Confieso que siento una malsana curiosidad por las andanzas de Guillermo Moreno. A veces me parece incluso un personaje tragicómico surgido de las novelas de Osvaldo Soriano, una parodia de la política pajuerana que vive en un micromundo donde juega absurdamente a ser emperador de las cuentas públicas y fracasa. El argumento de esa narración trataría sobre un hombre pequeño, honesto, autoritario y proclive al fanatismo que, a la manera del Don Quijote con las historias de caballería, un día se vuelve loco leyendo informes de la Cepal, cree que puede manejar la macroeconomía de un país subdesarrollado, convence de eso a los monarcas y realiza una serie de graciosos estropicios. Lo interesante de la trama literaria estaría en el grado de genuflexión que conseguiría entre los empresarios nacionales y extranjeros. Que aguantarían sus amenazas, festejarían sus diatribas y sus chistes violentos, y luego le mendigarían un mendrugo.
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