En una de las mejores escenas de la película Margin Call, que relata la caída de Lehman Brothers, el dueño del banco le pregunta al joven físico que anticipó la crisis, cuando cree que el banco entrará en bancarrota, es decir que ventana de tiempo les queda para liquidar los activos. El joven, luego de un espeso silencio ante la junta, contesta: “Yo diría que eso ocurrió hace unos quince días”. Sólo que el mercado todavía no se había dado cuenta.
Entre Daniel Scioli y Cristina Kirchner ocurrió lo mismo. La ruptura ya se produjo, sólo que la utilización prudente de silenciadores, provoca la ilusión de una ausencia de disparos. Pero las bajas se producen y la guerra existe.
Scioli está respondiendo al ahogo financiero de la Casa Rosada, que busca su caída, con una voluntad de pelea que contradice la mirada lineal que habla de su falta de coraje o una supuesta pulsión por el servilismo al poder. Claro que lo hace, como el mismo se cuidó de explicitar, “sin pisar el palito” de la confrontación abierta. Es decir, para qué simplificarle la vida al kirchnerismo, siempre presto a construir nuevos enemigos para cohesionar su base política.
La respuesta al ahogo económico de Scioli es la misma que ensayó el año pasado en la crisis de los aguinaldos: Ante el torniquete financiero, responde desde la política. En el 2012 lanzó su candidatura a Presidente y ahora trabaja en un armado político alternativo para octubre.
El elegido es Francisco de Narváez, un hombre que ya tiene experiencia en ganarle al kirchnerismo en elecciones de medio término. Así, en un acto reflejo a la extensión del torniquete económico, Scioli pasó en las últimas semanas de un discreto apoyo financiero a militar la lista del empresario.
Días atrás el ex vicepresidente de Néstor Kirchner, recibió en su quinta de Villa la Ñata a Eduardo Duhalde y Eduardo Amadeo. Les pidió a ambos que apoyaran la lista de De Narváez. Lo mismo le dijo a Felipe Solá, que como muchos actores del peronismo opositor que apostaron a Sergio Massa, hoy sufren la indefinición del intendente de Tigre, que presumen concluirá en la determinación de no competir.
Solá superó entonces el mal trago de sus resquemores con De Narváez –el diputado se lleva mejor con Macri en lo personal, pero no comparte su vision “muy liberal” de la política- y se tomó un café con Gustavo Ferrari, alter ego del empresario.
Un camino parecido están visualizando viejos tiburones de la política bonaerense como Federico Scarabino y Graciela Camaño que venían apostando a una candidatura de Massa. Al igual que los dirigentes que acumula la Juan Domingo y su flamante socio Alberto Fernández, que integran el ala explícita del sciolismo.
Tan explícita como la conferencia de prensa que brindó Scioli hoy parado delante de un gran retrato suyo con la banda presidencial, escoltado -mas chiquitos- por fotos de Cristina y Néstor; y cerrando la galería Perón y Evita. El gobernador, que es un tigre para lo gestual, mandó así un mensaje bastante claro al peronismo. Tradución fotográfica, de la promesa de futuro que leyeron los intedentes. Lo que fue y lo que viene.
El piano que se acerca
Cristina, por motivos que sólo ella conoce, decidió marginar de sus planes a los dos dirigentes que más miden en el país: Daniel Scioli y Sergio Massa. Lo curioso es que ambos estaban en su propio espacio político y se cansaron de enviarle señales acuerdistas.
Como sucede con la economía -donde se acumulan la señales negativas pero como la crisis no estalló parece que todo marcha más o menos bien-, en el plano político, el gobierno también parece estar sufriendo el síndrome del piano que se cae desde un edificio alto. Esto es, hasta que no se estrella contra la cabeza del incauto que lo mira desde abajo, nada hace suponer que hay algún inconveniente.
Todo indica que Cristina competirá en octubre a suerte y verdad con una boleta encabezada por Alicia Kirchner. Según las encuestas está lejos de ser la mejor candidata para ampliar el espacio político. Por ahora se limita a ser la más apropiada para el módico objetivo de retener el núcleo duro kirchnerista, que ronda los 30 puntos. Es decir, es la candidata ideal para convencer a los convencidos.
De Narvaez aún en su peor elección, que fue la del 2011 cuando tuvo que competir con el lastre de la desastrosa alianza que hizo con los radicales, sacó 16 puntos, consiguiendo casi 6 puntos por encima de Alfonsín. Un corte descomunal para las dimensiones que se manejan en la provincia.
De ese piso parte el empresario, a quien distintos sondeos hoy ubican rondando los 20 puntos, pero con gran chance de polarizar la elección si Massa no juega.
Scioli se garantiza así un piso alto para meter los diputados y senadores provinciales que necesita para evitar que el kirchnerismo le inicie un juicio político el año que viene y lo destituya. Necesita 30 diputados y 15 senadores. Hoy tiene 6 diputados propios, pero cuenta con inestimables aliados que imagina conservar. De hecho, es difícil imaginar que el PRO y la UCR incineren su discurso “institucional” votando una venganza política del kirchnerismo.
Como Cristina decidió ahogarlo sin aparente retorno, el mismo movimiento que utiliza para apretarle el pescuezo está aflojando las sogas que lo mantenían atado a la Casa Rosada. Eso es lo que cambió.
De la misma manera que está cambiando para Massa el tablero, por su inacción. Si sigue sin definirse –o peor aún, sino juega- gran parte de lo que acumuló, en la sociedad y en la estructura política, confluirá en De Narvaez. Y si el empresario gana en octubre o consigue un competitivo segundo puesto, no hay que ser muy imaginativo para anticipar a quien apoyará Scioli para gobernador en el 2015.
Por supuesto que el intendente de Tigre seguirá siendo un candidato de los fuertes para aquella pelea, pero en el camino le habrá surgido revigorizado, un competidor que podría dejar en este turno fuera de la cancha.
Lo que está claro es que Scioli ya puso en marcha su Plan B y que minuto a minuto se transforma en Plan A. Si al final del camino hay acuerdo y el Gobierno le ofrece algunos lugares en las listas y hasta le “exige” que ponga a su mujer Karina Rabollini como segunda de Alicia, lo más probable es que Scioli haga el sacrificio de meter candidatos en ambas boletas.
Negocio electoral que empiezan a olfatear los intendentes que, pobres víctimas inocentes, firmaron “confundidos” una solicitada en respaldo a Scioli. En definitiva, no se trata más que de recuerdos del pasado, algo así como un flash-foward al 2009, un testimonio mas de esa oscura pasión del kirchnerismo por inventarse sus propios inconvenientes, como si no alcanzara con los que ofrece la realidad cada mañana.
Fuente: www.lapoliticaonline.com