Contrariamente a lo que suele ocurrir durante enero, cuando la ciudad parece vacía por las vacaciones, este año el tránsito porteño fue un verdadero caos.
Por momentos, Buenos Aires pareció sitiada. Piquetes de vecinos por falta de luz a un promedio de 12 por día, subtes con vagones abarrotados y andenes de trenes en los que los usuarios hasta podrían haber tenido una sesión de terapia mientras esperaban fueron la imagen repetida.
¿Los colectivos? Una lotería: pasan tres en un minuto o tardan más de media hora en aparecer.
Si algo le faltaba a este enero tan particular era un calor sofocante que hizo batir el récord de consumo eléctrico y provocó cortes, con un promedio diario de por lo menos 6000 usuarios sin luz.
A este escenario de crisis se le agregó el bloqueo durante ocho días de la autopista Illia y hasta una protesta de maleteros que dejó a miles de pasajeros varados en Ezeiza, Aeroparque y la terminal de cruceros en el puerto.
Así, para lograr que una cuadrilla de las compañías de energía les devuelva la luz, grupos pequeños de personas cortaron, entre otros, los ferrocarriles Sarmiento, Roca y Mitre; las autopistas Ricchieri, Ezeiza-Cañuelas y Buenos Aires-La Plata, y un centenar de calles en barrios como Caballito, Liniers, Almagro, Boedo, Villa Crespo, Villa Luro, Retiro, Belgrano, Congreso, Recoleta, Parque Chas y Santa Rita.
Además, personas sin techo que fueron desalojadas de terrenos linderos con las vías de los ferrocarriles Belgrano Norte y San Martín, en Recoleta, cortaron durante ocho días la autopista Illia. Reclamaban una casa permanente o un subsidio de $ 50.000 para comprar una propiedad, algo que el gobierno de Macri les negó. Y entonces les bajaron la persiana a 100.000 automovilistas diarios.
Al interrumpir esa vía que cruza la Villa 31 -el caballito de batalla de sus habitantes para presionar-, el corredor norte colapsó. El tránsito se hizo insufrible por las avenidas Del Libertador y Figueroa Alcorta en las horas pico, entre las 8 y las 9 con sentido al centro, y entre las 18 y las 20 a la inversa.
Además, Del Libertador también estuvo restringida. En el puente subterráneo de Barrancas de Belgrano, dos carriles, mano al centro, estuvieron inhabilitados por arreglos en el asfalto.
También cerraron el paso a nivel en Blanco Encalada y las vías del Mitre, en Belgrano, para hacer un paso bajo nivel. Y hay más demoras: los trenes de los tres ramales del ferrocarril Mitre (Tigre, Mitre y José León Suárez) sufrieron desperfectos en la segunda semana de enero. El ramal Tigre interrumpió el servicio por un fogonazo en una de sus formaciones. El ramal Mitre, por un problema de fallas en las señales. Y el ramal José León Suárez sufrió demoras por obras. En ninguno de los tres, además, se respetan los horarios consignados en el cronograma.
Las vías del ferrocarril Sarmiento, a la altura de Liniers, también estuvieron cortadas por vecinos que no tenían luz. Y el ferrocarril Belgrano Sur sufrió demoras por obras en el ramal.
Frente a este panorama poco alentador, muchos optaron por viajar en subte. Se armaron de valor para soportar el calor bajo tierra -sólo los vagones chinos de la línea A tienen aire acondicionado-, y también para evitar ser víctima de los punguistas que hacen de las suyas sin controles policiales. Pero como es verano, en el subte también están haciendo obras. Y la línea D, por ejemplo, cerró todos los fines de semana de este mes. Además, quitaron formaciones del servicio para repararlas, y en las horas pico los coches circularon superpoblados de pasajeros.
En el centro porteño la situación no fue muy diferente: calles cerradas por obras de peatonalización, y la avenida 9 de Julio ahora con menos espacio para circular por la construcción del túnel en el cruce con la avenida San Juan, que será exclusivo para el Metrobus.
Todo ello sin contabilizar las marchas sindicales que interrumpen el tránsito, como en Avenida de Mayo y Bolívar, o en Callao y Corrientes. O los accidentes viales de cada día que provocan desvíos obligados, como ocurrió con el choque de colectivos en Libertad y Lavalle, frente al Teatro Colón, o el camión con un contenedor que el 9 de este mes chocó contra el puente ferroviario en Salguero, en Palermo. El contenedor del camión cayó al piso y allí estuvo durante siete horas, en las que, obviamente, también estuvo cortado o disminuido el tránsito.
Enero fue problemático para circular en automóvil, subte, tren y colectivos, y aunque parezca mentira, también en barcos y aviones. Ocurrió que se postergaron vuelos en el Aeroparque por tormentas veraniegas y también hubo complicaciones por un paro de maleteros (el 13 de este mes) de Aerolíneas Argentinas en el aeropuerto de Ezeiza, lo que demoró la salida de vuelos. A la medida de fuerza se sumó el personal que despacha equipajes en la terminal de cruceros del puerto de Buenos Aires, donde los pasajeros quedaron varados a la espera de sus valijas.
Fuente: La Nación