El Gobierno anunció el Servicio Cívico para jóvenes de 18 a 24 años que no trabajan ni estudian: lo que tenés que saber

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunció el regreso del Servicio Cívico, un programa que busca darle ayudar a los jóvenes de 18 a 24 años que están en la búsqueda de su camino. ¿Te quedaste sin laburo o no sabés qué estudiar? Este programa podría ser tu salvación (o al menos una buena opción).

¿De qué se trata el Servicio Cívico?

Este programa, que ya tuvo su primera edición en 2019, estará disponible en 11 ciudades del país y está dirigido a esos jóvenes que no están estudiando ni trabajando. La idea es ofrecerles una formación en disciplina, respeto y valores.

¿Qué ofrece?

  • Capacitación: Se brindarán talleres que culminan en certificaciones reconocidas. 
  • Entrenamiento en valores cívicos: Aprenderás sobre democracia, respeto y, por supuesto, cómo cumplir horarios.
  • Oportunidades laborales: Al finalizar, se evaluarán los perfiles de los participantes para orientarlos hacia oportunidades de trabajo o estudios.

¿Quiénes pueden anotarse?

Si tenés entre 18 y 24 años, no estudias ni trabajás, este programa es para vos. Bullrich lo dejó claro: “Vamos a sacar a los jóvenes de las calles y alejarlos del delito y la droga”. Así que, si estás buscando una forma de reinsertarte en la sociedad, esta podría ser tu chance.

¿Cómo funciona?

El Servicio Cívico será implementado por Gendarmería Nacional y contará con la colaboración del Ministerio de Capital Humano, liderado por Sandra Pettovello. 

¿Qué dicen los funcionarios?

Fernando Soto, Director Nacional de Normativa y Enlace Judicial del Ministerio de Seguridad, comentó que este programa es una oportunidad para quienes no tienen muchas chances de capacitación en el ámbito privado, que suele ser bastante caro.

Pettovello, por su parte, destacó que el programa es una alternativa concreta para que los jóvenes puedan retomar sus estudios y acceder a un trabajo. “Promovemos la libertad individual y la superación personal”, dijo. 

Fuente: El Economista

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