Lujuria, pereza, ira, envidia, avaricia, soberbia y gula. Son los siete pecados capitales, a los que podría sumarse la gula laboral, posiblemente el más dañino de todos ellos. La adicción al trabajo de algunos profesionales, lejos de despertar la admiración, provoca la repulsa. Son los workaholics. Su pasión laboral lesiona su faceta profesional y familiar. Para ellos disfrutar del ocio es secundario porque el trabajo es lo único que les llena. ¿Y si el que practica esta dependencia laboral sin límites es tu jefe?¿Estarías dispuesto a seguir su ritmo para demostrar tu valía o tratarías de animarle a practicar un equilibrio entre trabajo y ocio más saludable? Si aprendés a gestionar su modo de hacer, te evitarás complicaciones laborales… y familiares. Poner en práctica estas cinco actitudes puede hacer más fácil tu vida con un jefe adicto al trabajo.
Toma distancia
“El trabajo no es, ni de lejos, lo más importante de la vida”, asegura Douglass McEncroe, director de Douglass McEncroe Group. Por eso conviene tomárselo como lo que es: una vía para aprender y conseguir ingresos. No puedes convertirlo en el centro de tu vida. Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, decía que las personas para ser felices tienen que poder trabajar y amar. Y es esa ecuación la que genera personas equilibradas y que, también, pueden disfrutar de su tarea. El peligro surge cuando ese trabajo se realiza de manera compulsiva, escapando de los sentimientos, y se convierte en tóxico. Por eso conviene que trates de tomar distancia.
No le tengas miedo
Estos profesionales no suelen ser malas personas. Al contrario, aquellos que aguantan su ritmo los convierten en aliados incondicionales y procuran llevarlos consigo a lo largo de su carrera. Los expertos en gestión de personas coinciden en señalar que su principal problema es que confunden el medio con el fin. El workaholic no sabe equilibrar tiempo, eficacia y resultados, y por eso suele ser exigente y controlador.
Eva Rimbau, profesora de dirección de recursos humanos en UOC, señala que un jefe incompetente no es necesariamente una mala persona, “es alguien que no posee los suficientes conocimientos técnicos para dirigir a otros”. Si estás convencido de que ése es el problema, habla con él/ella: a veces, definir el objetivo de una forma clara y veraz es el mejor camino para no desperdiciar esfuerzos. Como afirma McEncroe, “mucha gente tiene un miedo un poco tonto a sus jefes, cuando en realidad son personas como cualquier otra. A veces hay que imaginarles en pijama para tener esta visión más normal”.
Vigila el rendimiento
‘¡Viva el despilfarro del rendimiento!’. Con esta frase tan elocuente se refiere Paco Muro, presidente de Otto Walter, a algunos de los jefes más irritantes, entre los que se encuentran los que nos ocupan. En su libro El jefe que no contaba chistes y el empleado que nunca se reía (Ed. Temas de Hoy) menciona alguno de los obstáculos que menguan el rendimiento y que casi siempre coincide con los más adictos al trabajo: “Cuando el exceso de tareas y de urgencias pasa a ser lo normal en un departamento, difícilmente se harán las cosas bien, lo que traerá consigo tener que corregir múltiples errores que se transformarán en nuevas tareas y urgencias. Entrar en semejante espiral de improvisación dificulta el rendimiento y el trabajo eficaz”.
Uno de los defectos de los workaholics es que tienden a la desorganización. Su querer hacer anula la eficacia del trabajo inteligente. ‘¿Cómo puede alguien rendir de verdad, en la dirección adecuada, si nadie se ha molestado en indicarle lo que se espera de él o de ella’, se pregunta Muro.
Márcate un horario
Como hablando se entiende la gente, puede que tu jefe no se cuestione que trabajar menos horas resulte más eficaz, sobre todo si es de los que gusta pasar la mayor parte de su tiempo en la oficina. Una opción es demostrarle que una hora concreta de salida del trabajo te permite organizarte mejor. Tener un límite te obliga a una concentración para finalizar en tiempo y forma.
Y si crees que conseguir eso es bastante improbable por la dinámica laboral, procura levantarte, hablar con los colegas y tomar tus momentos de descanso. Esos espacios te permitirán evadirte durante unos momentos y, si tu jefe sabe leer entre líneas, caerá en la cuenta de que estar más horas no es sinónimo de un trabajo perfecto. Por supuesto, nunca caigas en la tentación de responder a una llamada o a un mensaje fuera del horario laboral. Sentarás un precedente que no te hará más eficaz, pero sí que hará que tu jefe piense que, igual que él/ella, estás pendiente del trabajo a todas horas.
Practica deporte
Otra salida muy saludable para gestionar a un jefe adicto al trabajo es plantearte la practica de algún tipo de actividad física… y hacerle ver los beneficios de la misma. El estrés laboral, supervisor y supervisión abusiva: el efecto amortiguador del ejercicio, un estudio de la Universidad Northern de Illinois, confirma que hacer un poco de deporte puede moderar algo más que el estrés del jefe y mejora la relación de éste con su equipo, frente a quien suele descargar la mayor parte de su frustración.
Fernando Botella, CEOde Think&Action, hace referencia a las estadísticas: “Un tercio de los españoles considera que vive bajo presión (estresado por las preocupaciones cotidianas, por la incertidumbre del futuro, por el exceso de trabajo y por la falta de conciliación o de tiempo). El 14,5% de la población sufre ansiedad”.
Fuente: El Cronista