Matrimillas: Una solución o una falsa ilusión?

Como si de acumular puntos para intercambiarlos por premios se tratara, la lógica de las matrimillas gana cada vez más adeptos en parejas jóvenes, sobre todo con hijos de pequeños. ¿En qué consiste? En “soportar”, ceder o hasta “hacer buena letra” con determinadas acciones, para poder obtener el permiso del otro a la hora de darse algún placer individual.

“Utilizamos ese sistema, nos rinde. Sobre todo con los viajes. Mi marido fue a ver la final de la Copa del Mundo con amigos, entonces yo después estuve planificando el viaje a favor que me quedaba, y al año siguiente me fui a Río a ver los Juegos Olímpicos con mis amigos una semana. Está bueno, como para no tener tanto cargo de conciencia a la hora de hacer lo que tengas planificado, y también para que cada uno tenga su lugar, su grupo de amigos y su independencia” asegura Carolina Angilletta, trabajadora independiente de 39 años, con dos hijos.

Según Pedro Horvat, médico psiquiatra y piscoanalista, “todas las parejas construyen acuerdos a lo largo del tiempo, tanto explícitos como implícitos, conscientes e inconscientes Se trata de una compleja trama de consensos que abarca mucho más que el reparto de tareas domésticas, y que incluye –más profundamente- la asunción de los roles y modalidades que terminarán dando forma al vínculo que los une. Se genera así una suerte de circuito de intercambios, atenciones y cuidados amorosos en el que ambos se sienten retribuidos”.

Es sabido: muchas cosas en las relaciones, sobre todo en las de pareja, se consiguen por medio de la negociación. Y de modo implícito, los acuerdos se logran según esta dinámica del dar para recibir a cambio. ¿Existen riesgos de incluir estas lógicas de intercambio en vínculos meramente amorosos?

“El concepto me parece frío, más ligado al ámbito de los negocios y estamos haciendo referencia a un vínculo afectivo. Sin embargo, considero que en todo vínculo hay negociaciones. Una pareja no son dos iguales, son dos diferentes, son uno más uno. Hay actividades que pueden ser placenteras para uno de los miembros del vínculo y para el otro, poco menos que una tortura. Entonces, es una elección posible sin masoquismos”, sostiene Rosalía Beatriz Álvarez, miembro full de la Asociación Psicoanalítica Internacional y titular de Asociación Psicoanalítica Argentina, especialista en pareja y familia.

En el caso del licenciado en Comunicación Social, Martín Monlezun, luego de 11 años de casado y con tres hijos, es fundamental poder tener estos espacios para que el matrimonio fluya: “Cuando nos casamos, el sacerdote nos dijo ‘hagan de cuenta que están firmando un contrato’, y es parte de ese contrato que ella tenga tiempo para ella, yo lo tenga para mí, y los dos para la familia. Uno va innovando, y con cintura política, va manejando las cosas”, explica.

Por eso, este fin de semana viajará con sus amigos a esquiar, previo acuerdo de que, “de canje”, su mujer haga más adelante un viaje con amigas a Chile. Sin embargo, en su caso, las millas para viajar no solo se obtienen con un visto bueno para un futuro viaje similar. También es necesario hacer todo lo posible para que el otro tenga las cosas resueltas durante su ausencia: “Hoy mi mujer me decía de forma irónica ‘antes de irte vas a ir al súper ¿no? Porque encima de dejarnos huérfanos nos vas a dejar sin comida, si no’. Ahí están las millas que tengo que juntar para poder irme tranquilo”, detalla divertido.

Y es que la aspiración máxima pareciera ser el equilibrio: ocuparse de la casa de manera equitativa, y también –teniendo en cuenta que trabajando y con hijos chicos no sobra el tiempo- para los placeres individuales. “La comunicación y el conocimiento de ese otro diferente se impone para la división adecuada de tareas, evitando en lo posible el sentimiento de injusticia y maltrato o inequidad. Es cierto que el equilibrio no resulta fácil, y al tener descendencia pequeña se deben negociar y prorratear los espacios y tiempos para cada uno, donde se imponga la equidad anhelada”, sostiene Alvarez.

Dentro de lo que es la búsqueda de ese equilibrio, el sistema de matrimillas opera según varias modalidades. En algunos casos, no se trata de hacer valer las propias millas, sino que surge naturalmente “resarcir” al otro cuando es uno el que hace algo que rompe el equilibrio. Así lo ve Catalina Arizu, diseñadora de 31 años: “Hay que mirarlo de un modo constructivo, porque hay muchos que se lo toma como ‘si te vas de joda con amigos entonces yo gasto una fortuna en un par de zapatos’, y para mí no es asi, es al revés. Lo veo como una forma de llevar un registro de lo que el otro hace por amor a vos, como renuncia, para poder devolvérselo, porque en el fondo lo que uno quiere es hacer feliz a la otra persona”.

Según continúa Horvat, “en el esquema de ‘hago tal cosa ocultando que en realidad quiero lograr otra’, el problema no está en las acciones (frecuentemente triviales) sino en el secreto, ya que lo que se logre no será resultado del sistema de consensos de la pareja, sino de una maniobra personal que habrá que repetir cada vez que se busque el mismo objetivo.

Catalina, en cambio, pone como ejemplo desde acciones pequeñas a más grandes: “Por ejemplo, si él se acordó de pasar a buscar el helado que yo le había pedido a la mañana, entonces cuando voy a hacer las compras me acuerdo de comprarle el vino que le gusta. También con cosas más grandes, hace un par de meses mi marido tenía un viaje con todos sus hermanos y la verdad que en ese momento yo estaba justo en la peor etapa del embarazo, para mí era dificilísimo quedarme sola seis días con los dos chiquitos, pero a la vez yo pensaba ‘le hace súper bien, no tiene tantas oportunidades de ver a sus hermanos’. Entonces le dije ‘adelante’. Y no es que yo luego le exigí algo, sino que él por propia iniciativa al ver mi sacrificio, mi renuncia, y el cederle a él su espacio, me sorprendió y me regaló un viaje de un fin de semana con amigas, me armó el combo con entradas a un recital, y él se quedó todo el finde con los nenes”, concluye.

Fuente: Entre Mujeres

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