Rejas, cámaras, reflectores con sensores de movimiento, botones antipánico, puertas blindadas, pinches de hierro en las medianeras y alarmas monitoreadas son los sistemas de seguridad más usados para proteger casas. Pero a pesar de todo, muchos se siguen sintiendo vulnerables a los robos. Por eso en el últimos tiempos apareció un sistema que cada vez se extiende más: el cerco electrificado.
El sistema empezó a ser usado en propiedades de clase alta del Conurbano, pero con el tiempo y con el crecimiento de la inseguridad su uso comenzó a extenderse también a la clase media. Una recorrida de Clarín permitió constatar la proliferación de cercos eléctricos en casas particulares de San Isidro, Vicente López, Morón, Quilmes, Almirante Brown y Lomas de Zamora, entre otros distritos. El fenómeno también se ve, de forma incipiente, en casas porteñas.
El costo de colocación no es exorbitante. Y los instaladores dicen que no hay peligro ya que no generan descargas mortales cuando están bien colocados (ver Aseguran…). Sin embargo, instalaciones precarias han provocado muertes (ver Cuando…) y muchos vecinos rechazan la electricidad porque temen que pueda afectar a nenes o a mascotas. Pero no hay regulaciones que la prohíban.
“La gente siempre pensó que el peligro estaba en el frente de su casa. Pero los techos de las propiedades están conectados entre sí y los ladrones pueden entrar por los fondos. Ahí nace el cerco eléctrico. Con este sistema, uno se asegura de que nadie más se va a poder meter en su terreno”, le explica a Clarín Ignacio Vera, encargado de una empresa instaladora, Electrocerc.
Los vecinos, en tanto, cuentan que colocan los cercos para prevenir que les entren cuando no están en la casa. O cuando duermen.
“De cada 10 personas que nos llaman para averiguar por alguna instalación, ocho ya sufrieron algún robo. Cada vez trabajamos más. Las alarmas tradicionales avisan cuando el asaltante ya está adentro de la propiedad. Este sistema lo previene”, agrega Vera.
En la zona norte del Conurbano, los primeros barrios donde se vieron los cercos eléctricos fueron La Horqueta, el Bajo de San Isidro y Martínez, desde avenida del Libertador hacia el río. El efecto contagio sumó pronto a La Lucila y al Bajo de Olivos. Y en los últimos tiempos se extendió a Vicente López y a Florida Este, en sectores de clase media. “Se me metieron en mi casa tres hombres muy violentos. Yo estaba con mi marido y dos de mis hijos.
La pasamos muy mal. Nos amenazaron con cuchillos. Colocamos los cercos electrificados y estamos más tranquilos”, cuenta Lidia, vecina de Florida.
En la zona sur del Conurbano fue el exclusivo Barrio Inglés de Temperley uno de los primeros en marcar la tendencia de las casas cercadas. Pero luego los equipos aparecieron en Banfield y en Lomas de Zamora.
“No sé si ésta es la solución definitiva, pero pienso que es una gran opción, ya que si intentan cortar el cerco hay una alarma que me avisa ”, indica Miguel Palmo, vecino de Lomas de Zamora. Manuel García, del Barrio Inglés, se opone: “Sé que el voltaje es mínimo. Pero ¿qué sucede si un nene jugando se sube a un árbol y toca el alambre?”. Moira Devoy piensa igual: “¿Qué pasa si mi gato pasa y toca la red?”.
Diego Pacheco, de Electricercos, dice que arrancó trabajando en la zona sur: Adrogué y Burzaco (Almirante Brown) y Florencio Varela. Pero que en los últimos tiempos empezó también a colocar cercos en la Capital. “Muchos los ponen por prevención o porque le robaron a un vecino y se asustaron. El termómetro que varía la cantidad de colocaciones sólo es económico”, afirma a Clarín.
Las empresas que los colocan aseguran que ponen entre 10 y 20 equipos por mes. Sólo en Lomas hablan de 40 mensuales. Todos coinciden en que muchos clientes los ponen tras haber sufrido entraderas, a pesar de que los cercos no sirven para prevenir esa modalidad.
En Quilmes las zonas con más cercos eléctricos son Bernal, Parque Calchaquí y la Barranca, donde hay casonas lujosas. En Morón, en tanto, donde más se ven es en Castelar Norte. Allí, en sólo cinco cuadras de avenida Sarmiento (entre España y Santa Rosa), hay al menos 10 casas electrificadas.
El fenómeno no es exclusivo de barrios acaudalados. “Al lado tenemos un terreno baldío. Asustaba pensar que podían meterse por la medianera mientras los chicos jugaban en el jardín”, explica Norma, que vive en Castelar y es empleada doméstica. Su vecina Mirtha no quedó tan contenta con su decisión: “No me parece bien que mis hijos jueguen cerca de la electricidad. Les tuve que advertir sobre el peligro de esos cables”.
Fuente: Clarín