El último encuentro cara a cara fue en noviembre del 2017, en Santa Marta. Se habían visto poco más de un año atrás, en agosto de 2016. En audiencia privada. Sin fotografía oficial. Como de costumbre.
Horacio Rodríguez Larreta, que volverá a encontrarse en estos días con Francisco en compañía de su mujer, Bárbara Diez, no suele filtrar información de esas conversaciones íntimas con el Papa. La confidencialidad de esas reuniones le permitió al jefe de Gobierno mantener un vínculo sólido con Sumo Pontífice, aún en medio de los serios cortocircuitos que agrietaron la relación entre el Vaticano y la Casa Rosada.
El jefe de Gobierno viajó en la tarde del jueves a Roma con la excusa del encuentro oficial que mantuvo ayer con Virginia Raggi, la alcaldesa de esa capital, con quien intercambió “experiencias” relacionadas con la gestión, según el comunicado porteño.
Rodríguez Larreta se tomará unos días en ese país junto a su esposa. El regreso está previsto para mediados de semana, después del cónclave en Santa Marta, cuando tenga que empezar a resolver los últimos ajustes del nuevo gabinete que, según fuentes de la Ciudad, planea oficializar en la última semana de noviembre.
El alcalde no planea introducir modificaciones de fondo de cara a su segundo mandato ni incorporar nombres de peso. Ya había incluso pagado los compromisos electorales con buena parte de los aliados con la confección de las listas. Selló acuerdos con la UCR de Martín Lousteau, el socialismo, Graciela Ocaña y hasta con Daniel Angelici.
Sabía que la ministra Carolina Stanley, que planea recluirse por unos cuantos meses cuando deje la función pública, el 10 de diciembre, no aceptaría la invitación para reemplazar a Guadalupe Tagliaferri en el ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat.
De no mediar imprevistos, Rodríguez Larreta planea confirmar como sustituta de Tagliaferri -se muda al Senado- a María Migliore, una joven funcionaria que ocupa la gerencia general del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), que no tenía entre sus planes ascender a ministra y que reporta a Juan Maquieyra, el presidente del organismo de estrecho vínculo con el jefe de Gobierno. Rodríguez Larreta necesitaba sí o sí a una mujer en ese lugar.
Durante la campaña, el jefe de la Ciudad, que se encaminaba después de las primarias como el único integrante de la mesa chica del PRO que obtendría la reelección, había juntado a su gabinete para transmitirle que conservaría a su equipo ante la segura avalancha de dirigentes que buscaría trabajo después del 10 de diciembre.
Tuvo suerte. Mauricio Macri, que arma por estos días un reducido grupo de trabajo sin Marcos Peña para tratar de liderar la oposición -un rol que despierta dudas en la dirigencia de Cambiemos-, no le planteó grandes pedidos: solo un lugar para Pablo Clusellas, el secretario Legal y Técnico de la Presidencia que podría tener una silla en la Auditoría de la Ciudad.
María Eugenia Vidal, su aliada interna, tampoco pidió demasiado. En las conversaciones con el jefe de Gobierno figuraron los ministros bonaerenses Gustavo Ferrari, de Justicia; Santiago López Medrano, de Desarrollo Social, y Alejandro Gómez, de Gestión Cultural. Gómez y López Medrano esperan novedades.
Ferrari tenía serias chances de liderar el Ministerio de Justicia porteño si el jefe de Gobierno al final decidía desdoblarlo de Seguridad. El desdoblamiento no prosperó. En un desayuno el fin de semana pasado, Ferrari, de sólidos vínculos con la Justicia federal, y Rodríguez Larreta resolvieron que el ministro provincial lo asesorará en materia judicial.
Quedaron en encontrarse, al menos, una vez por mes. El funcionario provincial se asoció con Federico Salvai, mano derecha de Vidal, en el estudio jurídico que montarán a partir de diciembre. Para ejercer influencia en el escenario político. Salvai ya ocupa oficinas sobre la avenida Figueroa Alcorta, a escasas cuadras de su casa.
Emmanuel Ferrario, subsecretario de Control de Gestión de la Provincia -del entorno de Salvai-, también tiene una vacante para él como asesor del jefe de la Ciudad.
Rodríguez Larreta debe definir a su vuelta qué harán dos de sus principales ministros: Eduardo Macchiavelli, de Ambiente y Espacio Público, y Franco Moccia, de Desarrollo Urbano y Transporte.
Macchiavelli fue su jefe de campaña, es uno de los colaboradores de confianza y formará parte de la nueva estructura del PRO. Pero es casi un hecho que dejará de ser ministro para pasar a integrar la mesa de trabajo que empezará a apuntalar el proyecto presidencial del jefe de Gobierno, un objetivo por ahora subterráneo. Su lugar sería ocupado por Clara Muzzio, subsecretaría de esa cartera.
El caso de Moccia es más complejo: según fuentes oficiales, el funcionario no tuvo una buena conversación con Rodríguez Larreta antes de volar hacia Italia. Su permanencia en el gabinete pende de un hilo. El sillón está reservado para un funcionario del riñón de Guillermo Dietrich, amigo del jefe de Gobierno.
Rodríguez Larreta tomó nota de los 40 puntos que Macri obtuvo en las elecciones, con los que, a pesar de la derrota, planea plantarse como líder de la oposición.
El jefe porteño no va a romper con el Presidente. Pero va a trabajar en su proyecto nacional. Karina Fernández, su histórica colaboradora, estará a cargo de la estrategia.
Para la política, habrá una mesa que el jefe de Gobierno busca robustecer y a la que por ahora se sientan desde Diego Santilli hasta Álvaro González, que ganó protagonismo en Diputados en los últimos tiempos. Pero que tiene intermitencias de dirigentes y consultores como Guillermo Seita o Carlos Grosso.
El desafío de Rodríguez Larreta pasa por combinar la gestión con su proyecto presidencial. Pendiente del lugar que ocupará Macri. Emilio Monzó, que almuerza con el jefe porteño todos los meses, es uno de los que cree que el alcalde todavía depende demasiado del Presidente saliente.
Fuente: Infobae