor experiencia laboral, la cual comparten con sus compañeras que lo hacen por primera vez.
“Aprendí a cocinar. No sabía hacer la masa de la pizza y ahora sé que tiene que ser crocante”, compartió Daisy, una de las mujeres de 56 años que atiende en el bar y se mostró feliz ante esta cronista porque su hija de 30 años la vio desempeñarse el día de la inauguración.
Para Daisy, la relación entre las integrantes del emprendimiento es de “amigas”.
“Cada una tiene su puesto, ninguna es mejor que otra, todas ayudamos”, dijo.
En este sentido, Patricia, otras de las trabajadoras, decidió sumarse al proyecto entre otras cosas “para compartir con las demás”, además de porque “hace bien salir un poco de la sala”.
“Vengo acá y me olvido un rato”, expresó a Télam.
El emprendimiento es un espacio de construcción colectiva, con un objetivo social, que funciona con una gestión cooperativa y donde el apoyo entre ellas es un elemento primordial.
“Las decisiones no son tomadas por el profesional de la salud que lleva adelante un tratamiento, sino que nosotras damos apoyo y acompañamos ese proceso, pero cada usuaria con su experiencia, sentimientos y motivaciones va eligiendo colectivamente cómo trabajar en asambleas”, explicó Araujo.
“Acá estoy bien, estoy cómoda, soy feliz”, dijo a Télam Norma (50), que estuvo internada durante ocho años y hoy vive en una casa que alquila desde que obtuvo su externación.
A futuro, el equipo interdisciplinario espera que estas empresas sociales puedan ser “mixtas”, es decir, que participen mujeres internadas, externadas y gente de la comunidad que está desocupada, con el objetivo de favorecer la inclusión.
“Hay mucho déficit en relación a lo que se llama interseccionalidad: son mujeres, pobres, ‘locas’, que están muy ‘atrás’ en el lugar que les da la sociedad. Entonces todos los emprendimientos laborales que podamos armar, vamos a ir a por ellos”, concluyó Percovic.
Fuente: Telam