Cómo funciona la primera línea de combate al coronavirus en el conurbano: la red para contener a los sectores más vulnerables

El coronavirus cambió las reglas del juego en el mundo. En Argentina, en lo particular, las hizo explotar. La decisión del Gobierno nacional de decretar una cuarentena obligatoria en todo el país – luego, extenderla – frenar, de esa forma, la actividad económica, y apostar a esa medida como principal vacuna contra la pandemia, modificó completamente el escenario social y económico. Desde hace 13 días el país está parado y el Estado asumió la responsabilidad de auxiliar a los sectores más vulnerables – desde antes de la llegada del virus – y a los que los golpeó de lleno el freno del trabajo y la producción.

El martes el presidente Alberto Fernández mantuvo una teleconferencia con un grupo de intendentes del conurbano en la que les adelantó que habrá una ayuda del Gobierno para las pymes, que reforzará la seguridad en los distritos más calientes y que la tarjeta Alimentar se cargará todas las semanas. Fue un mensaje de alivio y contención para los jefes comunales, que ven cada día como aumentan los pedidos de comida y manejan, con la muñeca que les permite las condiciones del territorio bonaerense, el cumplimiento efectivo de la cuarentena.

La del último feriado no fue la única comunicación que el jefe de Estado tuvo con los intendentes. El 23 de marzo los recibió en la Quinta de Olivos. La mayoría de los que estuvieron presentes gobiernan localidades del primer y tercer cordón, donde hay mayor densidad de población. En aquella reunión les solicitó ayuda para controlar el cumplimiento del aislamiento, los accesos a los municipios y los precios en las góndolas. Además, les pidió articular esfuerzos para poder contener y concientizar a los sectores más humildes sobre la importancia de cumplir la cuarentena. Es decir, hacer llegar el Estado a esos lugares donde más le cuesta llegar.

Para seguir con esa misión muchos de los intendentes pusieron en funcionamiento, o aceitaron el que ya tenían en marcha, un engranaje con actores sociales que viven y conocen los barrios más pobres del conurbano: curas villeros, pastores evangélicos, representantes de sociedades de fomento e instituciones no gubernamentales, referentes barriales, titulares de los comedores y merenderos, dirigentes de clubes deportivos, docentes y vecinos que realizan tareas comunitarias. Integrantes de un esquema de trabajo que les permite a los jefes comunales recabar información del territorio y estar al tanto de las necesidades que tienen los que están afuera del sistema.

Ese sistema de piezas solidarias, que está bajo el ala de los municipios y que es el canal directo para llegar a los barrios más pobres, es clave en este momento donde la crisis económica existente se agravó por el avance del coronavirus y se produjo la suspensión de los trabajos informales, fundamentales para la subsistencia en ese sector de la sociedad. Los intendentes afrontan cada día la difícil tarea de hacer cumplir el aislamiento en sus localidades. En paralelo avanzan en el acondicionamiento del sistema de salud local. Un eslabón necesario para afrontar el peor escenario que pueda generar la pandemia en el corto plazo, según estipula el gobierno nacional.

En Esteban Echeverría, localidad donde viven 380.000 personas, el intendente peronista Fernando Gray inyectó recursos – que le llegaron de la provincia de Buenos Aires y la Nación, más los del propio municipio – en un circuito que incluye 38 centros de jubilados, clubes de fútbol infantil, 150 comedores, merenderos, un centro de distribución de alimentos, cooperativas escolares y una red de trabajadoras vecinales, que agrupa a cerca de 2000 mujeres, que se encargan de conocer las realidades que conviven en las 4 manzanas que están alrededor de sus casas.

A todo ese mecanismo se le suma la tarea que llevan adelante los representantes de las iglesias católica y evangélica. Curas y pastores que contienen a los vecinos desde lo espiritual pero que realizan un trabajo social que trasciende las barreras de la religión. Ayudan en la logística, en el cumplimiento de las necesidades básicas, en la resolución de los problemas diarios que aquejan a los barrios donde la pobreza se instaló hace décadas. En esos lugares es muy complejo hacer cumplir la cuarentena tal cuál lo dispone el decreto de necesidad y urgencia. “Quedate en casa”, es un pedido difícil de llevar acabo en viviendas chicas, con muchos habitantes y con la costumbre impregnada de vivir gran parte del día en la calle.

Esa localidad del conurbano funcionará también como uno de los sostenes del sistema de salud bonaerense. En el municipio hay dos hospitales, uno de ellos sin estrenar. El Hospital Santamarina cuenta con 160 camas y es el único que está en funcionamiento actualmente. El Hospital Bicentenario está terminado pero le falta personal y equipamiento. Alberto Fernández tiene la intención de ponerlo en marcha cuánto antes y por eso destinará recursos para ponerlo en marcha en el corto plazo. No puede darse el lujo de tener un centro de salud nuevo sin funcionar. Son otra 160 camas, respiradores y salas de terapia intensiva que se suman.

Además, el gobierno municipal armó 132 camas más en un predio del sindicato de pasteleros. Son para los potenciales infectados que tengan síntomas leves. Los sindicatos tienen un rol importante dentro del engranaje. Otro ejemplo es la apertura del Sanatorio Antártida, el hospital porteño perteneciente al Sindicato de Choferes de Camiones que brindará atención exclusiva a pacientes bonaerenses, que abrió sus puertas ayer con la presencia del Jefe de Estado. Además, la mayoría de los sindicatos que tienen hoteles en Buenos Aires o fuera de la provincia, los pusieron a disposición. Algunos de ellos son el sindicato de Comercio, la Unión Ferroviaria, La Fraternidad y el sindicato de Mercantiles.

El Gobierno quiere que las estructuras hospitalarias del conurbano y la ciudad de Buenos Aires estén articuladas. Eso quiere decir que haya un mapa sanitario que le permita al Presidente conocer las disponibilidades que tiene en cada hospital en tiempo real. Así podrán contabilizar cuántas camas de alta, media o baja complejidad hay. En qué lugares cuentan con respiradores para los pacientes más complejos y en dónde faltan insumos para afrontar la crisis.

Otro caso ejemplificador de cómo se está trabajando en el conurbano es el de Tres de Febrero, donde viven 400.000 personas y gobierna el intendente de Juntos por el Cambio, Diego Valenzuela. En la red social local cumple un rol importante la organización católica Cáritas, que es un canal territorial para la distribución de alimentos. El municipio se encarga de acompañar el trabajo en unos 50 comedores y gestionar la llegada de alimentos para renovar las provisiones cada día.

Para tratar de hacer cumplir el aislamiento y reducir la circulación en las calles, Valenzuela cerró un acuerdo con los municipios de Hurlingham, San Martín, San Miguel, Morón e Ituzaingó con el fin de controlar la vehículos en trece puntos. El intendente local no compatibiliza con la idea de cerrar todos los ingresos y egresos. Sostiene que lo mejor es hacer un control exhaustivo con el personal de tránsito y hacer cumplir el decreto. Con acuerdos vecinales tratan de hacer los controles más estrictos. Esos acuerdos son los que promociona la cúpula del Poder Ejecutivo en este momento de crisis e incertidumbre.

En Tigre, otro de los municipios más poblados del AMBA, con cerca de 500.000 habitantes, el intendente Julio Zamora está en pleno armado de una mesa de articulación con diferentes actores sociales para que los recursos lleguen a destino. Esa bolsa de recursos está compuesta por donaciones, fondos municipales, dinero y alimentos que baja la provincia de Buenos Aires, y partidas del gobierno nacional.

La Municipalidad le hace llegar alimentos a 60 barrios, donde viven cerca de 12 familias. Es un total aproximado de 50 mil personas que necesitan la ayuda del Estado para subsistir y que en este momento de aislamiento no pueden ganar dinero con changas o con trabajos informales que tenían antes del 19 de marzo, día en que el Gobierno decretó el aislamiento obligatorio. Un grupo de 500 personas llevan adelante esa tarea social en la primera línea de combate contra el coronavirus, la pobreza y la desesperación por falta de recursos.

En Malvinas Argentinas, donde gobierna el peronista Leonardo Nardini y viven cerca de 360.000 mil personas, hay 61 merenderos que sostiene el municipio y otros 48 que pertenecen a instituciones religiosas, pero que también cuentan con la asistencia del gobierno local. Además, hay 35 comedores escolares y 25 establecimientos donde los chicos reciben solo el desayuno y la merienda.

Nardini utiliza ese circuito para poder hacer llegar la ayuda del estado a los barrios más pobres que tiene en el distrito. Hace pocos días un pastor evangélico lo llamó para poner a disposición un predio donde podrían instalarse 700 camas para los infectados de coronavirus de menor gravedad. La comunidad religiosa juega un rol trascendente en las localidades del conurbano. Aportan logística y se transforman en canales directos entre el Estado y los ciudadanos.

En el municipio ubicado en el norte del conurbano tiene disponibles 582 camas para el sistema de emergencia. 96 de ellas son de terapia intensiva, mientras que unas 125 podrían ser adaptadas para ese sector. Tienen además 50 respirados. Así se hacen las cuentas en la provincia. Cada intendente puso sobre la mesa lo que podía brindar al esquema sanitario. Poco o mucho, en este momento cualquier aporte es positivo para el castigado sistema de salud bonaerense.

En La Matanza, distrito históricamente gobernado por el peronismo – actualmente lo gobierna Fernando Espinoza- , donde están concentradas la mayoría de las personas que viven en la provincia de Buenos Aires, la estructura social para contener es muy similar a las del resto. Hay una red estable de asistencia que en este momento trabaja al máximo de sus posibilidades. El circuito incluye docentes, vecinos, curas y trabajadores sociales.

En los últimos dos días la localidad más poblada de la provincia recibió la ayuda del Ejército Argentino. Cerca de 100 soldados se instalaron en los barrios más pobres para cocinarle y repartirle comida a miles de vecinos. Desde que se declaró la pandemia, las Fuerzas Armadas pasaron a jugar un rol humanitario. En especial, en el territorio bonaerense. Primero fue Quilmes, después La Matanza y en los próximos días arribarán a un nuevo distrito del conurbano.

Los ejemplos podrían repetirse en otros tantos municipios del conurbano. Las redes de contención y asistencia están instaladas en la gran mayoría de las localidades donde la pobreza es una realidad cotidiana. Un eslabón importante de esa cadena son las organizaciones sociales: Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa, y el Movimiento Evita son los que tienen mayor representación en los barrios.

En los últimos meses del año pasado el diputado nacional del Movimiento Evita, Leonardo Groso, realizó un informe denominado “Comer Bien”, en el que hizo un relevamiento de 1000 de comedores y merenderos comunitarios de la provincia de Buenos Aires. Ese trabajo arrojó un paquete de datos que dejaron a la luz una parte del sistema de ayuda que hoy es central en los municipios.

En el 74,4% del total de los merenderos y comedores que hay en la provincia trabajan entre 1 y 10 personas, mientras que en el 18,9% entre 11 y 20; y únicamente en el 6,7% más de 20. Esa gente es partícipe necesaria en la red social de contención. En los 1000 merenderos y comedores que se relevaron se alimentan diariamente 56.000 personas.

Fuente: Infobae

Una radiografía de la realidad en el conurbano. Ese lugar de la Argentina donde al Estado le cuesta hacer pie y los que ayudan cada día tienen nombres y apellidos desconocidos para la mayoría.

Fuente: Infobae

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