Si los hombres piensan que eres tonta, aprovéchate de ello. Este mensaje es una de las fortalezas de la narrativa de la película Barbie, dirigida por Greta Gerwig y protagonizada por Margot Robbie, cuando subyugadas al patriarcado de los Ken, usan la simpleza que se les presupone a ellas para distraerles, trazar un plan y arrebatarles el poder. La campaña de marketing ha hecho algo parecido al usar la frivolidad como excusa para engatusar a miles de hombres —sí, por qué no decirlo— para que vayan al cine movidos por el hype y, una vez están ahí, explicarles cómo funciona el patriarcado y por qué la masculinidad hegemónica es una cosa muy desagradable. Querido, tú creías que acompañabas a tu novia a una simple fiesta de pijamas y acabaste en una asamblea feminista.
En cierta forma, el filme renuncia a la evidencia de que en las fiestas de pijamas también se hace política —escuchando a las amigas, problematizando las experiencias personales, poniéndote mona por primera vez— para hacer un mitin que si bien no descuida la diversión, no se abandona a la euforia rosa que había prometido.
Ante la ambivalencia de los mensajes que trascienden de la película Barbie, hablamos con voces vinculadas al cine y al feminismo para tratar los temas que el filme de la muñeca de Mattel pone sobre la mesa. Recuerda que el artículo está lleno de spoilers y si no estás de acuerdo con las opiniones, nos acogemos a la palabra de Stacey Malibú: ¡a nosotras no nos preguntes, solo somos chicas!
Barbie la película: ¿una reivindicación de la feminidad?
La película Barbie comienza haciendo justicia con la muñeca al otorgarle la importancia que tuvo en la historia emocional de niñas, niños y niñes que se alineaban con la feminidad. Si a la barbie se le atribuye la responsabilidad de perpetuar los estereotipos de género, dejamos huérfanas a todas aquellas criaturas que fueron felices con una de estas muñecas entre sus manos.
Como explica a Newtral.es Rhea Ashley Hoskin, socióloga e investigadora en género y feminidad (Universidad de Waterloo, Canadá), “Barbie fue una de las primeras muñecas, si no la primera, cuyo objetivo no era socializar a las niñas para que fueran madres”. Sin embargo, sobre ella pesa la creencia de que representa la feminidad exigible a cualquier mujer. Son numerosos los artículos que parten de la idea de que si Barbie fuese humana, no se sostendría en pie debido a su infrapeso.
En este sentido, Hoskin señala: “Claro que es poco realista, como lo es Mi Pequeño Pony, Superman o Las Tortugas Ninja. Existe un doble rasero hacia los cuerpos de los juguetes infantiles cuando se comparan los asociados con lo femenino y los asociados con lo masculino. Por ejemplo, Superman (tanto en el cine como en forma de figura de acción) se ha vuelto cada vez más hipertrófico e hipermusculado. Sin embargo, Superman no recibe tanta hostilidad por perpetuar unos estándares corporales poco realistas. Quizá porque el valor de los niños y de los hombres no se reduce a la capacidad de sus cuerpos para cumplir unos ideales de belleza”.
Por eso, para esta investigadora de la Universidad de Waterloo (Canadá), el juicio a Barbie tiene mucho que ver con la femmefobia (devaluación de la feminidad): “El patriarcado tiene una serie de expectativas sobre la feminidad que son contradictorias. Debes ser modesta pero no tanto, sexualmente activa pero no una guarra, abnegada pero no mojigata. Barbie es un lienzo en blanco en el que se proyecta la femmefobia y el sexismo”.
Así, mientras hay quienes consideran que refleja el estándar de “mujer florero”, dócil, guapa y tonta, para otros es la hipersexualización porque tiene pechos, es rubia, se maquilla y lleva tops y minifaldas. “Fracasa en esa contradicción imposible de la dicotomía virgen/puta”. Es decir, la feminidad no deviene del patriarcado, sino que el patriarcado la tiene secuestrada. Por eso, para Hoskin, los pechos prominentes de la muñeca ya encierran en sí toda una paradoja: “Representan un estereotipo de mujer y de hipersexualidad, pero a la vez eso se ve como algo pornográfico y obsceno. Es la idea de que los pechos son, al mismo tiempo, ‘para alimentar a los niños’, pero no son apropiados para ellos”.
La película Barbie expone bien estas incoherencias, como señala a Newtral.es la tiktoker y diseñadora de moda Samantha Costantini: “Cuando Barbie [Margot Robbie] llega al mundo real, cuatro adolescentes vestidas de negro y con ropa ancha le echan en cara que es antifeminista e incluso fascista. Es una sátira de la asimilación de la mirada masculina, que desprecia la feminidad, que no la toma en serio”. Es decir, la consideración de que abandonar la feminidad es el camino a la liberación y a la igualdad.
“Me acuerdo de una amiga que siempre enviaba su currículum en rosa y nunca la llamaban. Le dije que probase a enviarlo en blanco, sin adornos… y vaya, consiguió trabajo en seguida. Es curioso: quieren que las mujeres seamos femeninas pero no mucho; que me tape las ojeras pero que no me haga un eyeliner de tres metros, que me ponga un poco de tacón pero que no lleve plataformas de drag”. No vaya a ser que seas más alta que ellos. “Y cuando te hiperfeminizas te dicen que lo haces para gustar a los hombres, cuando la realidad es que a la mayoría de los hombres no les gusta mi estética”, añade Costantini.
A pesar de que la primera parte de la película Barbie bien podría leerse como una reivindicación de la feminidad, la escena final podría interpretarse de otra manera. Una vez la protagonista [Margot Robbie] decide transicionar a humana, aparece con un maquillaje ‘vanilla girl’ y un traje de pantalón y chaqueta color marrón. No es, desde luego, la imagen hiperfemenina de Barbie, a pesar de que en ningún momento ella parecía estar cuestionando su expresión de género, sino la perfección a la que está sometida.
Así lo explica la científica e investigadora Rhea Ashley Hoskin: “Literalmente, en su paso de ‘objeto’ [muñeca] a ‘humana’, se vuelve menos femenina. Pero las investigaciones muestran que la hiperfeminidad está deshumanizada. A diferencia de los rostros sin maquillaje, los rostros muy maquillados se consideran menos humanos, con menos capacidad de acción, menos cálidos y menos morales. Así que, para mí, el final perpetuó la deshumanización de la hiperfeminidad. ¿Por qué tuvo que ‘atenuar’ su feminidad a medida que se volvía más existencial y, en última instancia, humana?”.
Lo que sí destaca Carolina Benítez Mendoza, activista y coordinadora de Afrocolectiva, es que el filme sitúa “a la mujer como sujeto político y no solo como objeto decorativo, de deseo, en una vida sin trascendencia”. “Además, hace hincapié “en que el discurso central feminista lo da una mujer racializada, America Ferrera, que señala las exigencias múltiples que se hacen sobre las mujeres, sobre todas nosotras”, añade Benítez a Newtral.es.
Margot Robbie también se ve fea: desprenderse de la norma
Hay dos mensajes obvios en la película Barbie: el patriarcado no hace feliz a nadie y la norma acaba por asfixiar incluso a la persona más estereotípica. Por eso la protagonista se derrumba cuando se ve despeinada, con celulitis y con los ojos hinchados de llorar. Greta Gerwig y Margot Robbie vienen a decirnos que cualquiera puede verse guapa sin ser normativa, que la belleza es para todas, y que arreglarse es algo que hay que tratar de disfrutar.
“La moraleja es que no hace falta estar perfecta siempre, no te hace perder tu identidad. El gran conflicto de Barbie es lo que nos han hecho creer: que si no estamos perfectas, no servimos o somos unas impostoras”, explica la diseñadora de moda Samantha Costantini.
En este sentido se pronuncia la script de cine y televisión Gemma Lastra, que en conversación con Newtral.es señala: “La película afronta la disonancia entre lo que eres y lo que se espera de ti. Para Barbie Estereotípica, su valor reside en no salirse de la norma, pero eso es imposible. Y, además, cada vez que habla dice algo muy lógico e inteligente. Viene a criticar la idea de que solo podemos ser una cosa, todas tenemos mucha más complejidad”.
La actriz Laura Galán, ganadora de un Goya por su papel protagonista en la película Cerdita (Carlota Pereda, 2022), explica a Newtral.es que “una de las líneas rojas de la feminidad es el peso, la gordofobia”: “Yo no sufrí bullying ni tampoco odiaba la muñeca Barbie por ser delgada. Para mí la bofetada de normatividad llegaba cuando estaba en casa con amigas y todas se probaban ropa entre ellas y yo no podía, así que era la que sujetaba los bolsos, o íbamos de compras y no encontraba nada de mi talla. Yo no quiero ser delgada: quiero verme guapa, ser feliz y estar sana”.
En este sentido, Cerdita lanza un mensaje sobre cómo el robo de la feminidad y la negación a ciertos espacios hiere y deshumaniza a quien se queda fuera: “Cuando nadie te acepta ni te desea, aunque no quieras ser como las guays de la clase, se produce un vacío, una oscuridad, que es lo que le ocurre a Sara [el personaje de Galán]. Por tanto, no se trata de estar en el canon, sino de ampliarlo. No se trata de ser la Barbie Estereotípica, sino de ser la barbie que tú quieras ser”, apunta la actriz, que aparece en la recién estrenada serie Zorras.
“Creo que una de las grandes fortalezas de Barbie es su público. Casi es más asombroso ver cómo el universo se expande, con las salas llenas de rosa, materializando una de las ideas principales de la peli, que es que todo el mundo puede ser una Barbie o un Ken, que no hay una única manera correcta de ser quien quieras ser”, apunta en conversación con Newtral.es la actriz y directora Abril Zamora.
La búsqueda de la identidad en la película Barbie: una Matrix femme
Dice la script Gemma Lastra que la película Barbie “bien podría resumirse bajo las ideas de autodeterminación y búsqueda de la identidad”: “No solo hay un subtexto trans, sino que también habla de cómo los hombres no pueden basar su identidad en la jerarquía, ni tampoco en oposición a la feminidad. Todos tenemos un lugar en el mundo y no necesariamente es el que nos han asignado”, añade.
Así, a pesar de haber sido asignada Barbie al nacer, Barbie Estereotípica desea, finalmente, ser humana. En una especie de Matrix femme, el símil es obvio cuando Barbie Rarita, que ha sido descartada por no ser perfecta, le da da elegir entre un zapato de tacón y un zapato plano —como si fuesen la pastilla roja y azul—. Incluso la aparición de la creadora de Barbie, Ruth Handler, es una mezcla entre Morfeo y el Oráculo de Matrix. Esta le anima a poder a cambiar su identidad si lo desea porque la creadora —ya sea el padre, la madre, la sociedad o Mattel— solo te dan un punto de partida.
“Si Barbie era un lienzo en blanco para muchas niñas como yo, para muchos niños mariquitas también… ¿por qué no pensarlo todo desde esa perspectiva? A mí Barbie me permitía imaginar aventuras, romances y miedos. Del mismo modo, si la Barbie no es solo eso que nos habían dicho que es, un estereotipo, cada una de nosotras, nosotros y nosotres tampoco tenemos por qué serlo”, afirma la directora Abril Zamora. Soltar la mano de la creadora, sea quien sea; emanciparnos hasta de nosotras mismas en un momento determinado.
La masculinidad: I’m just Ken
¿Y ellos? En el universo Barbie protagonizado por Margot Robbie, los Ken son un complemento, un accesorio de la muñeca de Mattel. Un espejo que refuerza la identidad de ellas. Sin embargo, cuando Ken Estereotípico (Ryan Gosling) se adentra en el mundo real, se da de bruces con un universo muy diferente, uno en el que las mujeres son el accesorio de la masculinidad. El poder que la sociedad humana le otorga por ser leído como hombre le lleva a trasladar el patriarcado a Barbieland, convirtiendo el mundo de fantasía en Kenland.
“Creo que hasta ese momento se había retratado una masculinidad tierna, que no acapara, que acompaña. Al subvertirlo queda muy claro cuán diferente es de la masculinidad normativa, poniendo de manifiesto lo fácil que es para los hombres dejarse llevar por esa masculinidad expansiva y dominante”, explica a Newtral.es Darío Gael Blanco, traductor en Vanity Fair y periodista especializado en cultura y moda.
Blanco considera que funciona, además, como una analogía de la realidad trans, no solo porque Barbie y Ken tienen género antes que genitales, sino por la construcción de la masculinidad: “Refleja, aunque de forma muy simplificada, lo que se puede llegar a sentir como hombre trans una vez se sale a la calle con passing, disfrutando de la camaradería de muchos hombres, con esa borrachera de validación”.
En ese sentido, Ken aprende que la dominación tampoco le hace feliz ni le permite ser quien realmente es. El traductor y periodista considera que el muñeco Allan y el marido de Gloria —Ryan Piers Williams y America Ferrera, respectivamente—son “formas posibles de masculinidad dentro del patriarcado, trazando su identidad sin basarla en pisotear al resto”.
Para la socióloga Rhea Ashley Hoskin, que Ken se revuelva contra la tiranía de Barbieland emite un mensaje confuso: “Mi línea de investigación muestra que revalorizar la feminidad y desafiar la femmefobia reduciría la masculinidad tóxica, no sería la base sobre la que florecería la masculinidad tóxica, como ocurre con Ken en la película Barbie”. Así, las estructuras asociadas a la feminidad, que no necesariamente a las mujeres, se caracterizan por “promover la comunicación y la colaboración, dejando espacio para la vulnerabilidad”.
Sin embargo, esta jerarquía invertida de Barbieland que retrata Gerwig serviría “para hacer una crítica a cierta corriente de pensamiento que asume que un mundo dirigido por mujeres sería perfecto, donde se ha impuesto la narrativa de que el feminismo no es para todo el mundo y solo debe atender a lo que afecta a las mujeres”, apunta la script Gemma Lastra.
En una metalectura, la propia película Barbie no es solo lo que nos han dicho que es ni el juego que nos propone es uno solo. Como con las muñecas, con el cine podemos hacer casi cualquier cosa: abrir melones loquísimos, imaginar otros mundos —por ejemplo, una peli de las barbies descartadas que se infiltran en el mundo real para vengarse de los señores de Mattel— o aprovechar para hacer como Elle Woods en Una rubia muy legal y llevar el rosa hasta los lugares más recónditos. Como le dice Barbie a Ruth Handler, nosotras también podemos ser creadoras, no solo observar la creación. Come on, Barbie, let’s go party.
Fuente: Newtral