Durante la demostración, los miembros del ejército mantuvieron a los robots atados y solo mostraron su capacidad para caminar, sin exhibir sus habilidades para disparar, lo que tranquilizó a los presentes. Según los militares asiáticos, estos perros robot mejorarán las capacidades del ejército en la lucha contra el terrorismo.
El ejército de China presentó recientemente un ejército de perros robot de combate equipados con ametralladoras en sus espaldas. Estos robodogs, parte de un ejercicio militar masivo llamado Dragón Dorado en un centro de entrenamiento en Camboya, representan un avance significativo en la guerra moderna, donde las máquinas autónomas asumirán un papel cada vez más importante.
Los perros robots armados ya estaban en Estados Unidos
La idea de robots armados no es nueva. En Estados Unidos, la empresa Throwflame ha desarrollado un prototipo llamado Thermonator, un perro robot equipado con un lanzallamas y múltiples cámaras y sensores que le permiten moverse de forma autónoma. Además, el Pentágono consideró incorporar esta tecnología a sus fuerzas, y una empresa de fabricación militar ya ha presentado un modelo similar al chino.
Las reacciones en las redes sociales fueron diversas. Algunos usuarios expresaron preocupaciones éticas sobre el uso de armas autónomas en el campo de batalla, mientras que otros ven el potencial de estas tecnologías para salvar vidas al reducir la necesidad de soldados humanos en situaciones peligrosas.
No obstante, la comparación con películas de ciencia ficción distópica es inevitable. La imagen de perros robot armados evoca un futuro de guerra automatizada, donde las decisiones de vida o muerte son tomadas por algoritmos, sin intervención humana.
La presentación de estos perros robot marca el comienzo de una nueva era en la guerra, en la que las máquinas podrían reemplazar a los soldados humanos en muchas funciones, lo que plantea serias cuestiones éticas y prácticas sobre el futuro de los conflictos armados y el papel de la tecnología en la toma de decisiones bélicas.
Fuente: Ambito