Un estudio encomendado por el Ministerio de Salud, en el que participaron especialistas de primera línea en violencia de género, sospechan que una alta cantidad de casos informados como suicidios femeninos ocultan inducción al suicidio o femicidio.
¿Un porcentaje significativo de suicidios de mujeres en el país podrían estar relacionados con distintas formas de violencia de género? O dicho de otra forma: ¿pueden esconder homicidios o ser consecuencias de cadenas de maltratos de parte del esposo o ex pareja de la víctima? Con esta inquietante pregunta como disparador, el Ministerio de Salud de la Nación encargó un estudio multicéntrico, en el que participaron especialistas de la UBA, Flacso, la Universidad Nacional de Quilmes y el Hospital Alvarez de la ciudad de Buenos Aires, entre otras instituciones. El trabajo –sobre cuyos alcances Página/12 ya informó– acaba de concluir. “Encontramos pistas para pensar que muchos casos de muertes de mujeres registradas como suicidios se tratarían de femicidios encubiertos”, reveló Ana María Fernández, directora de la investigación y profesora titular de Introducción a los Estudios de Género de la Facultad de Psicología. Para corroborar esa presunción, recomiendan incorporar metodologías innovadoras para indagar sobre violencia de género como las autopsias psicológicas, que analizan vínculos familiares e historia de la víctima.
El estudio se desarrolló en el último año. Su objetivo: relacionar la mortalidad por causas externas de las mujeres como suicidios y homicidios y las violencias de género. Lo dirigió Fernández y la coordinación estuvo a cargo de la profesora de Flacso, Débora Tajer. También participaron la directora del Hospital Alvarez, Diana Galimberti; la directora del Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, Ana Ferrarotti; Agustina Chiodi, del Foro Ciudadano de Participación por la Justicia y los Derechos Humanos; Sandra Borakievich, de la Universidad de Quilmes; y Susana Ferrín, a cargo del Programa de Salud Escolar de la ciudad de Buenos Aires.
“La violencia de género se debe encuadrar como un problema de derechos humanos, pero también como un problema de salud pública. Las víctimas de violencia de género tienen más problemas de salud, y por lo tanto le cuestan mucho más al sistema de salud. Y su forma extrema produce la muerte”, consideró Tajer. Y destacó que haya sido el Ministerio de Salud el promotor del trabajo a través de su comisión Salud Ciencia y Tecnología (SACyT).
Uno de los puntos de partida del estudio fue analizar las estadísticas oficiales de defunciones violentas de mujeres durante el 2005. Ese año en Argentina se registraron 14.002 muertes por causas externas: 9115 fueron por accidentes (65%), 2993 por suicidios (21%) y 1894 por homicidios (14%). Las investigadoras dejaron de lado los accidentes. Plantean que deben ser objeto de un próximo estudio. Y se dedicaron a bucear en las profundidades de las estadísticas de suicidios y homicidios.
Uno de los hallazgos más significativos fue que las provincias con más suicidios tienden a registrar menos homicidios. Tierra del Fuego, la que más suicidios presenta (37%), registra sólo 9 por ciento de homicidios. Catamarca (32% de suicidios) presenta un 6 por ciento de homicidios. La Pampa posee el menor porcentaje de homicidios en el país (4%), pero el porcentaje de suicidio es alto en relación con el resto. Es similar el caso de Salta, con un 24 por ciento de suicidios, frente a un 6 por ciento de homicidios. El dato es llamativo, indican las investigadoras, porque internacionalmente existe una tendencia en la relación estadística entre la cantidad de suicidios y de homicidios por región, con más peso de la primera causa. “En Argentina, siguiendo la tendencia general, hay casi el doble de suicidios (1,6) que de homicidios en mujeres. Pero encontramos provincias en las que esa proporción no se observa y llega casi a duplicarse o incluso ser aun superior, lo cual es al menos muy llamativo”, señaló Fernández.
–¿Infirien que hay suicidios de mujeres que serían asesinatos?
–Muchas muertes de mujeres –respondió Fernández– que acontecen en el marco de vínculos sentimentales son el último eslabón de situaciones de maltrato, son largas historias de palizas e internaciones, hasta que al final las matan. Tiene que ver con los femicidios. En relación con los suicidios, como saber previo, contamos que muchas mujeres llegan a matarse porque no aguantan más el maltrato, hechos que han sido denominados como suicidios inducidos. En la investigación encontramos buenas pistas sobre una sospecha que teníamos, y es que si a los casos registrados como suicidios se les hiciera una autopsia psicológica con perspectiva de género, encontraríamos muchos antecedentes de violencia in crescendo –siempre es importante en ese vínculo– que nos hace presumir fuertemente que estaríamos en presencia de homicidios encubiertos.
–¿Esa información se le pudo escapar a la Justicia o hubo encubrimiento de parte de los funcionarios policiales o judiciales?
–No hablamos de encubrimiento doloso, que se haya pagado un certificado de defunción o que el aparato judicial esté involucrado. Nos parece que hay un rasgo patriarcal por el cual cuando el marido llama a la policía llorando y dice: “Mi mujer se suicidó”, todo el mundo le cree. Es un encubrimiento donde confluyen imaginarios de género con una lógica patriarcal por la cual no hay que poner en duda lo que dice el marido. Si además esa mujer llevaba varios años de sometimiento a violencia de género y por tanto sufría depresiones, cuadros psiquiátricos que genera la violencia, nadie duda de que terminó suicidándose. Estaríamos en presencia de casos mucho menos contundentes que el de María Marta García Belsunce.
–¿Casos que los fiscales no ven?
–No dudan. En el análisis de las estadísticas nos encontramos con situaciones bastante extrañas. En el sistema de Clasificación Internacional de Enfermedades, décima edición, de la OMS, hay un nomenclador de suicidios, el x700, que establece aquellos producidos por “lesión autoinflingida: por ahorcamiento, sofocación y estrangulamiento”. La denominación ya es rara: resulta imposible que una persona se autoestrangule o se autosofoque. Los especialistas en suicidología establecen los modos habituales internacionales de suicidios en mujeres y en varones. En mujeres, arrojarse al vacío, a las vías de un tren o un subte, envenenamiento por plaguicidas domésticos como raticidas o con barbitúricos, y es mucho más raro que recurran a un arma de fuego o al ahorcamiento. Sin embargo, en nuestro trabajo encontramos que en algunas provincias donde no aparecen homicidios por estrangulamiento o ahorcamiento, están sobrerrepresentados los suicidios por esa metodología extraña a las mujeres. También encontramos que en provincias como Catamarca y La Pampa hay casi seis veces más suicidios que homicidios, una proporción que no es la esperable en el país. En Salta, Jujuy y Tierra del Fuego es cuatro veces superior.
Fuente: Página 12