Parado sobre un terraplén, a la vera de la ruta 8, Eduardo contempla un panorama desolador. “Hay un metro sesenta de agua adentro de mi casa”, dice, resignado, sin sacar la vista de la construcción. Tiene a su hija de tres años a upa; él llora y ella se aferra a un muñeco, lo único que lograron a rescatar antes de que la crecida los sorprendiera. Están allí, igual que sus vecinos, viendo de lejos cómo sus fotos, sus documentos, su ropa y sus muebles quedaron presos de la inundación. Una postal que Pergamino, una ciudad habituada a las crecidas, no vivía con tanta brutalidad desde hace décadas. “En 1995 también entró agua a mi casa, después de ahí nunca más hasta hoy. Es la inundación más grande de los últimos 20 años. Es triste, perdí todo. Electrodomésticos y mercadería, todo”, dice Eduardo. Su mujer y su hija iban a pasar la noche en la casa de una familia amiga. Mientras él se preparaba para quedarse en el techo, cuidando lo que quedaba, por temor a los robos.
El temporal que azotó al norte de Buenos Aires afectó a unas 10 localidades, pero se ensañó con Pergamino. Oficialmente la Provincia informó que hay unos 270 evacuados, pero en la ciudad dicen que son más de 500 contando los autoevacuados. Fueron más de 220 milímetros de agua en pocas horas, más del doble de los 100 que suelen llover en todo diciembre. En la zona afectada (incluyendo también áreas de Córdoba y Santa Fe), la cifra de evacuados asciende casi a mil.
Los vecinos conocen de cerca el drama de la inundación: la ciudad sufrió más de 100 crecidas en el último siglo. Pero coinciden en que esta vez el agua los atacó por sorpresa. Las fuertes lluvias del domingo -que habían sido alertadas- anegaron varias zonas, pero ayer cerca de las 9 de la mañana la mayor parte de Pergamino había escurrido. “Casi no había agua. Pero a las 10 el arroyo empezó a crecer de golpe y no nos dio tiempo a nada: para las 10.30 ya había un metro y medio de agua en las casas. No tuvimos tiempo de rescatar nada. Salimos como pudimos y ahora estamos con lo puesto”, cuenta Rosario Ortega (49), sentada al costado de la ruta en una silla que le prestó un vecino. No rescató nada, sólo pudo subir la heladera y un televisor arriba de una mesada. “Cuando nos fuimos el agua siguió subiendo, seguro ya las agarró”, dice resignada.
El arroyo Pergamino corta la ciudad de este a oeste, sobre la zona sur. El desborde provocado por el caudal que bajó desde localidades vecinas dejó una imagen desoladora: el agua marrón avanzó más de cinco cuadras sobre cada margen y generó corrientes que arrastraban a su paso basura, sábanas, zapatillas. Unas 200 manzanas quedaron inundadas. Las más cercanas tuvieron más de 3 metros de agua. La crecida avanzó hasta llegar al centro (a sólo cuatro cuadras de la Municipalidad), donde hubo entre 80 centímetro y un metro de agua en las casas.
Todos coinciden en que fue la peor inundación que sufrió Pergamino desde 1995, cuando se dio una crecida histórica. El 7 de abril de aquel año llovieron cerca de 300 milímetros en dos horas y la ciudad colapsó: hubo 4 muertos, 3.000 evacuados y más de 4 mil autoevacuados. En este caso los vecinos coinciden con que el agua que cayó fue mucha, pero también advirtieron por los canales clandestinos de los campos y por las faltas de obras.
“Lo más triste es ver que nadie nos ayuda”, dice Sergio Núñez, mientras avanza con los pies en el agua y un televisor en sus brazos. La queja por la falta de asistencia se replicó entre los vecinos. Clarín recorrió distintos puntos de la ciudad durante la tarde y en las zonas afectadas no se veía presencia de la Policía, ni Bomberos ni de Defensa Civil. Fue recién con la caída del sol que aparecieron los botes, las ambulancias, el helicóptero sanitario y las 4×4 para los rescates y las ayudas.
Desde el Gobierno bonaerense se anunció el envío de 600 colchones, 600 frazadas, 300 bidones de agua y 3 mil kilos de alimentos. Pero los damnificados cuestionaban la logística. “Cuando el agua ya estaba un metro adentro de la casas, llegó un camión con arena. ¿Para qué nos servía si ya no podíamos parar el agua? Después llegaron paquetes de arroz y fideos, cuando las cocinas quedaron bajo el agua, no podemos preparar nada. Un desastre”, agregó Núñez. El intendente Javier Martínez luego reconoció en diálogo con TN las dificultades para acceder hasta las zonas más afectadas con la ayuda. “Estamos bien abastecidos, pero se complica la logística para llegar”, dijo. Quien también recorrió la zona fue la gobernadora María Eugenia Vidal que desde el domingo ya estaba al tanto de lo que sucedía en el lugar y quien se comprometió a que los vecinos vuelvan todos a sus casas antes de fin de año.
Durante la mañana, un grupo de vecinos cortó la ruta 8 para protestar y pedir baños químicos y agua mineral. Hubo un enfrentamiento con la Policía, que disparó balas de goma, y terminó con un herido y dos detenidos. Con el paso de las horas, la bronca dio paso a la angustia. Y también a la solidaridad. “Mi casa no se inundó, pero cuando me enteré vine a ayudar. Nunca me imaginé que la situación era tan grave”, contó Jonathan, un joven de 26 años que llegó con su kayak cerca del mediodía para asistir a los damnificados. Hizo más de 25 viajes desde la zona más baja hasta las casas más afectadas y así rescató a una señora con su perrito, bolsos de ropa, documentos, garrafas y hasta un lavarropas. Al rato se sumó otro vecino con un bote a motor.
Desde el Municipio informaron que hacia el atardecer la crecida había llegado a su pico y que en algunos barrios comenzaba lentamente a bajar. Estimaban que tardaría entre 38 y 40 horas en escurrir (es decir, hacie la mañana del miércoles). Esa esperanza no se traslucía en los rostros de los vecinos que habían subido colchones, frazadas y almohadas a sus techos. Se preparaban para pasar allí la noche.
Fuente: Clarín